miércoles, 11 de enero de 2012
LA MARIPOSA NEGRA: MONICA (1)
El viejo hospital había sido reconstruido por completo a excepción de la torre, la edificación más antigua, denominada “La Torre Negra”, que se conservó intacta una vez restaurada. El nombre no provenía de sus ladrillos grises, ennegrecidos por el humo de incendios, las brumas salobres del mar cercano y la corrosión del tiempo, sino de su uso originario como albergue y aislamiento para los enfermos de la peste. En aquella época, la enfermedad era conocida como La Muerte Negra; por lo que el siniestro edificio –del que pocos salían con vida– tomó el nombre de La Torre de la Muerte Negra y más tarde, simplemente, La Torre Negra.
Atravesé con rapidez el angosto corredor de la torre, ya que, al hallarse despejado de pacientes y familiares, se convertía en el acceso más inmediato al exterior. Una vez fuera, el edificio expandió sobre mí su sombra, como una membrana monstruosa impregnada con los hálitos del dolor, la enfermedad, la desesperanza y la agonía condensados durante siglos. Sorteé las ambulancias que se agolpaban junto a la entrada contigua de Urgencias y avancé por el paseo hasta el aparcamiento. A pesar de las recientes obras de ampliación, el hospital se nos estaba quedando pequeño y, en la Unidad de Cuidados Intensivos donde trabajaba, el día había avanzado sin disponer de un momento de respiro.
Antes de introducirme en el coche, decidí revisar el teléfono móvil, que había reposado, desatendido y en silencio, en un bolsillo de mi ropa de calle. Tenía un mensaje de Mónica: “Hola, JM. Hace muxo k no t veo. Tengo k decirt algo. Si t pasas a las 8 x el Brutus, hablamos. 1bso. M”. Sonreí. Faltaba poco para las 7 de la tarde, tenía tiempo de sobra para encontrarme con ella. Era una vieja amiga que siempre acertaba a remediar con sus bromas la fiebre ponzoñosa de mis oscuros recuerdos. Me vendría muy bien. Hacía varias semanas que había ocurrido aquel extraño incidente con Rima, la chica rumana, y desde entonces no había vuelto al Brutus. En cierto modo, había recobrado con ella el latido de la curiosidad, de la excitación, del deseo... y no podía negar las tentaciones de ir a buscarla. Pero también presentía que aquello implicaba regresar, como en otros momentos del pasado, a un légamo de círculos malsanos que terminaba por esparcir serpientes sobre mi vida. Ahora necesitaba olvidar, centrarme en mi profesión actual, un poco de paz y el casual hallazgo de algún gesto de ternura. Arropado en esa fina tela de optimismo, ignoraba que el mensaje de Mónica iba a ser el inicio de otro recorrido por los recovecos de un turbulento pasaje.
A menudo, la parte más relajante de la jornada residía en el trayecto de ida y vuelta desde mi apartamento de la playa a la ciudad. En esa época del año, solía coincidir con el amanecer y el crepúsculo. Los treinta kilómetros de autovía transcurrían placenteramente con la contemplación de un paisaje inundado por la belleza de las luces rojizas que encendían la superficie del mar. No faltaba tampoco la compañía de agradables vibraciones: a veces, un poco de ópera; otras, el caudal sedoso del deep house.
Durante la tarde había padecido el leve dolor de cabeza que acostumbraba a germinar cuando el viento experimentaba un cambio repentino o, en ciertas ocasiones –como si fuera una alarma innata–, si estaban a punto de asomar problemas. El viento continuaba llegando suave de poniente y el pronóstico del tiempo no preveía cambios a corto plazo. En consecuencia...
Por fortuna, cuando estaba próximo al Brutus desaparecieron las molestias; y, tras aparcar al otro lado de la carretera, frente al local, los negros horizontes que ceñían mi corazón se habían desvanecido y me sentía ya bien y de buen humor.
El Brutus estaba casi desierto a esas horas. Héctor preparaba su peculiar selección de música y me recibió con un ademán de exagerada sorpresa.
- ¿Dónde te has metido, JM? Todavía estoy esperando que vayas a echarme un vistazo al pecé –prorrumpió el DJ con su habitual estado de exaltación mientras se acercaba a la barra– . Pensaba que te habías fugado con la rumana.
