sábado, 17 de abril de 2010

ESPEJOS EN LA NOCHE (II de III)


A esa clase de mujer tenía que convencerla antes con mis gestos y mis palabras. Utilizar la sutileza.
Hasta que su instinto me admitiese.
O no.
Me separé de nuevo, pero la mantuve cogida de una mano.
Continuamos moviéndonos despacio con las canciones, inmersos en una danza que yo sentía como un ritual de magia y erotismo. La banda de música arrancó con unos acordes inarmónicos para imponerse al alboroto del local. De inmediato, sonaron unas notas imitando la canción “Oye mi amor”, del conjunto mexicano Maná: 

 "No sabes cómo te deseo,
   no sabes cómo te he soñado"

La mirada de Rosa cambió. Las luces de la sala dejaron de reflejarse en sus pupilas y en su lugar brotaron  pequeñas llamas ardiendo en el horizonte  de sus ojos verdosos.

“Ya está –me dije–. Ya ha decidido.”
-    Rosa, es tarde. Yo mañana trabajo –chilló la amiga, interponiéndose entre los dos.
-    Yo también trabajo. Vamos.
-    ¿No te puedes quedar un ratito más? –intervine.
-    Claro que puede –se adelantó a decir la amiga–. Eso de que trabaja es un cuento. Es una famosa atracadora de bancos. Acaba de salir de la cárcel. Por eso está medio loca –añadió llevándose un dedo a la cabeza–. O sea, tío, que se puede quedar contigo.
-    Aurora, no seas payasa; ¿qué van a pensar de mí? Y me voy contigo. Hemos venido juntas y nos vamos juntas –protestó Rosa.
-    Que no, cariño. Que no me pasa nada. Quédate. Lo estás pasando bien. Y para un día que sales.


Al final, fue a resultar que no me caía tan mal la amiga de Rosa como había creído en un principio.
Rosa y yo nos quedamos en El Kraken hasta que cerraron. Nuestra conversación se dirigió sobre todo a comentar  las cosas que más nos gustaban y las que no nos gustaban. Hablamos de música, de viajes; sin dejar de darnos señas –sin palabras– de que deseábamos estar juntos. 

Muy juntos.

Terminamos en su apartamento entrada la madrugada.
El amanecer nos sorprendió aún abrazados. Mi piel estaba impregnada de su olor, de su perfume.
Sus labios me habían traído no solo placer sino sobre todo paz, como si hubiera hallado el sitio más puro donde se apaciguaba cualquier destello de recuerdos dolorosos.
-    Tengo que marcharme, Rosi –dije acariciando su mejilla, mientras entraba ya la luz del sol.
-    Sí, lo comprendo. Yo tengo que irme a trabajar también dentro de nada.
-    ¿En qué trabajas?
-    Oh, no te gustaría saberlo, es un trabajo muy aburrido.
-    ¿En una oficina?
-    Sí. Oye, JM.
-    ¿Qué?
-    Quiero que sepas. A lo mejor no te importa, pero quiero que sepas que…
-    ¿Qué quieres que sepa, cielo?
-    Que, en fin, yo no salgo mucho por la noche y menos meto a un tío en mi casa de buenas a primeras. Tú ya me entiendes.
-    Tranquila, te entiendo.
-    Y, vaya, será que estoy un poco loca, como dice Aurora, pero sabía que iba a sentir algo especial. Y… Y…
-    Shsss –susurré colocando con ternura el dedo en sus labios–.Yo también he sentido algo muy especial.
-    Ya está dicho. Ahora, puedes ducharte si quieres antes de marcharte.
-    Me temo que voy a irme ya. Me ducharé en mi casa. Tengo que pasar a recoger unos papeles y a cambiarme antes de ir al trabajo.
-    Claro, claro, no te entretengas.
-    Nos vemos –me despedí, con un rápido beso en los labios.
-    Sí. Nos vemos –repuso ella en un tono que intentaba ocultar tristeza.
-    Escucha, Rosi –dije de repente–. Vamos a hacer una cosa.
-    ¿Qué? ¿Qué has pensado? –preguntó con un resplandor inundando sus ojos.
-    Me das tu número de teléfono y te llamo más tarde o como mucho mañana.
-    Ah, vale. Está bien. Es el 6…

