domingo, 25 de marzo de 2012

PASEO NOCTURNO


Suelo extraviar
pequeñas sensaciones en la noche
más allá del deseo absoluto de los recuerdos
que giran impasibles en su enfrentamiento
con una voz que vuelve fiel como un acorde interno.

No existe ningún vínculo de gastada
ferocidad entre cuerpos que se mezclan en una frontera gris
y lo que queda son tendencias de reconocimiento, escenas
de manos abasteciendo al aire nocturno de placer,
las huellas hechas islas sobre espejos oscuros,
la visión del vacío, el color de la nada,
su rostro entramado en el rojo profundo,
sus labios rozando lo invisible. 





martes, 20 de marzo de 2012

LA MARIPOSA NEGRA: AROMA SATÁNICO


A medida que nos adentrábamos en las calles del centro, nos acogían las sábanas solemnes de las sombras que prolongaban los primeros restos arqueológicos. La ciudad había sido un emplazamiento colonizado por distintas civilizaciones durante milenios y exhibía numerosas huellas de sus pasos: plataformas con esbeltas columnas romanas, lomos grisáceos y dentados de murallas púnicas, vestigios de un templo aún más antiguo erigido en honor a Moloch, el Devorador…  Algunas ruinas recientemente restauradas gozaban de una privilegiada iluminación, pero en otras zonas el  alumbrado era bastante más exiguo e incluso inexistente. El polvo que flotaba bajo las farolas adquiría el reflejo del hueso pulido y enmarcaba la espesura nocturna en ominosos cedazos. Un silencio anormal nos sepultaba, sin que Mónica pareciera percatarse de ello. Mientras, yo me sumergía en recuerdos que me trasladaban a lecturas de mi adolescencia. Textos arrumbados en el olvido,  propiedad de un distante antepasado, que describían furiosos paisajes y cielos fulgurantes de una ancianidad innombrable, reflejos de una lucha invisible entre seres que transitan de eternidad en eternidad.
 De repente, Mónica me cogió de la mano e hizo que nos detuviéramos  en uno de esos puntos casi sin luz donde era posible observar mejor el firmamento. Un cielo con un fondo enrojecido, como el de mis pensamientos, pero que todavía mostraba a intermitencias  los arañazos de las estrellas fugaces.
-    Cerremos los ojos –sugirió– y pidamos un deseo.
-    ¿En qué quedamos? –repliqué- Pero si te has enfadado antes porque  entorné  los párpados un segundo…
-    Es distinto, tonto Qué falta de  tacto tienes.
-    Está bien, como quieras.
Antes de volver  a abrir los ojos, sabía que otra presencia se había colocado delante de nosotros. Deseé que se tratara de un falso  presentimiento. Pero no lo era: nuestra diabólica acompañante de toda la noche emergió de la densa penumbra.
-    Dame la placa que llevas colgada en el pecho – exclamó sin preámbulo.
No portaba ningún arma, pero me invadió un súbito temor al notar que un gélido vaho me recorría y trataba de profundizar en mis entrañas.
-    Toma esto –añadió la aparición, extendiendo una mano que sujetaba una pequeña bolsa de tela- y métela dentro.
-    Escucha –respondí tranquilo–, si necesitas dinero…
-    Calla y haz lo que te digo.
Mónica era incapaz de soltar una palabra –por increíble que resultara– y se limitaba a presionarme con fuerza la mano.
-    Te pareces –comenzó por fin a decir mi amiga–, te pareces  un montón a…
Nuestra asaltante se agitó, irritada por la trivial injerencia.
-    Tú cierra la boca  –ordenó de nuevo.
