domingo, 7 de marzo de 2010

LA CHICA DEL FONDO


Un olor a moho y a lluvia negra llega desde la entrada de "El Mono Gris". Absurdo nombre para un decadente bar de copas en una playa levantina.
El dueño, extrañamente demacrado, pule las botellas con un trapo raído por enésima vez.
Me encuentro aquí como podría estar en cualquier punto de ninguna parte; o,  para ser precisos, en el punto más oscuro de ninguna parte.
El siniestro bar se halla al lado del apartamento que compré pensando en escaparme de la ciudad de vez en cuando con ella, con la mujer de quien estaba enamorado. Ahora ya da igual.  Ella está muerta y lo que hace que un ser humano vuelva a amar también está muerto en mí.
No sé por qué he venido. Al apartamento, me refiero, a lo que ella y yo llamábamos nuestro refugio.  Cuatro horas de viaje para asquearme de mí mismo sin que nadie me moleste. Sin las cercanías de algún caritativo amigo "hombre, déjalo pasar ya" o de mi bienintencionado y entrometido tío. Cuatro horas conduciendo para terminar en este paraje por completo desierto. Podría acercarme al dueño del garito y rogarle  "Oiga, buen hombre, ¿me haría usted el favor de escupirme en la cara?"
Para colmo, entre el cansancio, el viaje y la lluvia, me está haciendo polvo una vieja lesión en la espalda. Me apoyo en una pared, con la copa en la mano. No deseo pensar en nada.
Debo de tener un aspecto extravagante, pero el dueño del bar habrá visto, sin duda, cosas mucho más raras. Por lo demás... no, ningún otro cliente.
Miento. Hay una chica en el fondo.
Joder, hace un segundo no estaba ahí, y no ha entrado nadie por la puerta. Pues sí que estoy yo bien.
El tipo del local pincha en su equipo de música "Rise Up", de Yves Larock.
                                          " My dream is to fly
                                             Over the rainbow so high"
"Tranquilo, JM me digo, que no estás soñando despierto con ella."

Las mujer del fondo tiene una melena corta de color carbón, un rostro de cutis pálido y rasgos que parecen casi orientales, o una mezcla de ellos. Asiáticos, afirmaría, aunque no puros.  Un lánguido destello de un foco ambarino ilumina su cara. De otra forma no vería apenas dentro de la penumbra gris que se infiltra en la atmósfera del local. Alguien desde fuera imaginaría que nuestros ojos brillan flotando en un charco de mercurio.
Es guapa y su cuerpo se mece despacio y con sensualidad al ritmo de "Rise Up".
Noto que me envuelve un mundo distinto, ajeno en su totalidad a este recinto, a este momento. Lo sé. No preguntadme cómo. Ahora la vida no es un laberinto de respiraciones; fluye un hilo de dulzura.
Sus ojos me acarician. Los míos se cierran y al abrirlos de nuevo, como si aguardara una sentencia, ella está frente a mí.
No dice nada, nada en absoluto. Pero su mano se posa en mi pecho. Y el dolor cesa. El dolor que vaga extraviado desde el reino de una muerta y el dolor de mi cuerpo. A continuación, sus dedos sedosos suben y recorren mis mejillas con la levedad de un suspiro. Se diría que está enjuagando unas lágrimas, unas lágrimas antiguas que hubiesen permanecido como piedras encalladas, invisibles.
Siento ese calor que llora y penetra como el cristal, el viento transformador que sólo nos toca en sueños.
Habría placer en su lengua, en su cuello flexible, en su vientre húmedo. Pero no me importa nada de eso. No deseo nada de eso. Quiero atrapar este segundo de paz para siempre.
Las chica aparta los dedos de mi piel como un  pájaro que reemprende su camino. Se da la vuelta, desdibujando el fondo, eclipsando la propia negrura.
Camino ya de la puerta pasa por delante de un espejo. Su perfil se refleja en el cristal.
"Los fantasmas no se reflejan en los espejos" pienso recordando temores infantiles.
Pero su salida y su reflejo desprenden una neblina rosada que no viene de la calle, que no surge de la noche.

Se ha ido. "Idiota me maldigo. ¿Por qué no le has preguntado su nombre, dónde vive, algo?"
Aunque quizás el dueño...
Me acerco a la barra.
            - ¿Quiere otra? me suelta el tipo.
            - No. Bueno, sí, ponga otra. Pero lo que quería preguntarle es si ha visto antes por aquí a la chica que acaba de salir.
            - ¿Qué chica?
            - Pues, la única que había. La chica del fondo.
            - No sé si ponerle esa otra copa. Aquí no ha entrado nadie más desde que llegó usted. Con la noche que hace concluye, con un sonoro resoplido, debería haber cerrado.

4 comentarios:

  1. Intimista que buen post: lágrimas encalladas como piedras invisibles; ojos que brillan flotando en un charco de mercurio; viento transformador... la descripción de la enigmática asiática, ese final imprevisible, y como fondo Larock: Levántate..mi sueño es volar...
    Sigues siendo mi teacher, no lo conocía, me has hecho bailar, pero lo hize con la versión que me fascinó, la de violines, que es mi instrumento favoritisimo. Gracias. Besote.

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  2. Bueno, Melody, los hombres duros también lloran, ja, ja. Me alegro de que te hayan gustado esas frases. Creo que aunque en los relatos se describan ambientes sórdidos y sentimientos desgarrados, no viene mal mezclar algunas palabras más suaves.
    A mí también me gusta más la versión con violín de Rise Up.
    Un beso.

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  3. "Busco en mi oscura tristeza un momento de luz
    y soledad
    solo encuentro y un hueco en mi ser
    y un mono gris que me aúlla cuando no estás tú."...

    Preciosa canción, la conoces? Es de Vicente Feliú.

    Me gusta mucho la costa levantina, el mediterráneo tiene una luz especial, refugio y tortura de tanta emoción!
    Un saludo,
    ana

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  4. Hola, Ana. No conocía esa canción, me gusta esa estrofa y lo del "mono gris" pega muy bien con el "antro" que yo describo, ja, ja. Siempre pongo nombres estrafalarios a los garitos que me invento.
    Tienes razón, la luz de la costa levantina es maravillosa; los amaneceres y las puestas de sol son de ensueño.
    Gracias por tus palabras, me encanta verte por aquí.
    Abrazos.

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