Héctor se apresuró a cambiar otra vez la música y los timbres profundos del dirty house volvieron a habitar en el Brutus. Retornó a mi lado y apoyó los codos en la barra.
- Pero qué morro tiene esta tía –exclamó– . No sé cómo la aguantas.
- Eso mismo ha...
- ¿Qué?
- Nada. ¿Qué tal estuvo la boda de Pencho? –añadí con rapidez para desviar su atención.
- Ah, dabuten. Pena que no pudieras venir.
- Me hubiera gustado, pero estaba de guardia y no pude cambiarla con tanto trabajo.
- Pues yo me acordé de ti y te he traído algo... –rebuscó en un cajón y extrajo un pequeño cilindro de aluminio–, aquí está.
- ¿Un puro? Qué detalle, hombre, gracias.
- Sé que no fumas, pero a veces te he visto apañarte un buen puro.
- Sí, de tarde en tarde. Lo guardaré para un momento especial. Bueno, Héctor, me marcho ya para casa, es hora de cenar. Dime qué te debo.
- Nada, tío, a ver si puedes mirarme lo del pecé, que va muy lento.
- De acuerdo, prometido. Nos vemos.
- Hasta luego. Ten cuidado, JM.
- ¿Qué quieres decir? –inquirí con tono irritado.
- Qué picado estás. Sólo quería decir que te cuidaras.
- Perdona, gracias. Hasta luego.
Al salir del Brutus era ya noche cerrada. La pesadez de cabeza volvía a manifestarse como si hubiera permanecido aletargada y despertase ahora en sus túneles entornados. Al igual que tras mi encuentro con Rima, tenía la sensación de ser un elemento manipulado en una trama carente de claves para mí; el peón de una clandestina y peligrosa partida de ajedrez. De forma subconsciente, el cerebro recibe sin cesar información y elabora modelos de predicciones. Desde niño, había tenido siempre la capacidad de descubrir rupturas en la secuencia de las cosas ordinarias; de percibir anomalías en un patrón establecido, como si detectara el primer embate sutil de un caos infiltrado. Estas impresiones me habían resultado útiles en mi ejercicio profesional, conduciéndome con frecuencia a sospechar alteraciones no evidentes en el inicio de una exploración. La mayor parte de las veces en la vida cotidiana hacía caso omiso de ese género de alertas y me dejaba guiar por la razón. Sin embargo, la intuición me advertía ahora de una amenaza que se gestaba adquiriendo la turbiedad de un funesto hálito a mi alrededor. Metí las manos en los bolsillos, lancé un resoplido, y me dije a mí mismo: “Paranoia, JM, eso se llama paranoia”.
Las casas se hallaban ya asediadas por las sombras, no se veían transeúntes y eran escasos los vehículos que circulaban, como si de repente todo el mundo hubiera huido de un territorio maldito y no pensara volver a hollar jamás el polvo de una desolación olvidada. El viento oreaba con desgana las raídas hojas de las palmeras que se alineaban a los lados de la vía. Pesaba una realidad fantasmal, congelada en el pensamiento de un creador durmiente. Pero, de improviso, la silueta de una persona se desgajó de uno de los troncos en la oscuridad y se adelantó a mis pasos: era un hombre de edad indefinible, ropa ajada y aire de mendigo, aunque bien aseado.
- Perdone. ¿Tiene un cigarrillo? –requirió.
- Lo siento, no fumo.... pero, espere, ¿quiere un puro?
- Mejor, mejor.
- Aquí tiene –le entregué el puro que me había regalado Héctor y lo miró con delectación.
- Muy amable, caballero, muchas gracias.
Aunque me sorprendió esa expresión tan cortés, repliqué sin más un “no hay de qué” y me dispuse a seguir mi camino. Pero aquel hombre no había terminado todavía.
- Caballero, aguarde un segundo, por favor –la voz se había tornado más ronca, casi ominosa.
- Dígame. Tengo bastante prisa –agregué para evitar que me endilgara alguna truculenta historia.
- Verá, llevo aquí desde esta tarde, apoyado en esa palmera, y le he visto llegar.
- ¿Y...?
- Cuando usted ha parado, venía otro coche que se ha detenido detrás del suyo. Había dos personas dentro, y todavía están allí.
- No sé, estarán esperando a alguien.
- Lo digo porque se bajaron, dieron unas vueltas alrededor de su coche y miraron adentro.
