RESUMEN DE LAS ENTRADAS ANTERIORES
Una noche de tormenta JM sale de su apartamento en la playa
para tomar una copa en el Brutus Bar. Allí conoce a Rima, una extraña rumana que lleva un
medallón en forma de mariposa negra. JM acompaña a Rima a su casa y allí
sorprenden a un ladrón que, tras una pelea, consigue escapar con un antiguo
libro, "El Libro de los Sollozos". Pasa un tiempo mientras JM tiene
visiones de una mujer envuelta en un velo que oculta su rostro. Un día recibe
la visita de la rumana en su apartamento
y en el mismo momento llega también Mónica, su mejor amiga, dando lugar
a una embarazosa situación. Con posterioridad, Mónica y JM se hallan dando un
paseo de noche por la ciudad y tienen un encuentro con una mujer que parece
tener perturbadas sus facultades mentales y cuyo nombre es Mavra, "La
Oscura". Justamente en ese
encuentro surge Rima de las sombras y Mónica y JM se alejan del lugar
acompañados de la rumana. Deciden ir a tomar algo a un local llamado el Dukh,
donde hay unos espectáculos que se diría sobrenaturales: Drac forma figuras de
fuego en el aire y Gianna brota de una crisálida convertida en mujer-mariposa.
Más tarde, Sight, la dueña del local, invita a JM y a Mónica a su despacho. De
inmediato, JM se enamora de esa misteriosa mujer que está al tanto de muchos
detalles de su vida; sin embargo le remuerde sentir el recuerdo de Rachel, la
única mujer que había amado hasta entonces , una militar canadiense que resultó
muerta en Afganistán. Bien avanzada la madrugada, JM se ofrece para acompañar a
Sight a su domicilio, ayudándola a trasportar unos libros.
EL INFRAMUNDO (I)
La sangre se me heló literalmente en las venas cuando vi que aquel tipo, enjuto, pálido, vestido con un traje demasiado grueso para la estación del año, acercaba el filo de un enorme cuchillo de combate a la garganta de Sight. Delante de mí, otro sujeto, con una chaqueta abierta que liberaba un abultado abdomen y la mano derecha afianzada sobre la culata de una pistola a medio desenfundar, me bloqueaba el paso.
Apenas unos minutos antes, habíamos salido del Dukh, en dirección al domicilio de Sight, por una puerta lateral que daba acceso a una estrecha calzada antes de desembocar en un cruce.
- Tú no te mueves o será peor –me había amenazado el cómplice de la pistola en un pésimo español–. Sólo queremos dar un consejo a la chica.
No me gustó nada la manera de transmitir el consejo.
Mi aspecto formal, con mi pulcra blazer azul y los voluminosos tomos del Gnosis de Mouravieff apuntalados entre mis brazos, me infundía el aire inofensivo de un bibliotecario y aumentaba la confianza del asaltante.
Parecía mentira que en unos instantes hubiéramos pasado de la conversación reposada que manteníamos Sight y yo caminando sin prisa desde la salida del Dukh a la sórdida crudeza de esta coyuntura. Las luces de las farolas fijadas a los muros de las viviendas habían empezado a dar vueltas en mi cabeza al pasear al lado de la mujer que, de distintas formas y maneras, habitaba mis sueños desde la adolescencia. Nervioso, había apartado con premeditación de nuestra charla los temas que apuntaran a mis sentimientos personales.
- Creo que aquí cerca están las excavaciones donde dicen haber descubierto restos de un altar dedicado al dios Moloch –había comentado, a sabiendas de la devoción de Sight por la Antigüedad.
- Así es –asintió Sight–, pero el término Moloch se suele interpretar de modo inexacto: no es el nombre de un dios, sino que significa rito o sacrificio. En realidad, el lugar era un tofhet, un recinto consagrado a Tanit, la diosa Madre, diosa cartaginesa de la Muerte y de la Magia. Lo más interesante es que, según las últimas excavaciones, hay indicios de que debajo existe un santuario aún más remoto dedicado a divinidades ctónicas, es decir, a los dioses o espíritus del inframundo.
- No tenía noticias de ello. ¿Cómo estás tan bien informada?
- Porque colaboro en la financiación de las investigaciones arqueológicas – replicó Sight, dándolo por sentado–. Además, he realizado por mi cuenta estudios que…
Sight se había detenido de improviso.
Sus facciones, dulces hasta hacía un momento, se habían crispado en un rictus agresivo, sus pupilas dilatadas al máximo y la boca entreabierta como un felino preparado para lanzarse sobre la presa. Un segundo más tarde, su rostro se había suavizado de nuevo y me susurró: “Tranquilo, JM. Todo va a ir bien”.
“¡Maldita sea! –pensé con fastidio–. Siempre que oigo esas palabras es que a continuación ni voy a estar tranquilo ni nada va a ir bien”.
