viernes, 30 de mayo de 2014

MORPHING

 
 
"Quisiera ser

parte de tu piel…"

   No sé por qué me estaba dando vueltas en la cabeza la dichosa musiquilla. Ese tipo de canciones nunca me habían gustado.
  Mientras tanto, el maldito guía afgano no paraba de insistirme: "Chew it, chew it".
Sí, sí, ya sé:"Mastícalo".


   No tenía ni idea de qué narices me había dado. De entrada, tenía la lengua adormecida y una vaga sensación pedregosa inundaba mi boca.
  Teníamos que permanecer casi inmóviles durante horas, bajo el sol de las llanuras desérticas, detectando movimientos de fuerzas hostiles en un barranco de arenas color rojo oscuro, como sangre coagulada. Aquel lugar era conocido como El Barranco de los Durmientes y estaba próximo a un tramo crítico de la Ruta Lithium, la carretera principal que recorría Afganistán de norte a sur.
 "Take it easy, my friend –continuó el guía–. Esto te ayudará a aguantar. Los talibanes están vigilando como nosotros". Con esto se refería a una mierda de raíces o yerbajos secos. Cualquier cosa, vaya usted a saber, en una tierra donde crece el opio como margaritas silvestres.
  Los dos solos en el borde de uno de las innumerables quebradas que agrietan Afganistan: un militar afgano haciendo el trabajo de guía y un servidor. Para ser precisos, en ese momento no estábamos lo que se dice solos: a unos doscientos metros se paseaba un nutrido grupo de talibanes armados hasta los dientes y, lo que era peor, estaban torciendo para dirigirse a nuestra posición.
  Ahora, además de la boca, comenzaba a perder sensibilidad en todo el cuerpo. El guía afgano permanecía agachado como yo en la entrada de dos pequeñas cuevas naturales medio ocultas por los arbustos. El guía tenía un nombre largo y de difícil pronunciación incluso en farsi, por lo que todos en la base le llamábamos Jaime. A él no parecía importarle.
  Asunto resuelto.
  Jaime me hacía ahora señas para que metiese más el cuerpo en la cueva. Y sonreía.
  Que el guía sonriese, en principio, era bueno; quería decir algo bueno. Pero esa sonrisa distaba mucho de tranquilizarme.  
  La cabeza me daba vueltas y mi visión se oscurecía por momentos.
  La maldita yerba… ¿Quién me decía que Jaime no era un talibán infiltrado? ¿Qué no terminaría en mitad de esta tierra en ninguna parte con la garganta rebanada?
  Empecé a deslizarme hacia abajo por el agujero estrecho de la cueva. La tierra cedía bajo mi peso y cada vez me hundía más en ella. Y tragando arena rojiza de paso.
  Me estaba asfixiando.
  "¿Seré gilipollas?" –pensé una fracción de segundo antes de perder el conocimiento.

  Es curioso como la falta de oxigeno cerebral dispara la evocación de recuerdos; todos los recuerdos: los buenos y los que aún siguen clavándote puñales. Y hasta los recuerdos de los sueños. El organismo lucha por mantener indemne hasta el último momento la memoria como si fuera la parte más importante de un ser humano que hay que preservar.
En un instante todo lo vivido, todo lo imaginado y todo lo deseado, se presenta en escenas aceleradas hasta la velocidad de la luz; estallando en explosiones de colores desconocidos. Mezclando tiempos y experiencias. Mezclando rostros y nombres. Libros, películas, pinturas...

 
   Era una tarde hermosa, cálida pero no sofocante, las olas tranquilas se rompían en la orilla con una espuma iluminada con tonos de arcoíris.
  Al interior de mi apartamento llegaban a través de la terraza abierta las notas de una canción pegadiza:
"Quisiera ser
  parte de tu piel…"
Yo estaba en calzoncillos, tumbado boca abajo en la cama. Sara tampoco llevaba encima más prenda que unas bragas boxer. Se puso a horcajadas sobre mi cintura y se inclinó para besarme la nuca; sus pezones me hacían cosquillas en los omóplatos.
- "Tienes un nudo en los músculos de aquí –dijo apretando con el dedo en un punto  situado en la mitad de la espalda–. Una buena pelota. No te cuidas las lesiones"
-"Bah –repliqué–, es por la tensión que llevo estos días. Nada que tus deditos mágicos no puedan aliviar".
-"Anda, mira qué bien. El nene quiere un masajito. ¿Y tú qué me vas a dar a cambio?"
- "El cielo. Voy a bajar el cielo y derramarlo a besos sobre tu piel."
-"¿Cuántas veces habrás dicho esas palabras?"
-"Nunca, es la primera vez. Sólo para tus oídos –dije girando más la cabeza y sonriendo."
-"No te creo, mentiroso."
- "No soy mentiroso. Soy complicado, pero no mentiroso."
-"Entonces, dime una cosa."
-"¿Qué, cielo?"
-"¿Me quieres?"



-
"No. Que no. ¿Cómo quieres que te lo diga?"
- "Pero, JM, llevas encerrado en ese refugio de la playa dos semanas en pleno invierno.
-"Estoy de permiso."
- "Vale. Entonces déjame que vaya a hacerte compañía unos días."
-"He dicho que no. No quiero estar con nadie."
-"Pero antes nos llevábamos bien. Antes de que conocieras a esa chica canadiense. Ahora tienes que seguir adelante. La vida sigue y los muertos no vuelven."
-"La chica canadiense tenía un nombre, se llamaba Rachel. Y he dicho que quiero estar solo. Lo siento, voy a colgar."


