domingo, 19 de febrero de 2012

LA MARIPOSA NEGRA: LAS PUERTAS DE LA DOMINACION (1)

Cuando llegó la hora de mi cita con  Mónica, la noche decidió arroparse con las vestimentas de  lo extraño.
Al salir del aparcamiento subterráneo frente a la Dársena Norte, me detuve encandilado por la bóveda del firmamento, rasgada sin reposo por los cauces encendidos de una lluvia de estrellas fugaces: era la fecha de las Perseidas, más conocidas como las Lágrimas de San Lorenzo.  Algunos meteoros se precipitaban en el escenario nocturno con una estela  opalescente  y otros trazaban surcos azafranados casi horizontales. A veces, en mi imaginación alterada por los acontecimientos  pasados, se asemejaban a  globos de fuego celeste celebrando una danza lenta y efímera.
Todavía resonaba en mi mente la tormentosa voz de Diamanda Galas que había estado escuchando en el coche:
        “Sex is violent,
          Sex is violent,
          Sex is violent”
Respiré hondo, me froté los párpados y descendí hacia un espacio más inmediato y tangible: Mónica me esperaba cerca de allí, junto al monumento a la batalla de Guad-el-Jelú. Conforme me acercaba, podía distinguir su silueta de suaves redondeces, su melena rizada color dorado, sus gestos vivarachos, y los vaqueros claros en pitillo que ponían de relieve sus sugerentes prominencias traseras. Recordé las circunstancias en que nos habíamos concido. Nadie nos había presentado. Coincidimos en una de esas trenzas del pasadizo de la vida en que lo inesperado une a dos viajeros que, de otra forma, pasarían de largo mirándose con la sospecha de haberse encontrado en un borroso pasado.