Una típica sacudida dolorosa en la cabeza y un ardor en la boca del estómago me alertaron sin equívocos de la inminencia de una situación peligrosa.
Fue entonces cuando dos ominosas sombras habían surgido velozmente de la esquina.
Ahora, Sight estaba retrocediendo unos pasos, forzada por el filo dentado del cuchillo.
- ¿Qué es esto? –me interrogó el individuo del arma de fuego.
- ¿Esto? –repetí, señalando con la mirada los tres volúmenes que sostenía.
- Da. Esto –insistió, extrayendo algo más la pistola, una semiautomática, de su funda.
- Esto, es el peso del conocimiento –dije, arrojando con fuerza los libros a sus pies.
La distracción provocada por mi maniobra fue fugaz, pero suficiente para que pudiera inmovilizar el arma con una mano, adoptar con la otra la forma de una horquilla y golpearle en la garganta. Tomando ventaja de la inercia del movimiento, le derribé con una zancadilla, montándome a horcajadas encima de él. Con un breve vistazo, observé que Sight había aprovechado también el momentáneo desconcierto de su agresor al escuchar el estrépito para encajarle una patada en el abdomen. En tanto, el matón que tenía inmovilizado se revolvió alcanzándome con un puñetazo en las costillas e intentó empuñar la pistola. Absorbí el dolor y procuré dispersarlo mentalmente como una mancha de aceite. Desde mi posición sobre su torso, me incliné para asestarle un codazo en la sien que le hundió en la inconsciencia.
“¡Sight! “
El pensamiento de que hubiera resultado herida me atravesó como el impacto de un disparo.
Me apropié del arma y de un salto me puse en pie temiendo lo peor.
Para mi asombro, el cuadro que contemplaba era propio de una coreografía musical: Sight apresaba la muñeca del hombre que blandía el cuchillo y mantenía su brazo estirado y retorcido. Con este agarre, le bandeaba como una marioneta de un lado para otro, parodiando un grotesco tango. Por fin, le obligó a voltear sobre su cuerpo, que se estrelló contra el pavimento. El cuchillo salió despedido, produciendo un repiqueteo metálico al rodar por el empedrado. Sin dar lugar a que se recuperase, Sight propinó al matón un puñetazo descendente en el pecho –una técnica típica del elegante y eficaz arte marcial ruso Systema, creado por Vladimir Vasiliev– que terminó con la confrontación.
El mismo Vasiliev había sentenciado en cierta ocasión: “En una pelea con cuchillos no hay vencedores, sólo supervivientes”. ¡Y ella se había impuesto a su atacante con las manos desnudas!
La actuación de Sight había sido formidable, pero no excepcional para una persona entrenada con rigor. Mi inquietud venía de la intuición de que esos no eran los únicos recursos que ella guardaba para enfrentarse a agresiones como la que acabábamos de sufrir.
Recursos más sutiles.
O, por el contrario, más salvajes…
La mirada de Sight se cruzó de súbito con la mía.
- ¿Estás bien? –gritamos a la par.
Ninguno de los dos presentábamos heridas.
- Vámonos de aquí –dijo Sight, con serenidad–. Odio las encrucijadas. ¿Puedes recoger los libros?
- Claro. ¿Qué hacemos con la pistola?
- No me gustan las armas de fuego.
- Es una Gurzá rusa de 9 mm.
- Gurzá es el nombre de una serpiente venenosa de Asia Central.
- Pues los proyectiles que dispara esta serpiente son capaces de perforar el kevlar de un chaleco blindado como la mantequilla.
- ¿Tú la necesitas para algo?
Sin demorarme en responder, arrojé por un desagüe la semiautomática, reuní los tomos abandonados en el suelo y emprendimos raudos la marcha.
- Trae, dame algún libro –se ofreció Sight.
- No, no, tú sigue, que puedo con ellos –contesté con sacrificada cortesía.
Tras doblar un par de esquinas, una cuesta bordeada por sendas hileras de pinos mediterráneos nos condujo a una impresionante mansión de dos plantas. Varios focos encastrados en los muros del perímetro alumbraban con luz opaca la fachada modernista, con herrerías que recreaban círculos y espirales. Franqueamos la puerta enrejada del jardín y nos recibió un sendero que zigzagueaba entre setos de adelfas. A un lado y otro, se adivinaban las siluetas temblorosas de los sauces y abundantes macizos de rosales. Sin embargo, mirando hacia arriba, cautivaba un panorama aún más deslumbrante: el de una frondosa vegetación que excedía la balaustrada de la azotea para colgar fantasmalmente hacia la calle.
- ¿Qué buscarían esos hombres? –dije, con el aliento quebrado, mientras trotábamos hacia el edificio y aferraba los textos iniciáticos de Mouravieff para evitar que resbalaran.
- Supongo que atracarnos –repuso Sight sin detenerse.
- No tenían mucha facha de ladrones. Creí entender a uno de ellos que su cometido era darte un recado o algo así.