- ¿Está seguro?
- Me distraigo mirando a la gente. No tengo otra cosa mejor que hacer. Perdone si le he molestado.
- Oh, no, por favor, nada de eso. Gracias por advertirme.
- Vaya con Dios. Tenga cuidado.
¿Por qué todo el mundo se empeñaba hoy en decirme que tuviese cuidado? Decidí aclarar las dudas sobre mis presuntos perseguidores.
A unos cinco metros detrás de mi coche, estaba aparcado un BMW oscuro con dos ocupantes. Me acerqué oblicuamente por la parte de atrás del vehículo. La matrícula era francesa y el conductor tenía el pelo rubio y corto, al estilo militar; no podía distinguir las facciones del acompañante. Casi había alcanzado la puerta de delante, pero el BMW arrancó y aceleró con brusquedad perdiéndose detrás de un badén.
Por unos segundos me quedé perplejo al lado de la carretera y con lentitud me fui acercando a mi coche. Me arrodillé y examiné los bajos y el lado interno de las ruedas. Hacía unos pocos años esas acciones eran parte de una rutina diaria y algunos velos del pasado cruzaron como un nebuloso destello por mis pensamientos. Me incorporé, sacudí el polvo que había ensuciado el pantalón y abrí la puerta. Introduje con cuidado la mano en la parte inferior de los asientos. Todo parecía estar en orden. Encendí el motor y me dispuse a encerrar el coche en el garaje.
Una vez en mi apartamento, me sentí aliviado y en calma. Durante años había acumulado y ordenado objetos que daban armonía a ese refugio y reposo a mi memoria. Pequeñas antigüedades, cerámica oriental, velas aromáticas junto a figuras talladas en cristal de Murano, espejos azulados como remansos de agua glacial, muy pocas fotografías y algunas acuarelas de una pintora vasca que recreaba atmósferas vaporosas a la manera de Turner. En un extremo del salón estaba mi mueble favorito: un secreter de sólido cedro con cuerpo de armario que utilizaba como escritorio. El ordenador portátil estaba abierto sobre la mesa del mueble clásico, conectado a la red. Antes de acostarme, tenía el hábito de merodear por algún foro de literatura o arte: era mi particular taza de tisana para relajarme. Pero el secreter hacía honor a su nombre y contenía además un panel disimulado en la zona posterior. Presioné una minúscula palanca en el borde y se desplazó una hoja de madera dando acceso a un compartimiento que contenía una caja metálica; la abrí y extraje de su forro amortiguador un revolver 357 Combat Magnum de cuatro pulgadas, un arma de apurado equilibrio y extraordinaria potencia. Sostuve el revolver con delicadeza, palpando el tacto del metal que me ceñía de nuevo a la niebla de épocas distantes. Por fin, lo devolví a su envoltorio y cerré la camuflada puerta del secreter.
Entré en el dormitorio y permanecí por un rato contemplando el mar. La luna creciente insinuaba un paisaje nocturno menguado por la bruma que amortajaba casi por completo la torre del faro. En el resplandor blanquecino advertí un temblor borroso y, al instante, la negrura de unas alas golpeó el otro lado del cristal a la altura de mis ojos, haciéndome retroceder de modo instintivo. Tenía el contorno delicado y etéreo de una mariposa, aunque de un tamaño demasiado grande. Las mariposas no vuelan de noche, pero las polillas sí, ¿existían polillas de esas dimensiones en esta zona? Un ruido agudo y estridente interrumpió de improviso mi reflexión: alguien estaba accionando el timbre desde el portal. Descolgué el portero automático.
- ¿Sí? –emití con precaución.
Se escuchó un zumbido y por fin una voz titubeante.
- ¿Hola? ¿JM?
- ¿Quién es? –pregunté, aunque aquella entonación de pisadas leves, como un suave arrastre sobre la arena, me resultaba inconfundible.
- Soy Rima.
Sigue tu intuición Jm,en estos casos es la mejor arma....
ResponderEliminarCuidado con las mariposas negras,traen malas noticias.
Mi beso.
Que historia! Que vida intensa,cada publicación es una página nueva de un libro que llevamos leyendo tus lectores...y siempre aparece infaltable esa pequeña mariposa que te inspira así.
ResponderEliminarMuy buena la publicación y la música.
Te dejo un fuerte abrazo.
Muy bien narrado, engancha...