- Qué va –respondí encogiendo los hombros–. No sé nada de ella, ni quiero saberlo. He estado muy liado con el trabajo.
- Tío, lo de tu trabajo es peor que una droga.
- No exageres, son temporadas...
- ¿Es que no haces otra cosa?
- Ya lo sabes, voy al gimnasio del club o salgo a correr por el paseo o...
- Ya, ya, una juerga.
- Yo me divierto así –me excusé sin convicción.
- Pero venga, cuéntame –insistió, y, aunque no había ningún cliente cerca, se aproximó escrutando a ambos lados–. ¿Qué ocurrió al final con la rumana...? ¿Hubo tema o no hubo tema? Parecíais muy enrollados.
- No sería por tu ayuda.
- No seas rencoroso. Total, fue una broma, para daros ambiente…
- Menudo ambiente. Y no me preguntes más sobre esa noche. Prefiero no acordarme.
- Ah, ya veo que te quedaste a dos velas –hizo una mueca y deslizó los dedos por la cara–. Mucho ir al gimnasio y no te jalas una rosca.
- Déjalo ya, en serio.
El local mostraba una tersura bien distinta a la erupción que adquiría por la noche. La música sonaba con un volumen tolerable que permitía el discurso de una conversación, y la iluminación era suficiente para contemplar los detalles cercanos con claridad. Héctor no pasó por alto las fugaces arrugas de tensión en mi frente.
- Vale, vale, tranqui. ¿Qué quieres tomar?
- Uf, no sé –murmuré, todavía absorto en el pensamiento de Rima–, dame un botellín de agua.
- Agua ahí enfrente, toda la quieras y con olas. ¿Vodka?
- No, ahora no. Está bien, ponme una cerveza. Una Leffe.
- Pues ya no quedan. Sólo traje unas cuantas botellas. Te tomas una birra normalita.
- Lo que tú quieras –cedí.
El DJ estiró un brazo y extrajo una botella del frigorífico que depositó frente a mí con una servilleta roja en la embocadura.
- Gracias, Héctor. Oye, ¿ha pasado Mónica por aquí?
- ¿Qué Mónica? ¿Nuestra Mónica?
- Claro, la que trabaja como guía turística en la ciudad.
- Sí, sí... –asintió con la cabeza– No la he visto. Ahora viene poco. La última vez que estuvo, menudo follón montó con el Basi y el Ginés... llevaban un melocotón... Vaya una marcha.
- Es que tiene un carácter muy alegre.
- Pues a ti siempre te está pinchando.
- ¿A mí? En absoluto –me defendí–. Es su forma de ser, pero es una persona muy cariñosa.
- Y está mazo buena. Yo creo que te tira los tejos.
- No digas tonterías.
- Yo de ti me la cepillaba –continuó Héctor, tratando aviesamente de provocarme.
- No seas bestia. Mónica es una buena amiga.
- Razón de más
- Héctor, estás enfermo. Para ti todo se reduce a... Pero vamos a dejarlo: Mónica está entrando.
En efecto, una tormenta con melena rubia, enfundada en un traje de sastre gris claro, se cernía sobre nosotros. Mónica era algo corpulenta, vivaracha, siempre activa y con un envidiable estado de ánimo.
- ¡Hola, cuerpos! –gritó el torbellino.
- ¡Hola, Mónica! –coreamos al unísono Héctor y yo.
- Dame un beso, JM. Mira que te haces de rogar para verte, hijo. Y tú, Héctor, qué te pasa, cada vez estás más esmirriado. Y ponte las mechas naranja, que el verde ya no se lleva, ja, ja.
- Tía, tú estás rayada –replicó Héctor, que estaba tan orgulloso del colorido de su pelo.
- Calla. Y quita esa cosa horrible que está sonando.
- Pero si es una promo experimental que está que se sale.
- Tú vas a salir volando como no la cambies...
- Vale, voy a buscar algo de reggetón, que es lo tuyo, guapa. O mejor –hizo una pausa y prosiguió en tono burlón–, voy a poner eso de Bob Sinclair que os chifla tanto a los dos.
- "¡World, Hold On!" –vociferamos Mónica y yo, balanceando las manos como si dirigiésemos una orquesta.
- Sois como niños, mira que la pongo veces, y eso que está pasadita…
- Es ya parte de la historia del Brutus, a mí me encanta –comenté sin dejar de moverme.
