viernes, 19 de febrero de 2010

EL TREN DE MALASIA


     Fuera de la estación de tren la noche es espesa. La noche arde con llamas de oscuridad.
    Sentado en un banco, he perdido la noción del tiempo. Debo coger un tren que quizás ha partido hace ya tiempo.
    Puedo haberme quedado dormido. Ya nadie circula por los pasillos.
    Los letreros no anuncian salidas o llegadas. Todos marcan los mismo, una serie de números: 6666666...
    Algo no está bien. El griterío, las pisadas aceleradas de la gente,  crac, crac, la grisura asfixiante de lo cotidiano. Absorbidos por otra realidad.
    Una mujer, rubia, joven..., no, sin edad, se detiene a mi altura cargando con un maletín y un bolso.  Mueve la cabeza a uno y otro lado y al final se gira despacio, como quien tiene que vencer una resistencia invisible. Me clava los ojos con una mirada que se remonta a varios siglos atrás.
    "¿Sabe usted si falta mucho para que salga el tren de Malasia?" ─me pregunta con un aire de ingenuidad, casi de desamparo.
    "Me temo que no existen trenes para Malasia ─respondo en tono de voz dulce".
    Ella no replica. Continua mirándome como si esperara que yo le diese una solución o le revelase un secreto.
    "Me parece ─añado ante su silencio─ , que no hemos quedado solos. Y que ya no hay trenes para ninguna parte".

-->

5 comentarios:

  1. Mi sobrino JM guardaba este documento en la carpeta "Limbus" de su ordenador. Concuerda con la época en que comenzó a contarme que tenía sueños extraños. Y no sólo sueños, también experiencias. Decía que en ocasiones pasaba por situaciones que eran más propia del mundo de los sueños. O de los espíritus, si tal cosa existe.
    Había comenzado una nueva relación; una relación "oscura", así la llamaba. Para mí que ya no quedaba luz en sus sentimientos. Y estaba escribiendo un relato que le consumía, como si sus personajes cobraran vida de vez en cuando. Hablaba de mariposas negras y de bestias que se mezclaron con los humanos hace miles de años. Hasta el día de hoy no he podido encontrar el lugar donde escondía ese relato.

    ResponderEliminar
  2. Así es yo llevo en el andén ni se sabe.A Malasia quisiera irme, pero tengo que hacer muchos cambios de vías.
    Así que vía, vía con te, que canta Paolo Conte.

    ResponderEliminar
  3. ¿Un tren a Malasia? Vaya una ocurrencia. Ah, Marcela, qué bien le vendría a mi sobrino tomar nota de sus sensatas exposiciones. Al menos así el dichoso internet le valdría para algo.

    ResponderEliminar
  4. Hay me clavas la espina, que intriga tengo donde estarán el resto de los relatos de JM. Los quiero leer!! Y con respecto a los trenes, yo tomaría uno al fin del mundo, donde será?? o lo que es mejor, un lugar donde cada uno sea dueño de su propio tren y pueda ir donde le plazca. Muy buen relato en mi sitio escribí más sobre él.

    ResponderEliminar
  5. Mi estimada Melody, mi sobrino siempre ha caminado con un pie en la ciencia y el otro en el mundo de la fantasía, así que no me sorprende que se haya sentido atraído por su página. Con más razón, en cuanto yo mismo, a pesar de mi torpeza para las artes literarias , he leído con sumo interés y entretenimiento sus bellos textos. Me llena de orgullo que mi sobrino, el intimista secreto, sea admirador de su persona y de sus relatos. Créame, JM no se fijaba sólo en los textos bien escritos, ni en las ideas bien construidas que encontraba en internet. Para él lo más importante es que las palabras, las expresiones personales o ficticias, revelaran que detrás había personas con grandes corazones y sentimientos muy especiales.

    ResponderEliminar