sábado, 30 de octubre de 2010

AUNQUE ESTÉS LEJOS


Sin nada que pueda hacer
sino verter en los vidrios muertos
noches
con los besos que alimentan tu rostro ausente,
en las mismas habitaciones donde los rasgos en clave
se pliegan como voces tatuadas en las sombras.


Mírame aunque estés lejos,
mírame desde las mudas espaldas de las olas germinadas.
Te siento en las manos que el silencio bebe,
en la oscuridad que toca mis labios desligados
de tus labios,
en el rumor del pecho anochecido
por la espuma madura de los recuerdos fugitivos.

domingo, 24 de octubre de 2010

CUERPOS DE PAPEL


En la derrota
primero nos  cubrieron con máscaras desenfrenadas
que olían a tierra,
y nuestro amor se perdió,
como una costumbre en desuso,
por caminos de los que nadie regresa.


Explicadme la oculta relación
de lo invisible dando muestras de dualidad.
Sé que ya sólo veré imposibles réplicas de ella,
símbolos de piedra
que se acumulan en los jardines de tránsito.

El frío detectará espacios asimilados a la sangre,
ausencias acuñadas en formas de llave, vacios
de color azul oscuro,
con la misma inocencia que nuestra primera cita.


Los recuerdos absorben la profundidad
de todos los techos,
anulan la realidad que habita en el suelo.
Y nuestros cuerpos desnudos se transforman en papel.

lunes, 18 de octubre de 2010

LA NOTTE È BELLA (II)


La puerta está abierta y los espectros se regocijan de encontrar la boca de un sumidero donde el olor del deseo, de la apariencia y del vacío conviven juntos con intensidad. Ciegos, sin tacto que se encienda con otro tacto, los fantasmas se agolpan en la entrada. Algunos permanecen indecisos por un instante y, finalmente, se dan la vuelta para perderse en la humedad oscura. Se dice, en secreto, que los fantasmas odian las puertas: hay umbrales que al ser traspasados hacen arder  los escombros de la memoria y toda la miseria del pasado se ilumina de golpe.
Pero estas no son puertas que cruzan una frontera  entre dimensiones, tan solo es la habitual entrada del Kraken Bar.
Hace un año que no vuelvo por aquí. El portero, un gigantesco negro, cuyo pelo comienza a clarear y a exhibir  rizos plateados, me sonríe como si hubiera sido ayer el último día que me saludó.
Ni fue ayer,  ni tampoco hace un año: ha sido toda una vida; una vida que quizás ya no es la mía sino la vida de otro. El tipo que ahora entra ya no tiene nada que ver con el que fue en otro tiempo.
 ¿Nada?
¿Entonces cual es la razón para regresar?
Hay un espacio libre al comienzo de la barra: a todos les gusta adentrarse en el local, cerca de la pista de baile, donde también actúan de vez en cuando bandas musicales–como la popular "Los Escopetas".

 - ¿Qué te pongo?
No conozco a la camarera. Muy alta, con vestido negro bien ajustado y corto. Su rostro no es de facciones finas  y el maquillaje gótico no contribuye a mejorarlo, pero tiene unas piernas de infarto.
- Stolichnaya con hielo.
- ¿En vaso ancho o largo?
- Ancho.
A dos metros, una mujer de melena espesa de color carbón con destellos azulados me observa con descaro, se diría que entre sorprendida y divertida; como  quien de pronto se topara con un alien de películas B.
“Olé tus huesos, morena –pienso, un poco molesto– tienes buenas curvas y te gusta lucir palmito. A ver si calientas las babas de unos cuantos soplapollas que soñarán con tu carne esta noche. Yo solo quiero tomarme esta copa tranquilo, no tengo el menor interés en averiguar de qué vas.”.
Es la hora en que las almas pesan de forma extraordinaria y descienden al ras del suelo y se enmascaran con el polvo de una realidad sin significado.
Todo regresa con distintas formas. Mezclado entre lo desconocido, detrás de miradas donde se mecen los restos de un amor evaporado.