El despacho de Rosa era formal pero con varios toques personales. Una foto con una mujer mayor; su madre, con toda probabilidad. Una góndola en cristal de Murano…  Un portalápices plateado, un tarjetero con un buen fajo de tarjetas y… un posavasos de El Kraken.
-    Con sinceridad –acerté a decir–, pensé que no debíamos volver a vernos. Seguir quedando no nos hubiera traído más que disgustos.
-    Pero ni siquiera me diste la oportunidad de considerarlo, de preguntarme. Los problemas pueden hablarse e intentar solucionarlos -objetó Rosa.
-    No es tu culpa. El problema es mío.
-    ¿Y qué? ¿Te parece una disculpa? Es una canción muy oída ya: “no es por ti, es por mí” –dijo en tono burlón–. ¿Sabes lo que hice cuando vi que no me llamabas?
-    No sé…
-    Me fui un jueves como una idiota a El Kraken. Trataba de convencerme a mi misma de que quizás habías perdido el teléfono por cualquier razón y que tampoco recordabas la dirección de mi casa. Me dije, como una colegiala enamorada, que tal vez habías dejado algún mensaje en el bar; se notaba que conocías a los camareros. Así que me acerqué a la barra y me encontré con la camarera que nos había atendido a mi amiga y a mí la otra vez. Una chica con el pelo rizado y teñido de rubio, con la nariz un poco curvada y un generoso escote. Dijo que te conocía desde hacía un par de años.
-    Es Victoria. Buena chica.
-    Sí, simpatiquísima y muy agradable. Lástima que con el ruido de la música y los clientes que tenía que atender no pudimos hablar mucho, pero fue suficiente para enterarme de lo que quería.
-    ¿A qué te refieres?
-    De entrada, a que no me habías dejado ningún mensaje.  Y luego, averigüé la razón de tu comportamiento.
-    ¿Qué te contó Victoria? –inquirí con tensión, al tiempo que, haciendo caso omiso a la deliberada falta de cortesía de Rosa, me senté de golpe en una silla.
-    Me dijo que antes eras un tipo normal, cariñoso, con buen fondo. Pero que después, es decir, ahora, estás muchas veces como ausente y amargado.
-    ¿Después de qué? ¿Te dijo algo?
-    Dímelo tú.
-    ¿Qué te dijo Victoria? –reiteré.
-    No juguemos al gato y al ratón. Ya te he contado que había mucho ruido y que Victoria iba de un lado para otro. Pero entendí que te habías vuelto otra persona cuando una tal Raquel te dejó. Eso fue lo que me dijo: cuando Raquel se fue o se marchó. ¿Es verdad?
-    Es verdad –asentí.
 Por supuesto que era verdad. Lo que Rosa no había entendido –o la camarera no había querido especificar– es que Raquel no sólo se había ido de mi lado, se había marchado de todos los lados. Y yo me sentía responsable de ello.
-    Mira, JM –prosiguió Rosa–. Cada uno es libre de elegir su vida y sus compañías. Los dos somos mayores y yo no me arrepiento de haberme acostado contigo; nadie me obligó a hacerlo. Es más, puedo incluso comprender que te sientas amargado porque te dejó plantado una novia, o lo que fuera, y te dediques a buscar planes para desahogarte. Allá cada cual. Pero no tenías necesidad ninguna de hacerme un daño gratuito al decirme que sentías algo especial por mí y que ibas a llamarme. Y luego, desaparecer sin un adiós. Pero qué te crees, ¿que soy una fulana?
-    Por favor, Rosi, no digas esas cosas.
-    Tú sí que eres un cabrón –dijo con lágrimas en los ojos–. Nunca me habían hecho algo así.
-    Cálmate. Estás muy alterada.
Rosa extrajo un paquete de kleenex de un cajón, secó sus lágrimas y se sonó la nariz.
-    Ya estoy serena –dijo con seriedad–.Ahora vamos a repasar tu expediente. 

