No había tenido que esperar demasiado en las ventanillas de reclamación de la Oficina de la Delegación de Hacienda. Los malos tragos, cuanto antes mejor.
- Buenos días, señorita. Vengo a ver cómo está mi expediente. Aquí tiene el resguardo con la referencia.
La mencionada señorita, era una mujer de unos cuarenta y cinco años, con pelo rubio y corto y facciones agradables. Había coincidido con ella en mis dos anteriores gestiones, y cuando extrajo una carpeta del archivador sus ojos brillaron con una señal de reconocimiento.
- Sí, ya parece que con los documentos que aportó en su anterior visita están justificadas las irregularidades.
- ¿Entonces es todo? ¿Queda arreglado el asunto?
- No. Mire, formalmente usted aporta datos que indican que cometió un error en la cumplimentación de los distintos apartados, pero que no hubo ocultaciones en la declaración. De todas formas, la interpretación final y la posible sanción si la hubiera depende del inspector.
“Me he caído con todo el equipo –pensé para mis adentros– La verdad es que no he tenido intención de defraudar, sólo me equivocado en la forma. Pero con la mala suerte que tengo yo con estas cosas…”.
La administrativa de la ventanilla número 3 captó las sombras de preocupación que se pasearon por mi semblante.
- No se apure. En principio, todo está aclarado. Ahora mismo puede usted ver al inspector, en este caso inspectora, Doña Rosa, y queda solucionado el expediente. Siéntese, voy a llamar por teléfono y le hago una seña cuando pueda pasar. Es la segunda puerta a la derecha por ese pasillo.
- Gracias, señorita.
- Y no se preocupe. Doña Rosa es muy buena persona.
- Gracias, otra vez. Es usted muy amable.
- De nada.
No había llegado ni siquiera a sentarme, cuando me percaté de que la señorita de la ventanilla número 3 me indicaba con la mano que podía ir al despacho de la inspectora.
Toc, toc, toc.
- ¿Se puede?
- Adelante.
- Buenos días.
Una mujer se hallaba de espaldas a la entrada. En apariencia, escudriñando algo que sucedía en la calle a través de la ventana. Vestía un traje de chaqueta gris perla con pantalones estrechos. Contemplé su melena oscura que caía un poco por debajo de los hombros. Era esbelta y se diría que estaba en buena forma física.
- Buenos días –repetí–. Me han indicado en la ventanilla que pase a este despacho a formalizar un expediente.
- Eso será si se puede, JM; es decir, si está correcto –dijo la inspectora de Hacienda, dándose la vuelta y encarándome.
- ¡Joder! ¡Rosi!
- ¡Eh! Aquí nada de palabrotas. Y para ti soy Doña Rosa –añadió sentándose detrás de la mesa del despacho.
- Claro, Rosi. Perdón, digo, Doña Rosa, Doña Rosa. Es que así, de pronto. ¿Puedo sentarme?
- No.
- ¿Cómo has adivinado que era yo antes de mirarme a la cara? Que yo era, JM. No conocías mis apellidos.
- Al pasarme tu expediente, venía una fotocopia del DNI. Me ha bastado ver la fotografía de la fotocopia para reconocerte. Ya te dije que era muy observadora.
- Sí, ya recuerdo.
- ¿Y recuerdas también que después de acostarte conmigo me dijiste que me llamarías muy pronto? Aunque quizás sea un poco impaciente. Total, sólo ha pasado un mes. Y recuerda también que yo no te comenté nada, que no te exigí nada. Fuiste tú quien me pidió el número de teléfono y me prometiste con voz melosa que me llamarías. Quisiste quedar bien y lo que hiciste fue quedar como un cerdo –concluyó Rosa, contundente, mientras las paredes de la habitación empezaban a dar vueltas a mi alrededor.
Aquella noche de jueves en El Kraken no faltaba público. Mucha gente de cualquier edad se pasaba a tomar una copa después de cenar fuera, aunque al día siguiente tuvieran que trabajar. Cuando llegaba el fin de semana, los locales de copas se ponían hasta los topes.