   Los ojos azulados, los rizos de su pelo rubio, los labios… los labios vencidos por el rapto ardiente de los míos.  Las máscaras ceden en la rueda de uno, cien crepúsculos, las lágrimas se deshilachan, los abrazos contienen vidas donde deseo irme lejos. En la piel que la luna plagiara, en las ramas suaves de los brazos  flotando en la cama, en la transpiración como rocío cubriendo los cuerpos de los amantes, en su lengua tibia sembrándome de estrellas.

-"Rachel, quiero que vivas conmigo. Quiero despertarme contigo. Quiero pasear de tu mano por el parque de El Retiro. Estar contigo en la cola del pescado."
-"Tonto… Ya nada me apartará nunca de ti."


    Nada. Excepto la hermana gemela ciega de la nada.
La oscuridad de los desaparecidos.
Y el amor que se enfría en un cuerpo abandonado.


    Todas las mujeres, las que he creído amar, las que han creído amarme, las que me amargaron un tiempo de mi vida, aquellas que olvidé…todas son una. Un rostro de polvo en un sueño. Una búsqueda que duele ya demasiados siglos.


    Rachel me mira desde el fondo de la oscuridad. Y me alza con unas manos extrañamente poderosas, enérgicas.
Y me arroja fuera del camino de los ahogados.
Pero no son las manos de ella.
Son las manos del afgano tirando de mi cuerpo. Sacándome del agujero.
-Vamos, my friend, come on, breathe, respira.
- ¿Y los talibanes? –pregunto, tosiendo, escupiendo tierra.
-
Disappeared.
- Disappeared
?
- Lejos. Se han ido ya. No hay peligro.
- ¿Iban hacia la ruta Lithium?
- No. Hacia el norte. A sus refugios.
- Gracias a Dios.
- ¿Estás bien, my friend?
- Pásame la cantimplora, Jaime. Cuando me hundí en ese hoyo no podía moverme. Entre la tierra y tus malditas yerbas estaba paralizado por completo.

 

- Esas yerbas te han salvado la vida. Redujeron tus constantes vitales al mínimo mientras pasaban cerca los talibanes.
- Entonces eres tú el que me ha salvado la vida. ¿Cómo sabías que podría sobrevivir?
- You don’t have to be fucking doctor House. Mi pueblo tiene también sus propios conocimientos de Medicina. No todos somos bárbaros.
- Ya. ¿Sabes una cosa Jaime?
- Qué, my friend
.
-
He tenido unas visiones muy extrañas. Creo que va siendo hora de regresar a mi país.
-¿Qué has visto? ¿Personas o animales?
- Personas. Rostros de mujer que se fundían en uno.
- Debes regresar a tu tierra. Si no lo haces ahora, puede que no regreses jamás. No pongas tu vida en riesgo otra vez.
- Es cierto, estoy mayor para estos trotes.
- Sí, my friend
.
-
Oye, no hacía falta que me dieras la razón.
- De verdad, my friend, de verdad, lo que creo es que tienes que marcharte. Regresa. Tu destino está ahora en tu país. Allí es donde encontrarás la voz que rompa el silencio.
- ¿Qué silencio, Jaime? ¿De qué hablas? ¡Qué entenderás tú de eso!

- Cerca de aquí se encuentran otras cuevas más grandes donde nuestros antepasados practicaban sus ritos mucho antes de que llegara el Islam. En sus antiguas creencias, se hablaba de los daakh, "los durmientes", espíritus del inframundo que eran responsables de los sueños. Todo lo que existe sueña: los seres humanos, los animales, los objetos. Los daakh toman distintas formas en los sueños, se aparecen como nuestros seres queridos o, a veces, como los más terribles demonios.
- Venga, vámonos de aquí, Jaime. Y no me cuentes más historias de vuestros ancianos. Me siento como si tuviera la peor resaca del mundo, vaya colocón, para haberla espichado.
- ¿Para qué?
- Palmarla, morirse, joder.
- Ah, ya. Por poco, my friend, por poco.
 


 

domingo, 11 de mayo de 2014

LA LUNA DE AYER


Recuerdo tu voz 
Y es extraña
Se rompe en gotas que sirven  para hilvanar
Las olas de sal negra que golpean
Mi pecho vacío mientras te imagino
Con nubes en lugar de manos
Con mariposas en lugar de labios
Y escalo tu cielo donde la luna
Es un girasol inmenso contemplando
Estrellas que flotan silenciosas

Ahora ya no estamos juntos
Si hubiéramos tenido
Más días grises
Más grietas donde esconder nuestros abrazos
Más calles sin nombres de espectros
Las hojas sucumbían al viento
Y eran la señal de que todo  se aleja

Con la luna de ayer
Caminé sobre la arena seca de los sueños
Que me atan en círculos a ti
Notaba una sensación de hielo 
En la piel que antes recorría tu boca 
Y de nuevo llegaba el sonido metálico
De las palabras de despedida
Como monedas arrojadas al suelo