- Bah, house ligerito, muy comercial. En fin, os dejo solos para que habléis, lo siento por ti, JM.
- Anda sí, y tráeme de vuelta un cubata –aprovechó Mónica para terciar.
Héctor se giró y marchó hacia la cabina de música mientras daba saltitos y agitaba los brazos arriba y abajo. De espaldas, con las puntas del pelo erizadas, parecía un estrambótico avestruz sacudiendo las alas.
- Bueno, niña, ¿qué es lo que querías decirme? –pregunté.
Mónica cogió mi botella de cerveza y bebió un interminable trago.
- Uy, nada, hijo –respondió pasado un rato, después de tomar aliento–. Nada importante. No nos encontramos desde hace tiempo y me han dicho que te han visto muy perjudicado. ¿Has tenido algún accidente?
- Ah, sí, es que me caí mientras estaba corriendo –inventé–. Pero no fue serio.
Héctor regresó con la bebida para Mónica y la depositó con cuidado como si estuviera alimentando a una fiera salvaje.
- Si tú lo dices... –mi amiga me clavó por un instante sus ojos claros y chispeantes– ¿No será que te estás haciendo mayor?
- Pues... será. Además, no duermo bien últimamente.
- Tú no duermes bien nunca.
- Sí, me despierto con el ruido de una mosca.
- Lo que te despiertan son tus propios ronquidos, ceporro.
- Oye, Mónica –protesté–, yo no ronco.
- ¡Juas! Fijo que sí.
- Y tú qué sabes, ni que hubieras dormido conmigo.
- Más quisieras tú, cara palo.
- Yo me voy otra vez –dijo Héctor con aire de desesperación–, que aquí van a caer rayos.
- Uf, qué pesado –susurró Mónica aprovechando que Héctor se alejaba de nuevo–. No sé cómo le aguantas.
- Detrás de su apariencia se esconde una buena persona. Además, estoy habituado a soportar a gente cargante...
- Eh, no te pases, JM... Pero vamos a dejar de discutir. Ven aquí, te voy a dar otro besazo –apretó sus labios contra mi mejilla–. Me da mucha alegría verte. Estás demasiado tiempo encerrado en tu búnker y eso no puede traerte nada sano. Tienes que salir más por ahí. Precisamente era lo que quería proponerte: voy a salir un fin de semana de estos a cenar en la ciudad con unos compañeros de trabajo, ¿por qué no te vienes con nosotros?
- Gracias, pero no me gusta mucho andar por la ciudad, aquí desconecto mejor. Tú ya me conoces.
- Sí, te conozco. Bueno, un poco, conocerte no te conoce ni tu madre, ay, ya sabes. No, de verdad, te vendrá bien cambiar de ambiente. Te lo pido yo también. No me hagas un desprecio –me apremió, con semblante inocente.
- Está bien, Mónica, lo hago porque eres tú.
- Perfecto. Y no quiero ver esos ojitos tristes. Oye, –dijo mirando el reloj– me tengo que ir. Ya te llamaré y quedamos, ¿vale?
- Muy bien. Hasta luego, entonces.
- Bye, JM. Adiós, Héctor, y gracias por la copa.
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Otra de tus historias misteriosas..hummmm,espero impaciente la continuación.Ese hospital no me da buenas vibraciones y seguro que algo pasará,lo imagino.Algo desagradable.
ResponderEliminarLa música perfecta.
Besazos mi señor de la oscuridad.
Magistralmente escrito como siempre,
ResponderEliminarpero...
no sé eso de "cepillar" suena un tantooooo feo (pero vaya! que es sólo una opinión femenina)
La torre negra, la mariposa negra, la peste negra...incluso esa maestra o profesora de la derecha va de negro,
no tendrás demasiado negr@ cerca de ti?
lo próximo que llegue de blanco, llegará lleno de color, seguro, atento, ya me cuentas. (igual es una enfermera o una doctora...o...a saber!
Me encanta la Leffe y...bueno... me encanta la cerveza en general.