Pero el principal factor que contribuía a la concurrencia de clientes en esa noche de entre semana se debía al espectáculo de música en vivo gracias al grupo "Oye Como Va". Eran cinco, cuatro hombres con pinta de viejos rockeros y una chica, jovencilla, pero de opulentos pechos. Con todo, interpretaban unas decentes recopilaciones de pasados éxitos, en especial de Santana y de conjuntos de habla española.
En El Kraken había pocos asientos, así que estábamos todos de pie, apiñados, viendo la actuación. Aprovechando que los camareros me conocían, me colé por dentro de la barra para situarme en primera fila. Me fijé en el tipo de color que tocaba con soltura y ganas la batería, pero enseguida desvié la mirada. Había algo que mi instinto detectaba como más prioritario: una morena de unos treinta y tantos largos, flexible, algo delgada para mi gusto, pero con una sensualidad primaria, natural, capaz de remover en el acto mariposas en mi estómago. Llevaba encima unos simples vaqueros desgastados y una camisa blanca suelta por fuera. Fijé mis ojos buscando su mirada y ella, al advertirlo, dudó un instante y me dio la espalda. Me encantó su silueta bañada por las luces amarillentas y violetas de El Kraken, la ondulación de su cabellera oscura, el sesgo sinuoso que vertía el movimiento de sus caderas. Dándome otra oportunidad, me acerqué hasta colocarme detrás de ella. Sin dejar de bailar, la mujer cuya silueta me trasladaba al recuerdo de otra figura, se dio la vuelta. Esta vez me sostuvo la mirada un buen rato. Y sonrió.
Seguimos con ese tira y afloja durante unos minutos, hasta que apareció otra chica que debía de ser amiga suya y la arrastró hasta la barra. Para mi consuelo, regresaron sin tardanza con sendas copas. Volvimos a reemprender el ritual que habíamos iniciado: el lenguaje velado de los deseos.
Estaba claro que yo le gustaba.
Y ella a mí también.
- ¿Cómo te llamas? –pregunté, sin dejar de bailar.
- Rosa. ¿Y tú? –replicó ella, acercándose a mi oído.
- JM
- Te voy a presentar a mi amiga, Aurora.
- Como quieras.
- Aurora –dijo, dándole un toquecito a su amiga que estaba trotando a su aire– . Este es JM.
- Pareces una marca de tabaco, tío, ja, ja –soltó la tal Aurora, ocurrente.
- Perdona a Aurora –intervino Rosa– es que siempre está de broma.
- No importa –dije ignorando a la amiga y colocándome más cerca de Rosa–. A mí me gusta mucho tu nombre. Voy a llamarte Rosi. Porque eres como una pequeña flor de porcelana.
- Está claro que la poesía no es lo tuyo. Y como me llames Rosi te mato –replicó ella con fingida seriedad–. Además, de pequeña tengo poco.
- A ver, vamos a comprobar hasta dónde me llegas.
La tomé con delicadeza de la cintura y la atraje hacia mí. Era alta. Me hubiera bastado una ligera inclinación de la cabeza para rozar sus labios. La tentación pasó por mi cabeza. Sus labios se me antojaron pétalos frescos, gruesos, húmedos, llamándome con el ímpetu irresistible de un remolino en el vacío.
Pero sabía que era un error. A esa clase de mujer tenía que convencerla antes con mis gestos y mis palabras. Utilizar la sutileza.
Hasta que su instinto me admitiese.
O no.
Me separé de nuevo, pero la mantuve cogida de una mano.
Continuamos moviéndonos despacio con la música, inmersos en una danza que yo sentía como un ritual de magia y erotismo. Los de "Oye Como Va" arrancaron con unos acordes inarmónicos para imponerse al alboroto del local. De inmediato, sonaron unas notas imitando la canción “Oye mi amor”, del conjunto mexicano Maná y toda la peña se puso a saltar como locos.
"No sabes cómo te deseo,
no sabes cómo te he soñado"
La mirada de Rosa cambió. Las luces de la sala dejaron de reflejarse en sus pupilas y en su lugar brotaron pequeñas llamas ardiendo en el horizonte de sus ojos verdosos.
