viernes, 26 de noviembre de 2010

La Mujer de la Mariposa Negra



"Los bosques pueden desaparecer,
pero nunca las tinieblas que albergan"
(H.P. Lovecraft. Los Hongos de Yuggoth)


Ella, la mujer de la mariposa negra  ─no el demonio que mora en su interior contra su voluntad─, acciona el interruptor para encender la luz del salón en el apartamento de JM. Las sombras, tercas, persisten como una neblina de borrosa negrura hasta que poco a poco son absorbidas por las paredes. La mujer sonríe y surge un fugaz destello rojizo en sus pupilas.

Pero este último detalle ha pasado desapercibido para el  tío de JM y su amigo Pepe el Viagra.

Hay un silencio pesado que se propaga dentro de las mentes. Nadie dice una palabra. Da la impresión de que la mujer va a hablar, pero se detiene. Lleva un vestido que le alcanza hasta medio muslo, medias negras  y  unas botas de tacón alto. La mezcla de rasgos eslavos y orientales confiere a su rostro un fascinante atractivo. Parece  una muñeca perdida, un fantasma vagabundo, quizás un alma  buscando a otra alma.
- ¿Qué hace usted aquí? ─arranca con decisión el tío de JM─ ¿Qué quiere decir con que nos estaba esperando?
La mujer se encoge de hombros, se pasa la mano por la frente como quien se desprende de una máscara y contesta en perfecto español:
- Antes que nada, les ruego que me perdonen. No tenía intención de sobresaltarles. Mi nombre es Tatiana, aunque me llaman Sight. Soy amiga de JM.
- ¿Sight?
-  Significa "vista", en inglés ─tercia Pepe.
- Ya lo sabía ─replica el tío de JM─. Sí ─continúa, dirigiéndose ahora a la mujer─, mi sobrino me ha hablado de usted. Con interés, pero con cierto misterio. Que yo sepa, no se han tratado en persona, ni si quiera sabe cómo es usted físicamente, ¿me equivoco?
- No, no se equivoca. Intercambiamos mensajes por internet. Todo comenzó con mis comentarios en el blog de su sobrino. De alguna forma, aún sin conocernos, surgió entre nosotros confianza y complicidad. Con el tiempo, fui advirtiendo de que ciertos aspectos de la vida de JM o de su familia podían  guardar una aparente relación con los fines que persigue la sociedad para la que trabajo. Aquello me resultó sorprendente e hizo aumentar mi curiosidad.
- No comprendo. ¿Para qué clase de sociedad trabaja usted?
- Aquí tiene mi tarjeta ─ se apresuró a decir Sight mientras extraía la tarjeta de visita de un pequeño bolso─. Es una empresa multinacional, aunque, además de invertir en negocios, posee una fundación  o sociedad  que se dedica a conservar ciertos legados históricos.
- Legados históricos –repite para sí mismo el tío de JM. A continuación, saca del bolsillo superior de la chaqueta unas gafas y lee la tarjeta que le ha entregado la enigmática mujer: "Sargon Co. Ltd.Enterprises". Aquello no le decía nada.
- Perdone, señorita...
- Sight, por favor.
- Sigo sin entender gran cosa por no decir nada. ¿Y tú, Pepe?
- Ni torta. Pero, digo yo que nos sentemos y que nos explique aquí la señorita de qué va este interesante asunto ─opinó Pepe el Viagra mientras que su mirada recorría con disimulo las curvas que insinuaba el ceñido vestido de Sight.
- Qué amable es usted, Pepe. ¿Puedo llamarle Pepe?
- Puede llamarme lo que usted quiera, señorita.
- Bueno, a lo que estamos ─atajó el tío de JM─. Antes que nada, dígame cómo ha entrado aquí. Mi sobrino  está de viaje y comprenda que encontrar alguien dentro de su apartamento es, como poco, preocupante.
- Sé que JM está fuera. En concreto, en Bruselas, ¿no es así?
- Sí, es cierto.
- Antes de marcharse, me contó por correo que usted y su amigo Pepe vendrían el sábado por la tarde a cuidar las plantas. Casualmente me  encuentro en Madrid  por razones de trabajo y me pareció una buena oportunidad para conocerles.
- ¿Cómo sabía que era esta dirección?
- Porque no hace mucho su sobrino me envió un libro, una novela escrita por un antepasado suyo.
- Su tatarabuelo. Era militar, escritor de  narraciones fantásticas y aficionado a las Ciencias Ocultas. Tiene que caerle usted bastante  bien a mi sobrino, porque sólo quedan unos pocos ejemplares de esos libros.
- Supondría que yo lo iba a apreciar como se merece. Además de mi trabajo en  Sargon soy historiadora. El caso es que en el libro venía una tarjeta con la dirección de JM.
- ¿Y la puerta?
- Oh, la puerta no estaba bien cerrada. Me apoyé mientras llamaba al timbre y se abrió. Como no habían llegado ustedes, decidí  esperar dentro en lugar de hacerlo en el pasillo.
- Me extraña que mi sobrino no cerrase la puerta con llave.
- Tal vez tendría prisa y se descuidó. Ocurre más de lo que parece.
- Lo que me parece es que es usted un poco atrevida. ¿Tú qué opinas, Pepe? Aparte de poner cara de haba, casi no has abierto la boca.
- ¿Y qué quieres que diga? A mí todas estas cosas no me resultan chocantes, porque tu sobrino está día a día más raro. Y se echa cada amiga, que, en fin, para todos los gustos hay colores. Y disculpe usted, Sight,  lo digo mejorando lo presente, pero es verdad.