Aproveché la circunstancia para liberarme del agarre de Mónica e intentar tomar a la mujer por los hombros con el fin de apaciguarla. Pero ella se movió con inaudita rapidez y se colocó detrás de Mónica inmovilizándola con una presa.
-    Obedece o le rompo el cuello.
De improviso, se oyeron pasos apresurados y otra figura femenina se descolgó de la oscuridad. Alta, larga melena negra, mirada chispeante de cólera, vestida con falda corta, cinturón de hebilla ancha y  ajustada blusa con profundo escote de pico: era Rima.
-    Hija de Satán. Deja libre a la chica –chilló.
Luego, desplazándose con la suavidad de una sombra, se dirigió a mí.
-    Dame esa chapa, JM. Por favor, confía en mí.
Deslicé por encima de la cabeza la pesada cadena de plata con la placa y se la entregué a Rima. La otra mujer liberó  entonces a Mónica y alargó la bolsa.  De repente, con un gesto casi imperceptible, placa y cadena salieron despedidas de la mano de Rima y se estrellaron en el rostro de la desconocida, que emitió un alarido como si la hubieran rociado con aceite hirviendo. Acto seguido, salió proyectada al encajar una patada lateral que Rima le aplicó con una de sus pesadas botas de bordes metálicos. Mientras la mujer permanecía de rodillas y se frotaba la frente, recobré la placa. Rima me abrazó con fuerza, pero, sin más dilación, agarré a Mónica y salí corriendo con las dos sin detenerme a mirar a mis espaldas.
Trotamos a ciegas por un callejón lóbrego hasta abocar a una plaza bien alumbrada y  embellecida  con  setos escalonados y pérgolas envueltas por trepadoras. Un coche de la policía local estaba estacionado en la otra esquina. Sosegamos nuestros pasos y enseguida los agentes advirtieron nuestra presencia, con visibles muestras de curiosidad pero sin ademán de salir del vehículo. Pensé en contarles lo sucedido, pero, ¿qué podría decir?, ¿que una mujer con ojos de diablo y sin armas había intentado atracarnos?
-    Desde luego, salir contigo de noche es tener la fiesta asegurada –dijo Mónica bufando-. Y, encima – agregó–, como somos pocos aparece tu amiguita la rumana. ¿Es que no puedes asomarte a la calle sin que te persiga un club de fans que parece sacado de un manicomio?
-    Pero qué fans ni qué… Yo nunca había visto antes a esa perturbada. Y en cuanto a Rima, ya puedes darle las gracias porque nos ha sacado del atolladero.
-    Vale, pues ¡gracias!
-    De nada –contestó distraídamente Rima, que todavía vigilaba el camino por donde habíamos llegado.
-    El caso –prosiguió Mónica–, es que esa  loca era  clavadita a otra persona que conozco, pero desde luego no se trata de ella. Esta tiene cara de ángel maligno con ojos de pescado muerto y la otra… Pero, vamos, como dos gotas de agua. Cuando se lo cuente no se lo va a creer.
-    ¿Qué os parece si vamos al bar de una amiga mía? –propuso Rima interrumpiendo el monólogo de Mónica–. Allí estaremos bien. El lugar se llama Dukh.
-    Vaya, me has leído el pensamiento –dijo Mónica–. El nombre de tu amiga es Sight, ¿no?, la dueña del Dukh.
-    En efecto. Veo que también la conoces. ¿A ti te apetece, JM?
-    De acuerdo. Con tal de estar tranquilos un rato. Hoy no tengo ya ganas de más sobresaltos.
Pero, muy en contra de mis deseos, en alguna parte debía de estar escrito que no dejarían de faltarme sorpresas el resto de la noche.