“Ya está –me dije–. Ya se ha decidido.”
- Rosa, es tarde. Yo mañana trabajo –chilló la amiga, interponiéndose entre los dos.
- Yo también trabajo. Vamos.
- ¿No te puedes quedar un ratito más? –intervine.
- Claro que puede –se adelantó a decir la amiga–. Eso de que trabaja es un cuento. Es una famosa atracadora de bancos. Acaba de salir de la cárcel. Por eso está medio loca –añadió llevándose un dedo a la cabeza–. O sea, tío, que se puede quedar contigo.
- Aurora, no seas payasa; ¿qué van a pensar de mí? Y me voy contigo. Hemos venido juntas y nos vamos juntas –protestó Rosa.
- Que no, cariño. Que no me pasa nada. Quédate. Lo estás pasando bien. Y para un día que sales.
Al final, fue a resultar que no me caía tan mal la amiga de Rosa como había creído en un principio.
Rosa y yo nos quedamos en El Kraken hasta que cerraron. Nuestra conversación se dirigió sobre todo a comentar las cosas que más nos gustaban y las que no nos gustaban. Hablamos de música, de viajes; sin dejar de darnos señas –sin palabras– de que deseábamos estar juntos.
Terminamos en su apartamento entrada la madrugada.
El amanecer nos sorprendió aún abrazados. Mi piel estaba impregnada de su olor, de su perfume.
Sus labios me habían traído no solo placer sino sobre todo paz, como si hubiera hallado el sitio más puro donde se apaciguaba cualquier destello de recuerdos dolorosos.
- Tengo que marcharme, Rosi –dije acariciando su mejilla, mientras entraba ya la luz del sol.
- Sí, lo comprendo. Yo tengo que irme a trabajar también dentro de nada.
- ¿En qué trabajas?
- Oh, no te gustaría saberlo, es un trabajo muy aburrido.
- ¿En una oficina?
- Sí. Oye, JM.
- ¿Qué?
- Quiero que sepas. A lo mejor no te importa, pero quiero que sepas que…
- ¿Qué quieres que sepa, cielo?
- Que, en fin, yo no salgo mucho por la noche y menos meto a un tío en mi casa de buenas a primeras. Tú ya me entiendes.
- Tranquila, te entiendo.
- Y, vaya, será que estoy un poco loca, como dice Aurora, pero sabía que iba a sentir algo especial. Y… Y…
- Shsss –susurré colocando con ternura el dedo en sus labios–.Yo también he sentido algo muy especial.
- Ya está dicho. Ahora, puedes ducharte si quieres antes de marcharte.
- Me temo que tengo que irme ya. Me ducharé en mi casa. Tengo que pasar a recoger unos papeles y a cambiarme antes de ir al trabajo.
- Claro, claro, no te entretengas.
- Nos vemos –me despedí, con un rápido beso en los labios.
- Sí. Nos vemos –repuso ella en un tono que intentaba ocultar tristeza.
- Escucha, Rosi –dije de repente–. Vamos a hacer una cosa.
- ¿Qué? ¿Qué has pensado? –preguntó con un resplandor inundando sus ojos.
- Me das tu número de teléfono y te llamo luego o como mucho mañana.
- Ah, vale. Está bien. Es el 6…
El despacho de Rosa era formal pero con varios toques personales. Una foto con una mujer mayor; su madre, con toda probabilidad. Una góndola en cristal de Murano… Un portalápices plateado, un tarjetero con un buen fajo de tarjetas y… un posavasos de El Kraken.
- Con sinceridad –acerté a decir–, pensé que no debíamos volver a vernos. Seguir quedando no nos hubiera traído más que disgustos.
- Pero ni siquiera me diste la oportunidad de considerarlo, de preguntarme. Los problemas pueden hablarse e intentar solucionarlos -objetó Rosa.
- No es tu culpa. El problema es mío.
- ¿Y qué? ¿Te parece una disculpa? Es una excusa muy oída ya: “no es por ti, es por mí” –dijo en tono burlón–. ¿Sabes lo que hice cuando vi que no me llamabas?