 Al comienzo de la época veraniega, antes de ocupar el domicilio actual, tomé la costumbre de pasar las tardes en una playa llamada Los Limejos, que distaba pocos kilómetros de mi lugar de trabajo. Las arenas sedosas cercaban un lago de aguas marinas, mansas y transparentes: un lugar perfecto para relajarse.  Con frecuencia descubría a Mónica ya tumbada al lado de donde yo solía  situarme. Nos limitábamos a un cortés saludo o a una sonrisa de tácita complicidad. Ignoraba si ella recordaba que yo la había visto con anterioridad durante un certamen de pintura, clavada delante del cuadro que exponía con el título de “Tonto con perro y fondo negro”. La obra no carecía de algún mérito, en particular por la mirada inteligente del animal en comparación con la vacuidad de la del hombre (más tarde sabría que era un retrato del ex marido y su mascota), pero no suscitó demasiado entusiasmo en el jurado. En cualquier caso, por entonces, ni ella ni yo atravesábamos una fase proclive a establecer nuevas relaciones personales.
No lejos de la orilla, había una pequeña  tienda en una de las contadas casas de pescadores que aún se conservaba en pie entre los modernos edificios.  Ginesa, que sobrepasaba  la edad de su vetusta posesión, la había mantenido abierta cuando falleció su marido y aprovechaba los ingresos obtenidos con la afluencia del turismo estival para ir sobrellevando el resto del año. Yo mismo hacía casi todos los días alguna compra para la cena cuando me marchaba de la playa. La tarde en que Mónica y yo convergimos en el mismo arco del destino, sólo había otro cliente en la tienda, pero Ginesa movía sin descanso la palanca de la máquina de café.  El líquido oscuro iba llenando una gastada cacerola hasta que por fin alcanzó el borde.
-    ¿Alguna cosa más? –preguntó Ginesa.
-     Nada –respondió la clienta con sequedad-. Tome, cóbrese.
 La mujer que extendió el billete tenía el pelo recogido y estirado hacia atrás con pulcritud, y su piel, con una tersura de espejo deslustrado, podría haber correspondido por igual a cualquier edad. O a ninguna. Sus brazos no denotaron tensión al sujetar la cacerola y girarse para salir, pero su frágil figura vaticinaba que no podría mantener el peso mucho tiempo.
-     ¿Quiere que le ayude? –me brindé.
-     No, no se moleste –replicó dirigiéndose a la salida.
 Permanecí un segundo parado mientras la veía salir, componiendo una escena que se me antojaba del todo estrambótica. Enseguida decidí que insistiría en mi ofrecimiento y  corrí detrás de ella. No estaba fuera, aunque era imposible que hubiese andado tan deprisa sosteniendo la carga que llevaba.  En la arena quedaba un rastro de improntas producidas por un goteo reciente que conducían, junto con unas diminutas pisadas, al filo del agua. Miré de nuevo a mi alrededor, pero no conseguí descubrirla entre las numerosas personas que todavía atestaban la playa. Perplejo, volví  sobre mis propias huellas a la tienda.
-    Ginesa, ¿no te parece chocante esa mujer con una vieja cazuela repleta de café?
-    Tendrá invitados muy cafeteros. Y a lo mejor la ʹpobreticaʹ no tenía otro cacharro donde ponerlo –resolvió  Ginesa, sin ánimo de secundar mi interrogante-. ¿Qué te vas a llevar? –añadió, centrándose en lo que le interesaba-. Tengo ʹpastel de La Ciervaʹ muy rico, es del día.
-    Ya sabes que no me hace mucha gracia. Prefiero otra cosa... ¿Tienes de esas empanadas de espinacas?
-    ¿Qué? No te entiendo con el bullicio de ese avión.
En un extremo del lago, casi en sus límites, existía un pequeño aeropuerto que era utilizado como auxiliar del principal, situado en el centro de la región, y servía de terminal para pequeños aviones de hélice que transportaban sobre todo turistas alemanes e ingleses.
-    El sonido de esos motores no es normal -murmuré, preocupado.
-    ¡Ca, todos hacen el mismo ruido!
-    Que no, Ginesa. He pasado muchos años viajando en peores trastos que esos y te digo…
 La cabeza me retumbó como si el estrépito surgiera del interior de mi cráneo y un huracán de tinieblas palpitantes atravesó mi campo visual con la velocidad de un relámpago.
-    ¿Estás bien, hijo?
-    Va a suceder algo, voy afuera.
 Ginesa se quedó mirándome sin entender nada y, ya en el exterior, distinguí al avión que estaba realizando una maniobra abrupta de aterrizaje. El aparato tocó tierra, rebotó en la pista y salió disparado hacia la zona del mar donde los bañistas retozaban despreocupados. Por fortuna, tras deslizarse un corto trayecto por la superficie, se detuvo a unos cien metros de la orilla. Las aguas del lago en aquella parte se caracterizaban por su escasa profundidad, apenas sobrepasaban el metro y medio, y el fondo era fangoso, lo que había contribuido a neutralizar la inercia del aparato. Tras la alarma inicial, la mayoría del público que se encontraba bañando huyó precipitadamente hacia tierra, mientras que unos pocos decidieron aproximarse con cautela al lugar de la catástrofe. Entretanto, yo había telefoneado ya al número de emergencias y salía disparado para intentar auxiliar a las posibles víctimas. Y, en efecto, algunas personas, aturdidas y vacilantes,  comenzaron a surgir de una puerta. En mi carrera dentro del agua casi choqué con Mónica, que iba en la misma dirección.  Los accidentados que habían logrado escapar llegaron a nuestra altura y fueron socorridos por otros improvisados voluntarios que los condujeron hasta la playa. Mónica permanecía a mi lado.
-    Vete con ellos y ayúdales –ordené.
-    ¿Y tú dónde vas?
-    Voy a mirar si queda algún pasajero herido.
-    Voy contigo –respondió  Mónica con resolución.
En ese momento, apareció el piloto que, colocando las manos en torno a la boca a modo de bocina, gritó lo que creímos entender como: “¡No hay peligro! ¡Vengan aquí!”. Y prosiguió haciendo señas para que nos acercásemos.
Sin embargo, desde nuestro punto de observación podía ver con claridad un hilo de humo denso que escapaba de uno de los motores.
 Un instante después se produjo la explosión.
 El tiempo se paralizó ante mi vista y distinguí cómo inexorablemente un trozo de fuselaje avanzaba girando en el aire con letal resplandor hacia donde Mónica y yo estábamos emplazados.  No era, por desgracia, la primera vez en la que me veía amenazado por una deflagración. De inmediato, apresé la cabellera de Mónica y la tiré de espaldas sin miramientos. Continué arrastrándola mientras trataba de alcanzar el fondo grumoso con la mayor rapidez.  El metal pasó hendiendo el agua con un macabro silbido a escasos centímetros por encima de nosotros.
-    ¡Ay! Podías haberme avisado antes. –protestó Mónica después de salir a la superficie entre toses y masajeándose la nuca.
-    Entonces estarías muerta –dije por respuesta.
Reparó atónita en el fragmento de la aeronave que brillaba incrustado en el fondo un poco más atrás.
-    Supongo que sí. Creo que te debo la vida. Gracias.
-    Hemos tenido suerte.
-    A propósito, me llamo Mónica.
-    Lo sé. A mí me llaman JM.