Según me dijeron, no estaba lejos el sitio hacia donde nos encaminábamos. Rima se había anudado a mi brazo y sus caderas me rozaban con cada movimiento. Mónica mantenía sujeta la mano del otro lado con firmeza y no cesaba de murmurar improperios.
-    Anda, rico, que para un día que salimos no dejas de organizarla – soltó finalmente en voz alta.
-    Ya me lo has dicho antes –repuse de mal humor–. Pero no sé por qué me tienes que echar a mí la culpa.
-    Fácil: porque siempre te rodeas de las tías más raras.
-    Eso es verdad. No hay más que verme en este momento.
-    Oye, carapalo, lo dirás por la babosa de tu rumana.
-    ¿Qué me ha llamado la gordita esta? –intervino Rima.
-    ¿Yo gordita? Tú sí que estás hecha un escuerzo, se nota que en tu país te alimentabas de brezos. ¿Tú qué opinas, JM?
-    Que tienes una línea perfecta… –declaré conciliador –. Pero, vale ya. Tengamos paz.  O si no, os dejo en…como se llame ese bar y  me marcho ahora mismo.
-    No sé cómo tengo tanta paciencia –insistió Mónica –. El caso, es que no dejo de pensar... ¿Qué hacías tú por ahí a esas horas? –le preguntó a Rima adelantándose un poco.
-    Paseando. Iba de camino al Dukh.
-    Ya... Y otra cosa –esta vez giró su cabeza hacia mí –, por qué tenía tanto interés esa chiflada en tu placa. ¿No es una chapa de aluminio con datos de identificación que se utiliza en el Ejército?
-    Bueno, no exactamente. Esa la tengo guardada, me trae algunos viejos recuerdos que preferiría mantener encerrados en un cajón. Lo que llevo es una lámina que ha pertenecido a mi familia durante generaciones. Está hecha de un metal que desconozco, y ha sido perforada con símbolos cuyo significado también ignoro.
-    Entonces, no entiendo nada.
-    Es probable que viese la cadena asomando fuera de la camisa y pensase que llevaba algún colgante valioso. Lo más seguro es que se tratase de una drogadicta en pleno mono, atracando al primero que se le pusiese por delante con tal de pagarse una dosis.
Rima no comentó nada. Suspiró con hondura y se limitó a estrecharse más contra mi costado.
En el interior de un BMW negro aparcado no muy lejos de nosotros, alguien silenciaba el volumen de un reproductor mientras en la pantalla seguía centelleando la información del archivo de música: “Black Tattoo”, del cantante croata Urban.  Intercambió unas frases breves en ruso con el hombre que estaba sentado a su lado y a continuación presionó un botón de marcación rápida en su teléfono móvil.  Poco después, Nikolai, el lugarteniente del general Titov, respondía a la llamada desde Kirguizistan.
-    ¿Habéis hecho ya la visita a Sight?- preguntó.
-    Todavía no. Pero se ha producido una novedad.
-    ¿De qué se trata?
-    Hemos visto a Mavra, Mavra La Oscura, en la ciudad; siguiendo al tipo que conoció Rima.
-    ¿Mavra? ¿Qué estará buscando allí? Hace tiempo que habíamos perdido su rastro. Su intervención sólo significa problemas. Y todavía más con Sight de por medio.
-    ¿Quieres que nos encarguemos de ella?
-    No. Esa mujer es una bestia del infierno. No tendría ni para empezar con vosotros. Ya nos ocuparemos de ella más adelante si se entromete en nuestros asuntos. Entre tanto, seguid con lo planeado, ¿entendido?
-    Lo que tú ordenes.
La música rock tronó de nuevo dentro del vehículo con otro tema de Urban. Si hubiera podido ver el título en la pantalla del reproductor habría pensado que se ajustaba a la perfección  a los acontecimientos que me rodeaban: “Aroma Satánico”.