- No sé…
- Me fui un jueves como una idiota a El Kraken. Trataba de convencerme a mi misma de que quizás habías perdido el teléfono por cualquier razón y que tampoco recordabas la dirección de mi casa. Me dije, como una colegiala enamorada, que tal vez habías dejado algún mensaje en el bar; se notaba que conocías a los camareros. Así que me acerqué a la barra y me encontré con la camarera que nos había atendido a mi amiga y a mí la otra vez. Una chica con el pelo rizado y teñido de rubio, con la nariz un poco curvada y un generoso escote. Dijo que te conocía desde hacía un par de años.
- Es Vicky. Buena chica.
- Sí, simpatiquísima y muy agradable. Lástima que con el ruido de la música y los clientes que tenía que atender no pudimos hablar mucho, pero fue suficiente para enterarme de lo que quería.
- ¿A qué te refieres?
- De entrada, a que no me habías dejado ningún mensaje. Y luego, averigüé la razón de tu comportamiento.
- ¿Qué te contó Vicky? –inquirí con tensión, al tiempo que, haciendo caso omiso a la deliberada falta de cortesía de Rosa, me senté de golpe en una silla.
- Me dijo que antes eras un tipo normal, cariñoso, con buen fondo. Pero que después, es decir, ahora, estás muchas veces como ausente y amargado.
- ¿Después de qué? ¿Te dijo algo?
- Dímelo tú.
- ¿Qué te dijo Vicky? –reiteré.
- No juguemos al gato y al ratón. Ya te he contado que había mucho ruido y que Vicky iba de un lado para otro. Pero entendí que te habías vuelto otra persona cuando una tal Rachel te dejó. Eso fue lo que me dijo: cuando Rachel se fue o se marchó. ¿Es verdad?
- Es verdad –asentí.
Por supuesto que era verdad. Lo que Rosa no había entendido –o la camarera no había querido especificar– es que Rachel no sólo se había ido de mi lado, se había marchado de todos los lados, de todas las cosas de este mundo. Y yo me sentía responsable de ello.
- Mira, JM –prosiguió Rosa–. Cada uno es libre de elegir su vida y sus compañías. Los dos somos mayores y yo no me arrepiento de haberme acostado contigo; nadie me obligó a hacerlo. Es más, puedo incluso comprender que te sientas amargado porque te dejó plantado una novia, o lo que fuera, y te dediques a buscar planes para desahogarte. Allá cada cual. Pero no tenías necesidad ninguna de hacerme un daño gratuito al decirme que sentías algo especial por mí y que ibas a llamarme. Y luego, desaparecer sin un adiós. ¿Pero qué te has creído? ¿Que soy una fulana?
- Por favor, Rosi, no digas esas cosas.
- Tú sí que eres un cabrón –dijo con lágrimas en los ojos–. Nunca me habían hecho algo así.
- Cálmate. Estás muy alterada.
Rosa extrajo un paquete de kleenex de un cajón, secó sus lágrimas y se sonó la nariz.
- Ya estoy serena –dijo con seriedad–.Ahora vamos a repasar tu expediente.
Durante varios minutos un silencio gélido se apoderó del despacho. Rosa no apartaba la mirada de la pantalla del ordenador, excepto para echar una ojeada a mi expediente y tomar alguna nota a mano. Sin darse una pausa, me dio la impresión de que abría otro documento y se puso a escribir en el teclado mientras consultaba sus notas. Por fin, presionó una tecla y la impresora expulsó un papel. Lo examinó por encima, lo firmó y lo metió en un sobre.
- Tu expediente está ya resuelto. Y aquí tienes un papel para ti. –dijo entregándome el sobre.
- Gracias, pero, ¿puedo saber cuál ha sido tú decisión?
Rosa se repantingó en el sillón, estiró los brazos y despejó su frente de varios rizos de cabello oscuro.
Estaba seguro de que me iba a crucificar con la mayor sanción económica que la ley le permitiera imponerme. Estaba saboreando la venganza, fría y en bandeja de plata. Pero a pesar de todo, me seguía sintiendo atraído por ella. Su mirada noble, inteligente y tierna. Sus labios como fresas maduras y húmedas. Y ese aire de involuntaria sensualidad. ..