- Está raro, Pepe, porque le ha ocurrido algo muy fuerte, por eso está raro. ¿Le ha hablado a usted de Raquel, señorita?
- Nunca de forma directa.  Sé que cuando volvió de Afganistán ya no tenía ganas de vivir. Pensé que algo terrible debió de ocurrirle allí. Poco a poco he ido hilando un detalle con otro y al final he podido averiguar que Raquel, o Rachel, para ser precisos, era el nombre de una militar canadiense que murió en un ataque de la insurgencia talibán durante una misión de la OTAN.
- En efecto, eso es lo que ocurrió. Pero mi sobrino estaba junto a ella. Pensaban casarse en España cuando finalizara la misión. Una granada anticarro sesgó sus planes. JM resultó ileso pero ella fue alcanzada por la metralla cuando intentaba rescatar a un herido. Murió desangrándose en los brazos de mi sobrino.
- Lo siento. Es espantoso, no sé qué decir.
- No se puede decir nada, señorita. A él no le gusta hablar de esos sucesos.
- Lo que noto es que es muy reservado para hablar de sí mismo. A veces, quisiera ayudarle de alguna manera, pero no me deja acercarme. Después de meses escribiéndonos, nunca me ha pedido una  foto o me ha comentado la posibilidad de vernos. Ha creado una barrera entre nosotros, como si temiera, no sé…
- Pues no sabe JM lo que se pierde –interviene el Viagra─ ¿A usted le gustan los ordenadores, señorita?
- A mi sobrino –prosigue el tío de JM, soslayando los comentarios de su amigo─  le cuesta mucho abrir su interior a otras personas desde que era un niño y su madre, mi hermana, se marchó un día de casa sin explicaciones.
- Debió de tener razones muy poderosas para abandonar a un hijo –reflexiona Sight.
- ¿Razones? Dicen que se marchó con un amante.
- Usted sabe que no es cierto.
- ¿Cómo dice? –exclama el tío de JM, sorprendido por la afirmación de Sight.
- Usted sabe que su hermana no tenía ningún amante y que se marchó sola.
- ¿Y por qué iba a hacer semejante disparate?
- Para proteger a su hijo. La historia del amante se la inventó después su marido para  que existiera una justificación creíble.
- ¿Y usted cómo sabe todo eso?
- Ya le he dicho que la sociedad a la que represento tiene vínculos, estrechos vínculos, con los antepasados de su sobrino. ¿Le ha hablado alguna vez de una placa que lleva colgada del cuello?
- ¿Una chapa de identificación militar?
-No, esa no. Una placa perforada con extraños símbolos.
- Sé a lo que se refiere. Es la única herencia que ha aceptado de su madre. Ha pertenecido a nuestros antepasados durante generaciones.
- Sus antepasados han sido los custodios de esa placa durante siglos. Y de una antiguo volumen conocido como "El Libro de los Sollozos".
- Nunca he oído hablar de ese Libro.
- Es posible, pero su hermana sí.
- Ahora recuerdo.
- ¿Algo sobre el Libro?
- No, no. Me he acordado de cómo le llamó mi sobrino cuando me contó que se escribía con usted por internet: la mujer de la mariposa negra. ¿Qué significa eso de la mariposa negra? ¿Es sólo un..., un..., ¿Pepe, cómo se llaman los apodos que se pone la gente  en internet?
- Nicks ─aclaró Pepe el Viagra.
- La Mariposa Negra es el nombre de la sociedad que dirigen algunos miembros elegidos de mi empresa, en realidad, una sociedad secreta cuyo origen  proviene de las montañas de Asia Central durante el imperio mongol de Gengis Khan.
- ¿Qué es lo que usted quiere? Aparte de entretenernos con historietas fantásticas.
- Quiero el Libro de los Sollozos.
- Ya le he dicho que no he oído hablar de él.
- Por favor, todos los miembros de su familia lo conocen. Es necesario que me lo entregue. Lo único que pretendo es proteger a su sobrino.
- Oh, le aseguro que sabe defenderse muy bien.
- No sabe de la gente que estoy hablando.
- Está bien, está bien. Supongamos que yo sé dónde se encuentra el Libro, cuya existencia, por cierto, le aseguro que ignora mi sobrino.  ¿Cómo puedo creer qué es usted lo que dice ser y que sus intenciones son nobles?
- Mis intenciones son nobles porque aunque no conozco cara a acara a su sobrino, es la persona a la que he buscado toda mi vida. Estoy segura de ello. Y en cuanto a si mi identidad es sólo una burda mentira, puedo demostrar que no es así.
- ¿Tiene algún documento legal?
- ¿Un documento que diga que soy la socio "número 0015" de una secta de la época de Gengis Khan? Vamos, no me tome por idiota.
- Entonces, me temo que nuestra agradable conversación ha terminado y que debe marcharse.
- ¿Qué dices, hombre? ─protestó el Viagra─ para una vez que estamos así tan ricamente sentados con tan buena compañía, si hace años que...
- Calla, Pepe, calla. A veces no te das cuenta de que ya no estás en el colegio. ¿Señorita? ─insistió el tío de JM , levantándose e indicando con una mano la puerta.
- Esta bien ─dijo Sight, con un suspiro─. Les daré una prueba de que todo esto no es una invención. Apague la luz, por favor.