Un poco del mejor Deep House, para soñar.

22 comentarios:

  1. Hay una tendencia en mi sobrino a fragmentar los recuerdos reflejados en las crónicas de la Mariposa Negra. Por lo que yo sé, después del encuentro con esa rumana llamada Rima estuvo en el extranjero durante unos meses antes de volver a la ciudad de la costa donde se había establecido tras marcharse de Madrid.
    Tenía pendiente una cita con su amiga Mónica desde hacía tiempo.
    El tío del Intimista

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  2. Un placer leerte, nos haces imaginar cada frase, cada actuación del relato, eres un gran escritor, te felicito JM.

    Un beso.

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  3. Seguimos la historia con mucha atención relatada espectacularmente!
    El video me encantó, te dejo un fuerte abrazo a la distancia.

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  4. Un encuentro así debe tener un final explosivo. Me encanta pasar a leerte, me maravillan tus letras y tú manera de sumergirnos en ellas.

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  5. Me encanto verte encandilado mirando al firmamento.
    …Y supongo que algo mas nos contaras de la mujer del café que desaparición en la playa, me intrigó. Del todo romántica la forma de conocer más de cerca a Mónica, es lo que toda mujer ha deseado alguna vez, ser arrastrada por un valiente tío de la cabellera… jajaja
    Me encanto y como sé que continuara me gusta mas…

    Besitos.

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  6. María, es facil escribir con intensidad las cosas que se han vivido con pasión. Gracias por tus palabras, corazón.
    Besos.

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  7. Cristina, gracias por tus bonitas palabras, el video la verdad es que es sensacional.
    Besos.

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  8. Night, toda mi vida me han pasado cosas extrañas, he tenido encuentros extraños, y en ocasiones un encuentro poco normal después no se queda en nada, esa es la realidad. No creo en las casualidades. Pero a veces sí se cumplen las premoniciones y entonces, entonces,es como vivir otra vida.
    Besazos.

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  9. Campoazul, me gusta mucho detenerme por la noche a mirar por unos instantes el cielo y la luna, apartar la vista del suelo y de lo que me rodea.
    Esa mujer tan rara con la cacerola de café es otro elemento recurrente en mis relatos: la mujer con un rostro sin tiempo que se aparece en determinados momentos y presagia que algo va a suceder, anuncia que se está abriendo una "anomalía".
    Besotes.

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  10. Tío por fin apareses , siempre paso ya tarde por el Blogg de JM , antes de irme a la cama me pongo a leerle y quedo tan emocionada que luego tardo en dormir jajaja es que todo me resulta muy intenso , me imagino a JM junto a Mónica en ese momento cuando ese metal paso a casi centímetros de ellos , vaya que si tuvieron suerte que no les pasara nada grave

    Bueno Tío querido es tarde ya me retiro te mando un beso y dejo otro para JM

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  11. Tus letras siempre con una hermosa explosión....Un fuerte abrazo Inti..