No podía afirmar que Rosa era semejante en su aspecto físico a Rachel. Ni siquiera sus caracteres eran superponibles: Rachel me había parecido en ocasiones un libro que encerraba pasajes enigmáticos y oscuros. Por desgracia, no hubo tiempo para que llegara a recorrer esas páginas.
Sin embargo, la forma en que Rosa me miraba, su tacto, determinadas sensaciones que me resultaban imposibles de concretar, me recordaban mucho a Rachel.
Esa era la razón de que no hubiera cogido el teléfono para llamarla.
Tenía miedo.
Miedo de llegar creer que estaba enamorado de Rosa cuando, en realidad, podría llegar a encarnar en ella el espejismo de una mujer muerta.
- Está bien –arrancó Rosa, formal–. Te lo voy a explicar: figuran cantidades incorrectamente asignadas a la casilla 002 en lugar de la 008, con lo que se incrementa una deducción ficticia. De forma similar la casilla 014 y la 004. Todo ello, conforme al artículo 18, en varios apartados, de la Ley de Impuesto. Puede entenderse un error en la aplicación o, por el contrario, dolo en la asignación.
- No entiendo nada Rosi, digo, doña Rosa, pero no me está sonando nada bien lo que dices.
- Calla. Además, tu DNI está caducado.
- Pero eso no tiene nada que ver con…
- Calla. Y además tienes unos gustos musicales muy raros.
- ¿Raro el house y el minimal?
- Y hablas en sueños.
- Ah, estás de broma. Qué susto me habías dado.
- ¿Tú crees que estoy de broma? Para resumir, lo que decido es…
- Espera, espera. Déjame que sea yo quien te diga ahora una cosa: no soy un canalla; tú querías estar conmigo lo mismo que yo contigo. Y no me puedes poner una cadena por eso o recriminarme que no te mandase un ramo de flores. No es nada romántico lo sé. Pero la vida es dura. Mi vida es dura. De hecho no sé bien qué provecho tiene seguir viviendo. Y, como tú decías, para resumir: me importa un bledo que me multes. Hazlo, aunque sea injusto, si así te sientes mejor. Pero añadiré una cosa más, y termino: la noche en que estuvimos juntos, no sólo te sentí de un modo especial, me sentí enamorado de ti.
- ¿Y por qué no me contaste eso? ¿Es que temías que yo te rechazase o que me burlara?
- No. No es eso. Me enamoré de ti porque me trajiste sensaciones que me recordaban a otra mujer. Y no quiero vivirlo de esa manera. No todavía.
- ¿Es aquella mujer que te dejó?
- Sí.
- JM, ella se marchó, se fue, y yo estoy aquí.
- No. No se ha ido. No se ha ido del todo.
- Creo que comprendo lo que quieres expresar. Las heridas de amor necesitan tiempo para cicatrizar. Tómatelo. Y si llega un momento en que descubras lo solitario que te has vuelto, ven a buscarme. Pero no tardes demasiado, porque quizás ya no me encuentres.
- Eres maravillosa, Rosi. Como mujer, como persona.
- No me hagas la pelota. Sigo pensando que tenías que haberme hablado así aquella noche. Nos hubiéramos ahorrado los días de incertidumbre que yo he sufrido y el mal rato que te he hecho pasar ahora yo a ti.
- No te preocupes por mí. He pasado por cosas peores. Y en cuanto a la multa, qué le vamos a hacer.
- Abre el sobre.
Obedecí, rasgando el sobre con el membrete oficial de Hacienda.
- Vete a la última línea. Justo encima de mi firma –indicó Rosa.
- Veamos, aquí pone... ¿Qué significa esto?
- Lee en voz alta.
- "No sabes cómo te deseo,
no sabes cómo te he soñado"
- Es de la canción de Maná que cantaba aquel grupo, "Oye Como Va", la noche en que nos conocimos –dijo Rosa–. La comunicación con la resolución del expediente te la enviaré a tu domicilio fiscal. Esto es sólo un recuerdo; algo personal que quería que te llevaras. Piensa en ello como un juego, como el final de este juego, si lo prefieres de esa manera.