La música con los temas favoritos de JM continúa con un volumen suave como un telón sonoro que viene de fuera, de un mundo más cercano al de los sueños.
Comienza a sonar un tema del grupo rumano Akcent: That's my name.

En los ojos de Sight se vuelca la soledad de las lagrimas que se asoman a un vacío oscuro.

jueves, 18 de noviembre de 2010

El Calor de la Oscuridad


      Dicen que hay millones de millones de universos, y que nosotros, los que vivimos, somos una simple singularidad  en el nuestro. Nadie, desde fuera, tendrá tiempo suficiente para vernos pasar, y nuestros sentimientos desaparecerán como cenizas en una noche sin luna. 

Pero hay cosas que terminan por volver siempre, de una u otra manera. Sin alertar, con la sutileza de una vibración sorda, como el batido de las alas de un insecto: una señal del bien o del mal. 


JM sabe percibir esas anomalías que avisan de que algo extraño irrumpe en la regularidad de lo esperado. Y su tío ha terminado no sólo por creer en esa facultad sino que ha empezado a saber reconocerlas. Cuando la madre de JM abandonó el domicilio familiar y tiempo después falleció su padre de un infarto, fue su tío quien se ocupó de que tuviera un hogar, un porvenir y lo más parecido a una familia. JM jamás le preguntó a su tío sobre su madre y a su vez éste no insistió en el tema: aquel era un vacío que tendría que resolver el mismo JM, si alguna vez lo lograba. 


Es sábado. El barrio donde se encuentra el domicilio de JM es tranquilo y Pepe el Viagra ha encontrado un aparcamiento cerca del portal. El tío de JM sale del Renault 5, todavía jurándose a sí mismo que la próxima vez coge el metro o el autobús. Venir a cuidar las plantas de su sobrino cuando él está fuera puede, a lo tonto, convertirse en una ocupación de riesgo si deja que Pepe el Viagra le convenza para llevarle en su coche. Claro que Pepe tiene un interés que disimula: sabe que después el tío de JM suele invitarle a cenar en una tasca de ese barrio donde sirven unos chipirones en su tinta con arroz blanco para chuparse los dedos.