Un beso mon amí espadachín, la palabra tiene afilados sus aceros.
ana
En su campaña demoledora de oscuridades, mi tío y compinche se empeñan en sacar fragmentos de mis papeles de la mariposa negra con la intención de ventilar oscuridades, y en esto último parece que están en tu misma idea de que yo lo veo todo negro. No es realmente así, y ni siquiera esa oscuridad es total y tenebrosa. En los recuerdos oscuros hay también amor. En la ceguera voluntaria hay una búsqueda de una sensualidad profunda.
ResponderEliminarHay una parte de mí a la que no le gusta publicar en un blog estos textos y hay otra parte que siente lo contrario. En cualquier caso, comprendo que resulten inabordables para el lector habitual de blog, que normalmente solo tiene medio minuto para echar un vistazo.
El término "cepillar" es muy despreciable, pero no sale de mi boca, querida Ana, recojo la forma de hablar de alguna gente, joven y no tan joven, en esos ambientes, y te aseguro que es menos duro de lo que realmente dicen, vamos, que emplean otras palabras que te puedes imaginar. Si te fijas en el diálogo, al personaje "JM" no le hace ninguna gracia que el DJ tarado se exprese de esa manera, pero se entiende que no da más de sí.
Scaramouche significa muchas cosas para mí. Fue mi primer "nickname" en los viejos tiempos de los foros de "el mundo" y "café de artistas".
Un beso gordo, amiga mía.
Me encanta la imagen que compartes, es muy sensual, amigo.
ResponderEliminarY como siempre, un placer leerte, tus escritos siempre son interesantes.
Un beso.
Mi querido Inti!!
ResponderEliminarNo me canso de leerte,por muy larga que escribas la historia que nos cuentas,creo que no sólo tu tío quiere sacar algunos papeles de la mariposa negra,más bien creo que eres tú,quien en el fondo quieres airearlo,para que al ver la luz,éstos se desvanezcan con la claridad de la mañana y así también,quitarte alguna capa de encima,que te impide continuar,es mi apreciación(todo esto dándole el dramatismo que mi imaginación sugiere,claro,jaja)
En tu relato percibo,realidad y ficción bien entrelazadas,para despistarnos...verdad?!le das ese toque,por un lado "negro",de suspense,sombrío y por otro lado te "veo" animado y con ganas de disfrutar,de reir y de tener una buena compañía a tu lado.
Ya nos contarás cómo sigue...!!
Y tú cómo estás?espero que sea,con ganas de disfrutar lo que la vida nos ofrece,pues tú también eres así,como tu personaje,le das mucho de ti.
Me hubiese gustado conocerte y leerte en aquella época de los foros poéticos,ya entonces escribías así de bien?habrás ganado en madurez y experiencia,pero la base,tu fondo siempre lo has tenido,estoy segura.
Un fuerte abrazo!!!
Una genialidad! No te he comentado que me encantan las imágenes que elegís para tus entradas, son super sensuales, muy buen gusto.
ResponderEliminarLlegar a tu blog es como tomar un pequeño libro y recrearse un rato con una historia atrapante.
Te dejo un fuerte abrazo.
Dejé un comentario aquí y se borró..arggggggggggggggg.
ResponderEliminarEste relato promete,aunque el hospital me da mala espina...ojalá que a Mónica no le ocurra nada malo.Espero la segunda parte.
Besazos amigo de oscuridades.
Bessssssssssss
Me a encantado leerte, es magistral. Era como si estuviera alli mismo viviendo y sintiendo lo mismo que los protagonista. me he quedado con ganas de seguir.
ResponderEliminarUn placer leerte.
ResponderEliminarMenos mal que no todo es negro...
Un beso
Hola Inti, haces unas entradas geniales, tus magistrales letras y tu hermosa forma de narrar,junto con las imágenes tan sensuales que elijes,hacen un conjunto diviiiino...de veras,felicidades Inti...Recibe un fuerte abrazo con su correspondiente beso...
ResponderEliminarMaría, me alegro de que encuentres sugerentes mis textos y las imágenes que escojo para acompañarlos. Ese es mi propósito: ser más sugerente que explícito, ser un poco "juguetón".
ResponderEliminarUn beso.
Estrella, esa época de los viejos foros fue fantástica, todos teníamos menos experiencia pero una gran ilusión, una voracidad para dar salida a nuestros sentimientos y sensaciones y compartirlo con el resto de conocidos y desconocidos que poblaban aquel mundo. Aquello fracasó porque siempre hay gente amargada que en lugar de escribir y compartir se dedicaba a insultar. Una pena. Una época maravillosa para mí, antes de que me marchara lejos y perdiese muchas cosas.