- No. No quiero pensar en esas palabras como en parte de un juego. Rosi, acércate, por favor, quiero decirte algo al oído.
- Aquí no nos escucha nadie. Estamos solos.
- Quizás.
- ¿Cómo que quizás? ¿Tú ves a alguien más en la habitación?
Estuve tentado de responder con franqueza a su pregunta, pero no lo hice.
- Anda, hazme el favor.
Rosa se levantó en silencio y se aproximó hasta mi asiento. Me puse de pie y pegué mis labios a un lado de su rostro. En la piel de su cuello flotaba el olor de un perfume de Loewe que aspiré con nerviosismo.
Con un leve temblor, conseguí susurrar algunas palabras en su oído.
- ¿Esta noche? –me preguntó Rosa en voz alta.
- Sí. Hoy es jueves, como la otra vez –repuse yo también en voz alta.
- Puede que mañana te arrepientas.
- O puede que no.
La notificación de la Delegación de Hacienda sobre mi expediente tardó una semana en llegar por correo certificado. Se me comunicaba que, una vez revisada la declaración, quedaban subsanados los errores y no daba lugar a sanción alguna.
El rancio papel oficial, con la firma de Rosa a pie de página, aún desprendía un tenue aroma a su perfume.
Adaptación y fusión de unas entradas que publiqué cuando no hacía mucho que había creado esta página (y tenía pocos, aunque buenos, amigos todavía).
ResponderEliminarLos recuerdos persisten, más cuando sentimos que algo quedó suspendido, sin un final.
ResponderEliminarMe ha enternecido el tema Intimista, será que estoy sensible, pero me ha gustado mucho
Besos Intimista
A veces nos aferramos demasiado a los recuerdos y no vemos lo que está enfrente.
EliminarBesitos.
Lo vives tan real al relatarlo, que me quedo perdida entre tus letras y las imágenes que comienzan a dar vuelta en mi cabeza.
ResponderEliminarNi hablar de las que están ubicadas en la columna derecha...
A veces eres tan... tan conocido entre tanta gente.
Besitos Inti.
Lo escribo como lo siento, querida Respi, quizás mezclando recuerdos de un sitio y otro, no tiene ningún valor salvo el que ojos amigos quieran ver.
Eliminar¿Tan conocido? ¿Quién cree que me conoce?
Mil besos, ya sabes.
Ah, últimamente casi no me atrevo a pasar por tus páginas, el pulso se me pone como una moto.
Precioso relato .. Ojalá se arriegue y siga conociéndola .. La vida ( dicen) que da más de una oportunidad .. sobre todo a las buenas personas ...
ResponderEliminarUn enorme y cálido abrazo
Graciasss.
EliminarSí, algunas veces la vida da otra oportunidad, pero generalmente tienes que pagar un precio.
Besos.
Las imágenes de tus palabras son muy buenas, genial relato,eres muy exquisito Inti. Recibe un fuerte abrazo con mis mejores deseos. Bss.
ResponderEliminarQué feliz me haces con tu coment, Carmen, viniendo de ti que sabes crear maravillosas imágenes con tus palabras, con tus versos.
EliminarBesicos.
Ay!! los olores, cómo se quedan grabados en el recuerdo, como son capaces de...trastocarnos la mente, nos retuercen las noches del alma
ResponderEliminarlo mismo ocurre con algunas canciones...
buscamos los aromas perdidos en otros cuellos, en otras pieles, pero nada será igual. Buscamos y buscamos ese olor, y ese "algo" sin nombre que pulula en nuestro interior desde tiempos quizá primigenios.
Hay muchos mensajes escondidos entre tanto recuerdo.
Un besito,
ana
Ana, buscamos espejos de nosotros mismos en otras personas, en otras cosas, en detalles...espejos en la noche.
EliminarBesitos.
Me pierdo, deberás ayudarme a encontrar el camino de vuelta, porque es sencillo hacerlo, has logrado con tus palabras hacerme llegar tan hondo que me he adentrado en el laberinto de la suavidad de tu cielo.