-    ¿Te acompaño o te espero aquí abajo? –pregunta Pepe el Viagra.
-    Como quieras. Sube conmigo y así no te aburres, pero nada de ponerte a cotillear en las cosas de mi sobrino como la última vez.
-    Hombre, es que tiene un ordenador y unos equipos electrónicos de fábula y ya sabes que a mí me pirra la tecnología.
-    Pues te compras una revista. 
-    Qué malas pulgas tienes a veces;  el mismo mal carácter que tenía tu hermana.
-    Y tú que sabrás.
-    ¿Te crees que no me acuerdo? Pero, hombre, si tú y yo hemos ido juntos al colegio. Cada vez que iba a tu casa me temblaban las canillas en cuanto veía a tu hermana. Qué guapa era. Y qué mala uva. Todavía recuerdo el bofetón que me pegó un día que entré  sin darme cuenta en su cuarto. ¿Qué te parece?
-    Que algo harías para ganártelo –replicó el tío de JM mientras introducía la llave del portal y empujaba el portón-. Venga, pasa.


Un zumbido eléctrico flota en el aire de camino al ascensor. Y, una vez dentro, al tío de JM se le antoja que los números de los botones cobran vida con un laberinto de colores que entran por su iris. Pero esto no es algo inusual para él: al igual que su sobrino, sufre sinestesia, una alteración cerebral que, sin otras consecuencias, provoca que en ocasiones la visión de números dispare la imagen mental de distintos colores;  e incluso suscita que se perciban olores. No, lo inusual es que en lugar de los habituales colores chillones que suele ver, se cierne sobre su mirada una especie de tiniebla, el manto de un cielo lóbrego que se cuela en el estrecho espacio del ascensor. Por unos instantes, el corazón del tío de JM se encoge con temor, consciente de que está sucediendo una anomalía, que algo inesperado va a ocurrir.


“Si  en algún momento llegaras a sentir algo así, que te rodea una espuma de barro y el filo helado de la malignidad quiere penetrar en ti, huye. Huye de donde estés con todas tus fuerzas” –le había revelado JM hacía años.


Pero lo sorprendente, es que no tiene en absoluto la impresión de ser rozado por nada maligno. Es una oscuridad turbadora, pero aterciopelada, cálida, como quien regresa a su hogar después de una larga ausencia en plena noche por un camino bien conocido. Una inquietante mezcla.


Las sensaciones han llegado y han desaparecido en cuestión de dos o tres segundos, sin que Pepe el Viagra se percate de nada. De aquella niebla negra sólo queda flotando un ligero olor: un olor a violetas.


-    Huele a perfume. ¿No hueles a violetas, Pepe? –pregunta el tío de JM.
-    Yo no huelo a nada. Pero ya sabes que mi olfato no es demasiado bueno.
-    Bueno, hemos llegado al piso.
-    Te ha cambiado el color de la cara, ¿te encuentras bien?
-    Sí, no es nada. Vamos, sal del ascensor.
El pasillo es largo, angosto, y está dotado de un sistema de luces con sensores de movimiento que se encienden al paso e inmediatamente después se apagan. Al tío de JM no le hacen gracia estos inventos;  no deja de pensar que unos dedos invisibles van accionando los interruptores y que en cualquier momento se quedarán a oscuras.
-    ¿Es la letra J o la G? –inquiere despreocupado Pepe, al que le encantan toda clase de adelantos.
-    G. G de …
-    Ya. Te he entendido.
-    De Gerona, malpensao. Toma la llave, es de esos diseños modernos antirrobo y a ti se te da mejor abrirla. Dicen que es imposible forzar la cerradura.
-    Pues me parece que está abierta. Encajada, pero abierta.
-    ¿Qué dices?
-    Lo que has oído. Míralo tú mismo.
-    Atiza, es verdad –exclama, sobresaltado, el tío de JM.
-    Y se oye como una musiquilla dentro, por llamar algo a esos ruidos que le gusta oír a tú sobrino.
-    Pues a lo mejor es que ha vuelto.
-    ¿Sin decirte nada? Me extrañaría mucho. Mira que si son ladrones. ¿Por qué no llamamos al portero?
-    Es sábado; hoy no está.
-    Entonces, será mejor que demos media vuelta y avisemos a la policía.
-    ¡Coño, Pepe, no seas cagueta! Seguro que es mi sobrino y vamos a armar un jaleo tremendo por tus aprensiones.
-    Por favor –profiere una voz femenina desde el interior del piso.
-    ¿Quién ha dicho eso? ¿Quién habla? Somos gente peligrosa –amenaza Pepe el Viagra.
-    Y vamos a entrar – añade el tío de JM.
-    Eso. Y vamos a… ¿Vamos a entrar, estás seguro? –continua Pepe en voz baja.
-    Por favor, señores. No se queden en la puerta. Voy a encender la luz –prosigue la voz-. Les estaba esperando.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

ESTARÉ CONTIGO


Madrid, antes de la desaparición.