ResponderEliminarY la mariposa negra... sigue su vuelo, con esos textos fantasiosos que entre sus líneas tienen partes verdaderas de mi vida, tienen los recuerdos más intensos, tienen las imágenes de las personas y lugares que más he amado. Tío y sobrino son dos partes de mí.
Sabes leer muy bien mis intenciones, lo que intento expresar.
¿Disfrutaste de la luna llena sobre el Mediterráneo?
Montón de besos.
Cristina, gracias, me encanta poder compartir contigo palabras e imágenes, y es verdad que procuro deslizarme por el camino de la sensualidad, la sugestión, el misterio, creo que eso hace más interesante un relato.
ResponderEliminarUn beso.
Mor, andas acertada si te da mala espina, Mónica y Rima se llevarán como el perro y el gato, pero eso es casi una broma al lado de las tinieblas del mal que se avecinan.
ResponderEliminarBesos.
Night, ese es el mejor ánimo que me puedes dar: decirme que entras en la lectura del relato como si lo estuvieras viendo de cerca en ese momento, intento que los personajes sean tan naturales como lo hemos sido en la vida real.
ResponderEliminarBesos.
Reina, gracias a ti por tu compañía. Y no te preocupes tú tampoco, que no es que yo sea un tipo "oscuro". Para mí, lo negro, lo oscuro, forma parte de una estética, de un estilo, de una expresión. No es un abismo.
ResponderEliminarBesos.
Carmen, me alegro de verdad que te encuentres a gusto entre mis palabras ...y entre mi estética (aunque haya a quienes les parece que no debía ser tan oscura) pero todo al final es como una expresión de poesía, cada uno en su estilo. Como un haiku.
ResponderEliminarBesos.
Aquí va uno:
ResponderEliminarViento negro, vientre desnudo,
pájaros de Enero en mi pecho herido.
Mora el silencio.
ana
Un haiku?, no sé,
un poema para ti.
Un beso, Isabelle era por ti, por supuesto.
ana
Da un poco de respeto esa Torre Negra, por su negro pasado y tú cruzas por ella para salir a la calle, supongo que tiene que ser inevitable que en ti quede algo de ese aire que la envuelve.
ResponderEliminarTe apetece ternura y risas y quedas con Mónica..., no sé, te lo has pensado mucho, tal vez porque sigues pensando en la rumana, si ella te llamara no te lo pensarías nada... (Tal vez).
Besitos.
Ana, gracias por tu haiku. Aquí va ahora no un haiku pero sí unos versos "oscuros", uno de mis poemas preferidos de Rainer María Rilke (El libro de las horas).
ResponderEliminarA ti, oscuridad de la que vengo,
te amo más que a la llama
que limita el mundo
y brilla sólo
para algún círculo
fuera del cual ningún ser sabe de ella.
Pero la oscuridad lo retiene todo:
formas y llamas, animales y a mí,
tal como los atrapa,
personas y poderes...
Y puede que una gran fuerza
cerca de mí se agite.
Creo en las noches.
Campoazul, tienes razón, si la rumana me llamara no me lo pensaría, ja, ja, bueno, en esa época. Mónica es una buena amiga.
ResponderEliminarVeo que me entiendes.
Besos, corazón.
INTI,te espero en el aeropuerto con el botín,podemos emprender la fuga.
ResponderEliminarBessssssssssssssss
Gracias por el detalle, sabes lo que me gusta Rilke...y su oscuridad...,
ResponderEliminarno en vano decía aquello de:
"Apágame los ojos: puedo verte..."
que hace tiempo te ponía en algún coment. Y en su búsqueda él también se encontraba con una "Torre antigua" casi como la de tu relato.
"Giro en torno a Dios, la torre antigua,
llevo milenios girando;
y aún no sé si soy alcón o vendaval
o un grandioso canto"...
Sigue girando en tu propia búsqueda y en tu propia oscuridad, todos lo hacemos.
Un beso más,
ana
Interesante... ¿Qué pasará en la cena? Leeremos la segunda parte.
ResponderEliminarUn beso desde mis Amanteceres.
Interesante y misterioso y por llegar tarde en pasar podré seguir con la segunda parte muakissssssssssssss
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