- Scusi –oigo pronunciar a una voz femenina detrás de mí–. Tienes cara de estar perdido –continúa diciendo mientras me rodea para colocarse cara a cara– . ¿Eres de aquí?
Es la morena del pelo eléctrico. Habla en correcto español pero con apreciable acento italiano. Su rostro es redondo y sus labios gruesos y sensuales. Se aproxima todavía más  y ladea la cabeza, de forma que su pelo resbala como una tormenta de relámpagos azul oscuro. Por un momento, pienso que está bebida y pretende morrearse directamente conmigo allí en medio.
- ¿Te comió la lengua el gato? –insiste ella, sin cortarse.
- Soy de Madrid –respondo al fin, algo desconcertado–, pero hacía tiempo que no pasaba por este local.
- Yo soy italiana, vivo en Nápoles, aunque suelo pasar mucho tiempo en Madrid.
- Hablas muy bien el español.
- Grazie.  Yo me llamo Gianna, ¿y tú?
- JM –respondo después de una pausa–, mis amigos me llaman JM.
- Tengo la impresión de que me mientes.
- En absoluto. ¿Por qué crees eso?
- Porque daba la sensación de que estabas dudando.
- Qué va, no es por eso. Es que estaba pensando en otros tiempos, cuando venía por aquí.
Joder, no sé ni de dónde saco ganas para dar una respuesta educada. Hago un esfuerzo por salir del ensimismamiento en que había caído al entrar  en el Kraken. Gianna lleva un atuendo de un tejido como el charol, negro brillante, con un escote generoso que resalta su espléndido pecho. Sin duda, este detalle facilita que vuelva a centrarme en la realidad más inmediata.
- ¿Conoces a gente aquí, en este sitio? –pregunta la italiana, elevando la voz sobre el volumen de la música.
- Seguro. Si me doy una vuelta puedes apostar a que encuentro algún conocido.
- Pero estabas sólo.
- Depende de cómo lo mires.
- Qué gracia –dice ella con sorna– ¿Cómo lo voy a mirar? Desde que te he visto por ahí, con el vaso  en la mano, y con aire de estar más en una iglesia que en un bar de copas, no estabas acompañado. A no ser que tu acompañante sea un fantasma.
- Es hora de irme, estoy cansado –digo con convicción.
- Eh, no te pongas así. Estaba bromeando. Eres misterioso, ya se nota desde lejos, pero me gustan las personas como tú. Soy escritora.
- Fantástico. Yo de escribir, lo justo, pero me alegro de que te guste la gente como yo.
- Es que tengo un sexto sentido.
-Me lo estaba imaginando.
- ¿A qué te dedicas?
- Trabajo para el Estado.
- ¿Policía?
- No, no.
- Militar.
- Puede ser.
- Sí, se te ve cachas. Aunque no pareces militar.
- Como quieras. Tú sí que tienes un buen tipo.
“Y unas tetas que no te las mereces, madre mía, qué espectáculo” –pienso con la boca cerrada.
- Grazie Mille.
- Además eres muy simpática. Y encantadora.
- Entre otras cosas, ja, ja –replica ella, desenfada.
- Pero, de verdad que lo siento, tengo que irme.
- No, no, de eso nada –se opone, Gianna con los brazos en jarras–. No antes de que bailes conmigo. Ahora no puedes dejarme... come dite voi?... plantada. Mira, hombre misterioso, mira lo que te rodea: esto es la vida, lo que puedes llevarte antes de que te des cuenta de que has muerto. No desprecies una risa, una locura, una carezza... Andiamo, la note è bella.
Suspiro hondo y sin protestar me dejo conducir hasta la pista de baile. A toda potencia, los altavoces vomitan la canción de moda "We no speak americano".
"Pa pa l' americano
 Pa pa l' americano
 Pa pa l' americano"

Hace calor. Un brillo tenue de transpiración cubre la parte al descubierto de los magníficos senos de Gianna  mientras bailamos y enlazamos nuestras cinturas.
Ahí fuera, los fantasmas se refugian en los fríos huecos de la oscuridad. Benditos sean.
En el Kraken Bar, la notte è bella.







martes, 12 de octubre de 2010

LA NOTTE È BELLA (I)

       
               Madrid, fechas recientes, de noche.

La noche bebe sorbos de lluvia y el callejón donde he aparcado para ir al Kraken  está lleno de un barro pegajoso. A veces, cruzamos  franjas que pertenecen a otros mundos; arcos hechos de extrañas densidades que pasan inadvertidas a los sentidos de la mayoría de las personas.
Pero no a los míos.
El alumbrado palidece en una oscuridad creciente, como las luces de un barco que se hunde en medio de una tormenta. Algún maldito demonio ha abierto la puerta de atrás. Sobre mi cabeza flota la membrana de una oscuridad aún más profunda que la noche: la negrura que vomitan los que  ya no pueden existir.
El reflejo agonizante de una farola ilumina algo que se desplaza por la acera y cruza delante de mí. Tiene el tamaño de un puño, el color de la arena y varias patas alrededor de una boca amenazadora: es una camel spider, una araña gigante de los desiertos de Afganistán.
¿Qué mierda hace en un callejón de Madrid una araña del  desierto afgano?
“Fucking good question”, hubiera dicho Rachel −Raquel− con su acento canadiense.
Estalla el sonido de un trueno cercano y de repente la oscuridad sobrenatural desaparece como el agua turbia por las alcantarillas. El demonio ha vuelto a cerrar la puerta.
Ya no hay arañas. Y la atmósfera del callejón se limpia del olor a humedad rancia ─un olor a tumba─ que tenía hasta hace un segundo.
Me alcanza un aroma a violetas y siento  la vibración cálida, bondadosa, de una presencia a mis espaldas. Pero ya estoy en la esquina con la calle ancha y luminosa donde se encuentra el Kraken.

jueves, 7 de octubre de 2010

EL COLOR DE CIELO


Su fin de soledades
estaba pasando,
pero las letras lo aplastaron
y las negras terrazas de la derrota
se llenaron de  rostros desplegados
hasta el extremo de un viaje olvidado.

No hay sombra que no siga
la ebriedad de una mentira apasionada
si la voz rodea el deseo
que en alguna parte vive
como lecho de luna, como empuje
de agujas en las curvas de empañadas
danzas en las que creímos.

Con su silencio recorrió
el murmullo aún tendido sobre las manos,
el tacto y el aire
perdido en los suspiros
de aquel encuentro perfecto.
Sus ojos vieron pétalos
de otros cielos, la penumbra que envolvía
nidos contraídos de aquellos sentimientos.
Inexistentes pasos
sobre la lápida que había hecho de su piel.