ResponderEliminarUn beso desde mis Amanteceres.
Huy te has vuelto solo a casa....
ResponderEliminarEsas brumas en tu cabeza, siempre están cuando hay algo interesante y el “caballero vigilante” me parece de lo más misterioso y además le caes bien que está protegiendo de algo, a saber.
¿Tienes esas vistas desde tu habitación? ¿Ves el mar, la luna y un faro?¡¡¡dios que envidia!!! En fin, a lo que iba: cuando una mariposa negra vuela de noche es que está muy preocupada y te necesita, prueba de ello es que está en tu portal…
Besitos.
La intuición está para algo, aunque siempre no hacemos caso. Cada vez está más interesante.
ResponderEliminarGracias en primer lugar por tu vista y tu apoyo .Ahora me toca a mí :Es un relato en el que te metes dentro, enganchándote hasta la última palabra y que te deja con ganas de saber más.Te seguiré a partir de ahora.Un beso Pepi B.
ResponderEliminarMJ, me equivoco más veces con la cabeza que con la intuición. Las mariposas negras son para mí el símbolo de la bondad y la oscuridad, de esa dualidad que hay en todo ser humano.
ResponderEliminarBesos.
Cristina, encantado que sigas este culebrón, ja, ja, es como un diario. Ah, mi mariposa negra.
ResponderEliminarbesos.
Amanteceres, en estos relatos hay mucha luz y mucha tiniebla personal. Gracias por seguirlos.
ResponderEliminarBesos.
Campoazul, sí, de vuelta a casa solo. De momento.
ResponderEliminarEl "vigilante" tiene su papel, también como símbolo, aparecerán más mendigos, indigentes y sin techo. Es que soy un poco antisistema, ja, ja.
Y te digo, sí que es verdad que la vista desde mi apartamento es un regalo, es maravillosa. Es mi "refugio".
Besos.
Night, seguro que no soy el único por aquí que tiene algo de brujo o bruja.Esa intuición especial de la que hablas. Y que también da disgustos de vez en cuando.
ResponderEliminarBesos.
Pepi, veo que compartimos gustos de diseño en nuestras páginas. Me alegra saber que te encuentras a gusto en esta casa un tanto oscura pero con muy buenas vibraciones.
ResponderEliminarAbrazos.
Hola mi Inti!!!
ResponderEliminarTe digo que estoy escuchando la canción emocionada,de verdad,me gusta mucho y por otro lado,tu relato...tu vida.
Esa intuición,el saber que pasa algo de lo que no tienes control,te avisa,te pone en guardia,como cuando el mendigo te cuenta,que hay dos hombres esperándote y le haces caso y avanzas sigiloso,en guardia,esa intuición te previene de algún peligro,y debes estar preparado.
Me ha gustado mucho la narración,la parte de cuando eras niño,tu llegada a tu casa con vistas(qué envidia,ya me dijiste alguna vez,que desde tu cama entra la luna y si además ves el mar,eres un privilegiado,yo lo que veo es al vecino de enfrente,jaja).
Me impresionas Inti,pues cada vez,escribes mejor, y parece que pueda vivir cada situación como si estuviera a tu lado,eso me gusta,pues así no estarás sólo,aunque veo que al final vas a tener compañía...mejor me voy,que no quiero molestar,jaja!!
Sigue contándonos pedacitos de ti,envueltos en el papel de tu imaginación!
Un fuerte abrazo,querido amigo!!!!
Muy bonito, ameno, e interesante blog.
ResponderEliminarUn verdadero placer pasar por aquí....
Saludos!
Gracias por dejar huella en aquel mar....
Oye... cuida tus bajos, no te vayan a poner una bomba!! lo que nos faltaba a todos jajaja.
ResponderEliminarUn biquiño cariño.
Espero la continuación con interés... secreto, misterioso, muy bueno, besos mil.
ResponderEliminarMardepasiones, nada, aquí tienes tu casa, y es un placer pasar por tus páginas.
ResponderEliminarAbrazos.
Estrella, describes la trama mejor que yo, además es que leo tus comentarios y me das unos ánimos tremendos, gracias de verdad, eres un tesoro.
ResponderEliminarEn cuanto a las coas que se describen en el apartamento, existen en la realidad, y también las vistas, así que no he tenido que calentarme mucho la cabeza.
Besazo.
