martes, 28 de junio de 2016

LUX IN TENEBRIS


Hubo un tiempo en que estuvimos muy unidos, cada uno se asomaba al mundo desde escaparates diferentes, pero aprendí mucho de sus palabras y aún más de sus silencios. Luego, hace ya demasiados años, algo nos distanció profundamente, algo que no recuerdo pero que estoy seguro nunca llegó a ser importante. Así es la vida a veces, nos lleva por otros caminos pero dejando atrás, sin darnos cuenta, parte de nosotros mismos.

El domingo me llamaron para decirme que había muerto. Que se había ido en silencio, casi como no queriendo molestar, como había sido toda su vida. Me lo dijeron justo cinco minutos antes de volver a Madrid desde la costa. El funeral y la incineración serían al día siguiente en Jalen, donde había vivido. No supe qué hacer durante cinco segundos, después de tanto tiempo…, ya para qué…ya no podría pedir perdón si es que tenía que pedirlo, ya no podría hablar de esas cosas que habían ido quedando entre nosotros. Pero, enseguida decidí que tenía que acudir a esa, si se quiere, simbólica e inútil despedida. 


El lunes temprano salí para Jaén, serenándome un poco durante el camino. Pensando en otras cosas tan importantes en mi vida que había perdido por estúpido orgullo, por no saber decir lo siento. El lugar donde se celebró el funeral era una pequeña y hermosa iglesia de estilo románico. Nadie me conocía entre los asistentes y me sentía casi como si solo estuviera en espíritu.
Cuando todo acabó, emprendí viaje a Madrid, ya con el sol poniéndose detrás de los olivares.


En algún momento del camino, paré en una gasolinera y traté de descansar un poco y de sobreponerme a la sensación de fatiga y de abatimiento que sentía. Tenía la impresión de que todo lo que estaba haciendo últimamente en mi vida personal era un desastre. No sé, envié un mensaje por whatsapp sabiendo que no podría ser entendido, que no podría ser ayudado si no era capaz de abrirme más… Pero no podía.


Comencé a sentirme mal también físicamente pero no por ninguna causa material. La sensación era de que una tiniebla toxica me había dado alcance, una oscuridad de hielo atravesaba mi piel, reclamaba mi alma como una posesión suya. También sabía que después de ese sufrimiento, si la oscuridad conseguía dominarme, llegaría otra vez la paz, una paz cruel, odiosa, porque consistiría en no necesitar amar ni ser amado, en silenciar los recuerdos,  en la disolución de la pasión y del deseo.


Apenas pude alcanzar los lavabos de la gasolinera y vomité, como quien está sufriendo los efectos de un veneno que trata de expulsar.
Rato después volví a meterme en el coche y regresé a Madrid donde llegué de madrugada.


Cuando entré en mi casa tiré mi bolsa de viaje a un lado y me arrojé en la cama. Antes de caer en un sueño plagado de pesadillas recordé una frase, creo que del evangelio de Juan: “La luz brilla en la oscuridad, pero la oscuridad no lo comprende.”


Esta mañana, de alguna manera, he conseguido volver al trabajo.

domingo, 12 de junio de 2016

J




Sin necesidad de ti
Cuando la noche me toma para salir descalzo
Mi sueño es un dibujo en el vapor del espejo
Mujer de ojos parecidos
A los atardeceres que yo amaba

martes, 7 de junio de 2016

CUANDO NO SEAMOS EXTRAÑOS


Cuando por fin me encontraste
-nunca lo habíamos dado del todo por perdido-,
Sabías que escribía como esos animales que salen a cazar de noche.
En la oscuridad encontraba mi alfabeto,
Mis armas y mis escudos,
Para recorrer caminos de tormentas violeta
Donde solo hay rostros apartados para siempre del sol

A veces amamos
Más de lo que hemos pensado,
Cuando parece que solo existimos
Para ser viento o agua que mueven otros.
Pero de pronto me levanto porque la voz que ha estado
Todos estos años como un talismán colgada de mi cuello
Me despierta y me doy cuenta
De que estaba dormido
Sobre una cuerda hecha de sombras.

¿Cómo no iba a encontrarte?
¿A no mirarte con unos nuevos ojos?
La luz que tantas veces me he negado
Ahora brota terca desde el centro de tu vida
Como un salvoconducto a mi nombre
Señor JM queda usted autorizado
A traspasar los umbrales de las palabras
A pasar sobre una senda segura en el campo de minas
A mirarme desde el otro lado del escaparate.


Ah, la luz, la luz…
Ahora comienza la primavera
Y podemos empezar a sembrar los primeros recuerdos que hemos recogido
-los besos girando al compás de los blues,
las horas removidas de los lunes,
tus manos hablando con las mías-.

Me pasa contigo como con las olas
Del atardecer, y la luna llena de mayo,
Y el viento suave que suena como un aleteo.
No sé por qué  los amo,
Por qué amo la luz brumosa de los faros,
Por qué te amo,
No sé si estaba escrito

Los días pasan rápidos.
Salgo del trabajo, me escondo en pequeñas
Calles, en bares vacíos junto a una cerveza,
Y dejo en el felpudo el alma cuando llego a casa y recibo
Una caricia legal.
Me pregunto cómo sería
Si estuviera todos esos momentos
De mi vida contigo
Y no convirtiera nuestros sueños
En un jardín abandonado
Sediento de flores frescas
Por el que sólo tardíamente pasamos.






jueves, 2 de junio de 2016

LA BILLETERA


No era mucho
pero era cuanto teníamos.
De sobra para comprar
besos de caramelo,
bengalas para nuestros ojos,
huecos para nuestras manos.

Ahora el tiempo ya no nos pertenece.
Es de los otros
-ellos están siempre esperando-.
De las mariposas que liban de noche,
en nuestras sonrisas,
de los pájaros que vuelan
detrás de otras ventanas.

Los billetes envejecerán
en la billetera que aprieta
como una daga envenenada
sobre el corazón vacío.
No era mucho
lo que guardábamos para comenzar el viaje
que habíamos deseado tanto,
quizás toda una vida

Ahora ya no tengo memoria.
No sé si te he tenido en mis brazos
o solo te he abrazado en sueños.
Espero palabras tuyas.
Me cuesta leer, me cuesta  pensar
en las cosas que hablábamos.
Busco mi billetera y no la  encuentro.
Ni está mi corazón.
Pero amor en mis dedos fríos conservo los billetes
-te juré que no los perdería-
aunque ahora sean hojas inofensivas
que se volverán invisibles.

Se acabó
-me digo-,
mañana dolerá menos.
Pero voy hacia el mismo lugar
donde me esperabas
hasta que te daba el primer beso
y el reloj corría a la velocidad del pulso.
Todos los escaparates tienen reflejos grises
como cuando es noche cerrada
en una calle sin luces,
como si adivinaran que  nunca volverán
a vernos caminar juntos.