domingo, 11 de marzo de 2012

LA MARIPOSA NEGRA: WINA, LA SANGRE (FRAGMENTOS)


Biskek, Kirguizistán, Asia Central.

Si hay infierno, una de sus bestias tomó hace ochenta y seis años la apariencia humana de Titov. Sólo algo semejante justificaba su ilimitada crueldad y el hecho de que su cuerpo decrépito, paralizado y devastado por las enfermedades, resistiera aún.
Ahora, sobrevivía recluido en un apartamento situado en una de las anchas avenidas de Biskek, la capital de Kirguizistán.
(...)
Cuando el hombre que estaba situado enfrente rompió el silencio, unos fugaces destellos de vida escaparon de las pupilas de Titov, como si fueran los postreros relámpagos de una tormenta de infinita maldad.
-    Todo se ha llevado a cabo según sus órdenes, mi general.
-    Bien, Nikolai ¿Cuándo llegará El Libro de los Sollozos?
-    Oleg viene de viaje, vía Londres. Mañana lo tendremos.
-    ¿Algún problema? Tatiana nos ha estado entreteniendo colocando falsas pistas en todas partes.
-    Sight: ahora Tatiana se hace llamar Sight. Qué bonito nombre, ¿no? –dijo Nikolai con una mueca de desprecio.
-    Sight, Tatiana, da igual cómo diga llamarse. Ha llegado el momento de conseguir lo que hemos estado persiguiendo con tantos esfuerzos. Y, de paso, cobrar viejas deudas. Pero contéstame, ¿hubo algún contratiempo?
-    Ninguno –Nikolai se estremeció por un momento cuando la mirada vacua pero calcinadora del anciano penetró en él–. Nada importante... –hizo una breve pausa–. El único tropiezo fue la maldita coincidencia de que, Rima, ya sabe –intentó aclarar–, la amiga de Sight...
-    Sé bien quién es Rima –atajó Titov–. Ha sido la protegida de Tatiana desde que era una adolescente. Continúa.
-    Pues, dio la casualidad de que Rima apareció acompañada de un hombre cuando Oleg estaba buscando el cofre con el libro. Pero no tuvo ninguna dificultad para llevárselo.
(...)
-    Hemos estado observando después el domicilio de Rima y no ha habido movimientos anormales ni se ha detenido ninguna patrulla de la policía.
-    Está bien ─replicó el general─, pero investiga a ese individuo. No me fio de Tatiana. Podría ser un nuevo guardaespaldas o alguien desconocido de su ejército de engendros.
(...)
-    Dentro del Libro de los Sollozos estaban las hojas de pergamino con las ilustraciones antiguas tal y como nos describió. Pero tardaremos un tiempo en comprobar su autenticidad.
-    Será auténtico. Tatiana o, ¿cómo dices que se llama ahora?
-    Sight
-    No se arriesgaría a dejar una falsificación: nunca expondría a Rima a una posible agresión por nuestra parte. Por otro lado  –Titov paró un momento, para compensar su trabajosa respiración–, no tenía más remedio que intentar desviar nuestra persecución, aunque fuera al precio de concedernos algo. Necesita ganar tiempo para ocultar lo que en realidad importa: la piedra – hizo otro breve descanso, emitiendo el eco de un gorgoteo procedente de sus pulmones –. Ya ha llegado la hora de conseguirlo todo. Esa Sight se ha burlado demasiado de nosotros. Después, podré por fin ajustar cuentas con ella.
La voz de Titov fluía cada vez más pesada y opaca, sin completar del todo algunas palabras, pero el otro hombre llevaba junto a él gran parte de su vida y alcanzaba –al menos, eso pensaba– a comprender incluso sus silencios. Cuando estaba finalizando la segunda Guerra Mundial, Titov  era un ambicioso y jovencísimo oficial, que recién salido de la Academia del Ejército soviético había aceptado con entusiasmo su primer destino en un Gulag. En el campo de Morovinka, situado al norte de Rusia, había demostrado un extraordinario celo en sus funciones, que le llevó a traspasar todos los límites de la perversidad. Un salto del que ya no volvería atrás.
Muchos años después, en los desiertos y montañas de Afganistán, había engrosado su aureola de crueldad durante el sangriento conflicto que mantuvieron los afganos con los invasores del Ejército soviético. Allí, como consecuencia de sus monstruosas acciones, se ganó el sobrenombre de Wina (La Sangre, en idioma pasthún).