Al anochecer, la luz cansada se desnuda. En el apartamento ─vacío hasta ese instante─ de JM, la silueta de una mujer se desplaza rasgando las penumbras del salón.  Una mano delgada  roza con suavidad varios objetos de una estantería ─fotos, libros, adornos─ recorriendo su superficie como si los estuviera acariciando, como si percibiera en ellos el tacto de su propietario.

Cuando ya no entra más claridad por las ventanas que el resplandor del alumbrado urbano, ella se mueve por la habitación despacio pero con decisión. Ve en la oscuridad y escucha en el silencio lo que la inmensa mayoría de la gente no alcanza a percibir. Se diría que se mueve entre el mundo material que decora la realidad y la quietud de otro mundo oculto.

Por fin, se detiene junto a un equipo de música, pasa un dedo por la pantalla táctil, espera a que se encienda la pantalla y se sienta en un sillón de orejas.  Frente a ella, sobre una mesa de madera y cristal destaca un marco con la fotografía de una mujer vestida de uniforme militar; tiene una aire clásico, un cierto parecido con Joan Fontaine, la protagonista de Rebecca.  La otra mujer, la de carne y hueso, toma con delicadeza el retrato, murmura algo parecido a un "descansa en paz"  y vuelve a colocar el objeto en su sitio Si una lámpara iluminara de repente el rostro de esta mujer, nos daríamos cuenta de que  guarda cierta similitud con la de la fotografía: su tez es pálida, los cabellos rubios y los ojos azules ─aunque grisáceos y casi tan rasgados como los de una asiática.


Nadie ha entrado en el piso desde hace varios días pero la calefacción central lo mantiene caliente. La mujer se despoja de un abrigo. Lleva un vestido oscuro de escote cerrado que oculta un delicado tatuaje sobre el pecho derecho: una mariposa negra.


O algo semejante.


Mientras tanto, la habitación se impregna sutilmente de una fragancia de violetas.


Una canción a bajo volumen ha empezado a sonar: "I will be here" de DJ Tiesto, un tema  de música trance que es el favorito de JM.


" Y cuando todo parezca desmoronarse...
.... Yo estaré aquí
"


En ese mismo momento, el tío de JM y Pepe el Viagra circulan por la M-30 en el coche de este último. Pepe conduce un Renault 5  con más de veinte años que emite petardazos de humo negro por el tubo de escape. Circula, eso sí, con precaución y lentitud;  quizás con excesiva lentitud , a juzgar por los improperios y bocinazos con que se ve obsequiado por los vehículos que le adelantan. 


- Dale un poco de caña, Pepe ─apremia el tío de JM─, que tengo que pasar por casa de mi sobrino a regarle las dos plantas que tiene. A ser posible, en esta reencarnación.
- Eres muy gracioso. Si aprieto más acelerador me quedo sin motor.
- Podrías comprarte otro coche. Este está ya muy cascado.
- Pues como nosotros, hombre, como nosotros. Que el tiempo pasa para todo. Además, ¿de dónde voy a sacar los billetes? Como no lo pagues tú, porque yo, con la pensión que me han dejado, la madre que los parió...
- Anda, tira para la calle de mi sobrino y no te pongas nervioso,  a ver si vamos a tener un accidente.





viernes, 5 de noviembre de 2010

UNA MUJER DE PASO


Nunca volvieron a cruzarse
nuestros laberintos de carne y hueso.
Perdidos con los nombres
que hicieron lumbre de las sombras
donde ni siquiera
lo soñado va más allá.

La llama de las velas
desnuda cuerpos que ya no están aquí.
Pero, como si fueras a venir,
cierro los ojos desdoblando el olor de la niebla,
el interior de las zonas deudoras
que aún cuelgan unas dentro de otras.

Y casi toda la luz del atardecer sirve
para ablandar mi resistencia a pensar en ti,
en tus abrazos de viento que no dejaban lugar
para fugarme hacia los espejismos de los muertos.