6 comentarios:

  1. Esta vez procure escribirte más temprano jaja, misión imposible de seguro estarás noni noni. Que bueno, esto es novelesco, una novela romántica, pero de las buenas, a mi me encantan (estoy ansiosa por la 3 parte). Los diálogos fluyen naturales, y cuando te das cuenta ya ha concluido y te quedas con ganitas.
    Tu sabes que siempre te hablo como una lectora, como aquella que compraría uno de tus libros, aunque se que escribes para ti y toda la historia.
    Pensé al leer:
    Pobre Rosi (y ya se amiguito sapito que no es policia, no me refería a ella), me dió pena, todo lo que hizo, indudablemente se ilusionó demasiado, hasta se disculpa por su arrebato apasionado, mas lástima me da. Parece algo estructurada, la primera vez que se deja llevar por sus impulsos le sucede esto. Y JM uno no ve las horas de que salga de su tristeza, eso mantiene la intriga.
    Me causo risa, que JM en la seriedad de la conversación se queje de estar de pie y tome asiento jaja, disipa la tensión del momento y mete gracia; parece que lo hubiese hecho yo, semejante actitud es típica mia. La amiga se lleva mis aplausos.
    Y lo de Maná POR FIN ALELUYA !!! LO CONOZCO, me enloquece, soy fan de ese grupo, tengo todos los CD y me se sus canciones, no sabía que allí eran conocidos. "Vivir sin aire" me fascina, esa especialmente y hechizera me traen recuerdos.
    Besitos chuikkk y te veo en Kraken (todo es posible en la dimensión desconocida)

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  2. Admiro a las personas que pueden escribir con tanto diálogo.
    Interesante tu novela...hace cantidad de tiempo que no leo una.
    La seguiré.
    Un biquiño.

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  3. Intimista...la historia promete..me dejaste expectante¿Por qué cambiaste de comportamiento después de lo de Raquel?
    Tanto te afectó?
    Te sigo encantada...lo hago por google reader,por ello no salgo cçomo seguidora..pero te tengo muy en cuanta.
    Besos.

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  4. Melody, me pasé por El Kraken para verte pero no estabas por allí, se ve que nuestros horarios no coinciden, ja, ja.
    Sí que llevas razón, Rosi, tenía una cabeza demasiado organizada, demasiado racional, y ya se sabe que cuando esta gente se ve asaltada por un impulso le cuesta mucho comprenderlo y aceptarlo. Es un tipo de personas muy especial.
    Oye, corazón, me alegro haber acertado con Maná, ya sabes que mi estilo es más de música electrónica (sí, ya sé, que estoy un poco loco), pero Maná me encanta. Y es verdad que el grupo Los Escopetas (aunque no se llamaban así) imitaban a Maná. En la tercera y última parte de este relato sigue siendo clave la canción de Maná.
    Besos, princesa.

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  5. Carmela, gracias por tu visita a esta página un poquito oscura y por tu cariñoso comentario.
    No me cuesta trabajo escribir diálogos: los tomo de la vida real y de mi propia experiencia. Soy un copión de la vida y de la gente común y corriente.
    Ah, y esto no es ni mucho menos una novela. Sólo es un pequeño relato. Son pequeños relatos que divido en dos o tres partes porque de otra manera resultarían demasiado extensos (y aburridos) para un blog.
    Besos.

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  6. Morgana,soy yo el que sigue encantado tus dos blogs.
    Lo de Raquel, me perdonarás, pero prefiero no comentarlo en público. Una cosa es lo que se escribe en los relatos (aunque se base en experiencias personales) y otra cosa es la vida de cada uno. Te pido otra vez perdón.
    Un beso grande, corazón, gracias por darme ánimos.

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