ResponderEliminarUn tierno relato de un alma intranquila que se resiste a dejarse llevar, lo peor es la lucha cuando ésta de antemano está perdida, no te parece Intimista?
Te beso
Bueno, no pretendía escribir algo sólamente adornado de tristeza y nostalgia, quería poner un poco de mi sentido de humor, pero a lo mejor es que no lo tengo,¿a nadie he levantado una sonrisa? Jo..., estoy que no duermo.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
EliminarLo siento, Cielo, blogger me ha vuelto a jugar una mala pasada con la administración de comentarios. Me decías que a veces tu humor tampoco se expresa como quisieras pero, bueno, que me veias otras cualidades. Sí, no sé si a veces me sale una veta romántica, eso está bien, supongo que intento compensar lo bruto que he tenido que ser algunas veces en la vida. Gracias por tus bonitas palabras, que, de verdad, me llegan y sirven para darme ánimo. Besos.
EliminarTodo precioso ....
ResponderEliminarBesitos.
Graciaasss, guapa. Besitos.
EliminarMe encanta niño...
ResponderEliminarEres fino en tus relatos, mucho y de una exquisitez extraordinaria.
Un beso y nos vemos en el otro lado.....jajjjjjaaaaa.....ya sabes. Muackkkk
No creas, a veces soy un poco duro de mollera, pero tengo también mi lado tierno, supongo. Espero que lo pasaras fenomenal el día de tu cumple. Muchos besos.
ResponderEliminarEres tremendo chaval, hasta te libras de las multas porque eres muy “bueno” ligando… jajaja
ResponderEliminarMe has impresionado con tu manera de medir a las personas. Mmmm
Te diré que yo me libre de dos multas y bien gordas que eran, porque cuando me pongo soy muy buena razonando, yo creo que medan la razón a condición de que me calle.
Oye, y el asuntito romántico con Rosi funciono? Espero que sí, te mereces un respiro… y si es lleno de dulzura y romanticismo mejor.
Besitos.
No es que me librase de la multa, es que en realidad no había intención de delito o defraudación,solo era un error, pero, claro, con Hacienda, nunca puedes estar seguro.
EliminarRosi y JM no volvieron a encontrarse, pese a lo que parece sugerir el final del relato. En realidad, no fue más que un "espejo o espejismo en la noche" y continuar hubiera sido un error; al menos, es lo había en ese momento.
No he vuelto a tener problemas con hacienda.
Besitos.
Siempre es un placer venir a saborear tus relatos, todos llevan la esencia de tu inspiración, te felicito por tu manera de transmitir.
ResponderEliminarUn beso.
Gracias, María. Un beso.
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Buen fin de semana... MaRiBeL
Gracias por tu visita, Maribel. Buen fin de semana también para ti.
EliminarUn beso.
Mi querido Inti!!!!!
ResponderEliminarSonrío porque te imagino delante de la ventanilla esperando...haber qué te van a decir y luego te entregas a ese juego de conocer, cómo no?? a la inspectora, jaja!!
Y ahora en serio, siento el trasfondo, tu miedo a enamorarte de nuevo, a buscar en otra persona lo que perdiste, lo que aún llevas dentro, pero no te das cuenta que estás perdiendo la oportunidad de ser feliz otra vez???, es que no tienes derecho a serlo??? no seas tan duro contigo mismo y date tú otra oportunidad.
Si este relato ya lo escribiste al principio o alguno parecido no lo recuerdo, imagino que todavía no andaba detrás de ti.
Me gusta cómo escribes lo que escribes, me gusta saber de ti,...y te doy las gracias por pasarte a verme.
Un enorme abrazo corazón!!!!!!
Mi querida Estrella, me alegra tanto ver tus palabras aquí... sé lo agobiada de tiempo que estás ahora, los compromisos que tienes... y te repito, no te preocupes tanto por los demás, expresa lo que sientes y no sufras pensando en que tienes que corresponder a uno y otro. Escribir aquí, en nuestras páginas, es un ejercicio de libertad, del mismo modo que nuestros sentimientos no deben estar condicionados por las respuestas a nuestras entradas.
ResponderEliminarCuidate muchísimo.
Besos.