(...)
-    Nikolai  – prosiguió Titov, después de recuperarse por unos instantes–, ya sabes que te considero como a un hijo. Yo ya he finalizado mi vida, sólo deseo escapar de esta tortura que me tiene atado a una silla, pero tenemos que arrebatar la piedra a esa mujer. Si el pergamino es auténtico, contiene las instrucciones adecuadas para manipular ese objeto sin dañarlo y aprovechar al máximo sus propiedades. Tú sabrás emplearlas; eso te reportará un inmenso poder y riqueza, y yo disfrutaré de mi venganza.
-    No se preocupe, por fin lo conseguiremos. Conocemos el actual paradero de Sight: se ha establecido en España, en una ciudad de la costa Mediterránea. Sabe que la perseguimos desde que escapó de aquí, de Kirguizistán, y debe haberse cansado de huir. En cualquier caso, esta vez esa zorra no se escapará.
Un débil acceso de tos agitó a Titov, y por las comisuras de los labios brotaron sendos hilillos espumosos que el general limpió arrastrando con torpeza un trozo de celulosa.
Se estaba muriendo, no podía desperdiciar el tiempo.
(...)
-    Recuerda –dijo el general con esfuerzo–, que debe permanecer viva hasta que tengamos en nuestro poder esa piedra, esa... esmer...es...
-    ¿Esmeralda? No es una esmeralda. Es una piedra preciosa que se asemeja a una esmeralda, pero en realidad no sé sabe qué es. Sight mandó analizarla, y pudimos averiguar que tiene una composición asombrosa, algunos elementos son extraordinarios en nuestro planeta, y otros no son conocidos.
-    Quizás no se pudieron completar más los análisis...
(...)
Nikolai abandonó el apartamento y de inmediato cesó la constricción glacial que atenazaba su interior en presencia de Titov. Había estado unido a él desde que comenzó a desempeñar su carrera y le destinaron a Afganistán. Después, el general se retiró y él mismo dejó el Ejército, para formar, junto a otros excombatientes, un grupo que trabajaba en los oscuros negocios de su antiguo jefe militar. Pero todavía seguía sintiéndose traspasado por esa especie de insondable inhumanidad que desprendía.
 Por fortuna, no creía que los rescoldos de ese cuerpo agónico le mantuvieran vivo mucho más, y entonces no sólo ocuparía su puesto sino que la misteriosa piedra pasaría a ser suya.
Titov retornó a la negrura de su propio abismo en cuanto Nikolai se marchó. Allí era donde únicamente no le alcanzaba el dolor de sus enfermedades y encontraba una maligna fuerza para seguir existiendo. En la libertad de sus tinieblas, rió y rió sin control, aunque en la habitación persistía el dominio del silencio.
Qué estúpido era su ayudante: no tenía idea de las facultades de la piedra. ¿Construir un láser de potencial inimaginable? No creía en absoluto que sirviera para tal fin, pero había sido fácil que la idea calara en la mente de una persona como Nikolai, tan obsesionado por las armas. Incluso, aunque fuera posible, no tenía la menor importancia en comparación con los otros beneficios que podría obtener de aquella enigmática gema: sus orígenes eran desconocidos, pero había pertenecido durante siglos, tal vez milenios, a una antiquísima sociedad que utilizó sus poderes para prolongar la vida de sus adeptos, inmunes a cualquier enfermedad o deterioro, de forma casi indefinida. Ese era el secreto que había ocultado la familia de la mujer que ahora se hacía conocer como Sight.  


domingo, 4 de marzo de 2012

ALGO ENTRE NOSOTROS



Tu voz hecha sin tiempo
entra en el mapa de mis sueños fantasmales
y se enlentece en la orilla silenciada
de este destierro de nieve negra.

Ahora la luna usurpa
la forma de tu ausencia,
la inmovilidad de tus dedos sobre mi pecho,
tus labios como charcos de agua brillante.

Atravieso límites de luz agonizante
como un crepúsculo de sangre,
la penumbra de máscaras violetas
que antes temía mi espíritu.
Tu voz hecha sin tiempo
sirve de tránsito en la dulce niebla
que crece entre nosotros.