Carmela, gracias por el consejo, corazón, hago todo lo posible por cuidar los bajos y tenerlos en el mejor estado posible.
ResponderEliminarBesazo, picaruela.
Orquídea, bueno, pues tus palabras también me dan ánimos para seguir un poco más con estas historias, que la verdad, podían llamarse también "historias del Brutus bar", porque más que nada parecen chismes de taberna, ,juás, pero son un mix de fantasía y cosas que me pasan.
ResponderEliminarBesos.
Te llegaste a disfrazar de espadachín en aquéllos carnavales del 2010?
ResponderEliminarHe estado leyendo algunos de aquellos primeros poemas de los inicios de este blog, hay cosas que aún permaneces intactas.
No sé qué añadir sobre el resto, ya se ha dicho todo sobre este y otros textos, intrigantes y siempre nocturnos, misteriosos y enigmáticos como la noche. Bien escritos por descartado ya lo he dicho mil veces, pero no te aficiones a tanto carameleo que luego irá la de arena.
Besín,
ana
Ana, me siento un poco triste después de leer tu comentario. Estos relatos de la mariposa negra son una necesidad de expresar sentimientos, recuerdos, descripciones de mi entorno. Todo mezclado con dosis de fantasía para hacerlo ameno, eso es cierto, pero me libera de mi oscuridad interna de unas formas en que no consigo hacerlo con la poesía. ¿Me perdonas por eso, por este paréntesis entre poemas? Sé que para quien no ha conocido mi vida, la mariposa negra puede ser una colección de textos que no dicen nada, nada al lado de unos versos de rilke o de benedetti, pero es mi intimidad en tinta. Son textos trabajados, lo admito, revisados, pero no para buscar el "caramelo" , el premio, la alabanza. ¿Qué puedes lograr poniendo un relato en un blog?, ¿que te lea, con suerte, una decena de personas? Pero a mí esas personas que me leen significan más que cualquier premio, en serio, son un vínculo humano, estrecho, donde llegan mis palabras, donde llego yo.
ResponderEliminar¿Quieres críticas? Escribe en un foro literario, esos foros de antes (café de artistas, el mundo) donde te despellejaban porque habías puesto una coma fuera de sitio, o porque entendían que unos versos, escritos con todo el corazón, eran una cursilada de novatos y así se lo soltaban a esas personas. En esos foros aprendí, a base de esforzarme, a escribir mejor, pero terminaron asqueándome. Ahora no necesito críticos, ni tampoco que alaben mis casuales aciertos, quiero un espacio para sacar cosas dentro. Y que lo comparta quien lo desee.
Sé que te gustaría que volviese a esos poemas intactos, porque tú prefieres la poesía a la prosa, pero, mira, ahora un poco de prosa y luego, cuando respire, vuelvo a los versos. O no vuelvo a nada. Supongo que si me miraras a los ojos no podría negarte nada, y escribiría poesía, pero eso, ya sabes, no puede ser por razones técnicas.
Esto parece más un post que un comentario a un comentario, pero me he explicado como quería, me parece.
Gracias por ser tan sincera conmigo, por ir conociéndome y sin embargo... seguir siendo mi amiga.
Besetes.
Sé positivamente q no necesitas reconocimiento, estás seguro de lo que haces y lo demás viene por añadidura, no por necesidad.
ResponderEliminarSé que son textos trabajados al detalle, yo no te pido que regreses a los poemas; que yo los prefiera personalmente no quiere decir que tú los tengas que escribir. Y mucho mmenos que tengas que pedir perdón por nada o yo perdonar nada, no se me ocurriría merodear esos terrenos. Me gustas cómo escribes, por eso sigo por aquí, y punto. Quédate con eso, quitate la tristeza que yo haya podido producirte, lo siento, no era mi intención para nada, no lo mereces. Yo adoro tenerte por aquí cerca, lo sabes y por nada del mundo quiero verte triste por mi causa, así que espero ver alegría en el rostro y toda la que se pueda en el alma.
Un beso JM., mon ami?
ana
Mi querido Inti!!!
ResponderEliminarVengo a desearte buenas noches y felices sueños,como tú hiciste el otro día y a decirte que no hay mejor premio,mayor alabanza que sentirse querido por amigos,que te arropan en todo momento.
Por eso,por serlo tú,gracias!!!
Un abrazo,con la mirada puesta en las estrellas!!!
Gracias, Estrella, un beso.
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