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  12. Hola mi querido Inti!!!!

    Sensacional relato!!
    El mirar las estrellas es fascinante,la noche y su grandiosidad llena de misterios,aprovecho para agradecerte tus comentarios y para que sigas soñando a la orilla del mar.

    Tienes una facilidad innata en encuentros al borde del límite,a tu lado no hay tiempo para el aburrimiento y eres una segura tabla de salvación para cualquier situación.

    Tu sexto sentido te dijo que algo iba a ocurrir,eso o que tu oído esta acostumbrado a los sonidos que emite un avión,o las dos cosas,jaja,de cualquier forma estabas allí,en el preciso momento para ayudar a quién lo necesitara y salvando a Mónica de un golpe mortal.

    Me parece estar en esa playa viendo aterrizar al avión,cómo se llama cuando lo hacen dentro del agua?

    Lo cuentas todo de esa manera tan real,que le das vida a la historia,a tu historia y me siento en la arena para observarlo todo.

    Tengo problemas para ver y escuchar el video,lo intentaré más tarde.

    Espero sigas contando lo que ocurrió por la explosión y la continuidad de esa amistad con Mónica.

    La mujer que desapareció era un presagio de que algo andaba mal,como un aviso??

    Un abrazo!!
    PD.Me tienes enganchada,jaja,que tengas un buen fin de semana!!

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  13. Precioso blog, ha sido un placer el descubrirte!

    Gracias por compartir!

    Abrazos de luz

    Beatriz

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  14. Azufre y cal, secreto y tarántula (no mariposa)

    Lu.

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  15. Patus, descuida que ya le pasaré tu beso a mi tío, de momento me lo quedo yo también, ja, ja. Me alegro que te guste este relato donde hay puestas muchas de mis emociones.
    Besos.

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  16. Carmen, gracias guapa, ya sabes, besos de caramelo.

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  17. Estrella, esta noche es un poco fría y la luna es como los restos de un queso, pequeñita, pero de todas formas no me privo de un paseo nocturno por la orilla.
    La Mariposa Negra es como un saco donde he puesto enmascaradas muchas de mis emociones, donde bailan con disfraces las personas que más han significado en mi vida fuera de mi familia.
    Que pases buen sábado.
    Besazos.

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  18. Lunita, paso a verte y a meterme contigo, ja, ja.
    Besotes.

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  19. Se nota que hay muchas de tus emociones por ahí disfrazadas de otras cosas.
    Ingenio igual que tus antepasados, y un sitio para el recuerdo de alguno de ellos.
    Lo que más me gusta son algunas palabras y la cola que llevan claro:
    "el mismo arco del destino" por ejemplo, o: "esas trenzas del pasadizo de la vida en que lo inesperado une a dos viajeros..."
    Me encantan esas dos partes, hablando de la forma y si hablo del fondo, me gusta el color emocional de la bruma de tus sentimientos y cómo se van dejando ver a lo largo del texto.
    Un beso dominguero, ya sabes,
    y buenas semana,
    ana

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  20. Ana, unode los cuentos fantásticos que más me gustan de mi antepasado es "La Dama Blanca", en el cuento el protagonista cree ver pasar cada anochecer por un camino a una dama de blanco de la que se enamora...para descubrir al fin que no es real, que solo es un reflejo de la luna, ¿o tal vez un espectro?. Lo que descubrí en ese cuento es que yo siento la misma pasión por el misterio, por el amor que nace entre brumas, por el amor que se percibe lejos pero que se siente cerca. Todo regresa, amiga mía.
    Besos.

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  21. Ese no lo conozco, ni he podido encontrar nada con ese título en internet tampoco. Tú lo tienes?
    Si puedes pon un enlace o súbelo al blog y así lo leo. Me encantará seguro, sus cuentos o relatos son estupendos. Tienes que estar orgulloso de tu Tatarabuelo, fue un personaje muy interesante, y sí, yo creo que algo te ha dejado en los genes, sobre todo el amor por lo misterioso, esotérico, oculto...
    Beeesooo
    ana

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