- Hay gente muy rara hoy día.
- Y que lo digas –farfullé–. Menos mal que era un barrio pacífico.
- Lo es.
Por fin, alcanzamos el portal. Junto al margen derecho se leía en una placa metálica “Sight. Sargon Europe Co. Ltd.”. En la picuda parte superior del marco figuraba la inscripción de un indescifrable signo o ideograma.
- Cabe la posibilidad de que todo el jaleo sea porque estás en una lista de morosos y te han enviado una modalidad más agresiva del cobrador del frac.
La ironía es a menudo el último recurso de la desesperación y con mi puya pretendía sonsacar a Sight la razón de nuestro desagradable encontronazo. Tenía todas las trazas de ser un encargo efectuado por sicarios y estaba convencido de que Sight conocía la verdad.
- Eres muy chistoso, ¿no te lo han dicho? Entremos y ya hablamos luego.
Sight tecleó una combinación en el panel de una cerradura de combinación electrónica y nos introdujimos en la seguridad del recinto.
O eso esperaba.
También podría haberse mentado aquello de “meterse en la boca del lobo”.
Por fortuna, la boca del lobo no tenía nada de siniestra: rebasada la entrada, se abría en la planta inferior un gigantesco salón de acabado minimalista, con paredes agrisadas tirando a un granito claro. Un sofá de tres plazas junto a una lámpara Fortuny me atrajo como un oasis en el desierto. Mi gesto no le pasó desapercibido a Sight.
- Deja los libros en cualquier sitio y ponte cómodo, por favor. ¿Te apetece tomar algo?
- Por ahora no, gracias –decliné, colocando a Mouravieff sobre una suntuosa consola revestida con un estilo oriental–. De todos modos, tendré que irme pronto.
- ¿Tienes que trabajar mañana domingo?
- Hoy domingo –precisé, echando un vistazo al reloj–. Pero no, no tengo que ir al hospital.
- En tal caso, si no te importa, hazme compañía un rato.
Se sentó a mi lado, estirando los músculos de la espalda, suspiró con desahogo y se recompuso la blusa. Recordé el borde del tatuaje que había atisbado en su pecho cuando estábamos en el despacho del Dukh y faltó poco para que volviera a poner fervor en el empeño de vislumbrarlo con mayor claridad. Antes de que Sight tomase mi actitud como una grosería, desvié mi atención hacia el perfil de su rostro.
Captando mi turbación, Sitght giró la cabeza y me miró con una leve suspicacia, pero risueña y confortadora. En sus ojos resplandecía la resurrección de un mundo extinguido, la oscuridad rasgada por el reflejo de un espejo, la niebla aguamarina que penetraba en mis entrañas. “¡Oh –pensé– moriría, moriría en esa mirada!”
- No tardará mucho en amanecer, me quedaré hasta comprobar que todo sigue en calma –musité.
- Te lo agradezco. Si no fuera por ti, no podría haberme enfrentado a los dos matones.
- Lo peor es que estaban bien armados. Pero, bueno, tengo la impresión de que hubieras hallado un medio de deshacerte de ellos.
- Sé defenderme…
- Desde luego.
- …pero creo que sobrevaloras mis capacidades. De cualquier manera, estabas allí. Y ya son, en realidad, varias cosas las que debo agradecerte.
- ¿Ah, sí? ¿Cuáles?
- No te lo he mencionado en el Dukh, pero también estoy en deuda por haber ayudado a Rima cuando robaron en su casa. Aunque es palpable la confianza que tienes con Mónica, dudaba de si era acertado sacar a relucir la incidencia delante de ella. Rima me lo contó todo y, desde entonces, deseaba tener una ocasión para conversar con su caballero andante y darle las gracias. Ella es como una hermana pequeña para mí.
- Rima te admira, yo diría que te adora. Precisamente, hablando de deudas, me reveló que ella tenía contigo una de esas que no son fáciles de saldar.
- Exagera. Sin embargo, es cierto que las circunstancias en que nos reunió la vida fueron muy dramáticas.
- Rima no quiso entrar en pormenores…
- Es comprensible, fueron sucesos tan terribles como la más pavorosa de las pesadillas.
- ¿Cómo coincidiste con ella? Si no es indiscreción…
- No importa –murmuró Sight con una débil exhalación–. El caso –prosiguió en un tono más firme– no pasó inadvertido, corrió de voz en voz entre los habitantes de la región, al menos los datos superficiales. Sucedió en una época en que yo había regresado a Kirguizistán por motivos de negocios, después de largos años de ausencia. Me hallaba en una zona despoblada entre Biskek, la capital, y el aeropuerto de Manás, buscando solares para instalar una nave industrial.
- ¿Rima vivía allí? –inquirí, en mi ansia de no perderme ningún extremo.
- Los padres de Rima habían emigrado a Kirguizistán desde Rumania, siendo ella aún una niña, para trabajar en un modesto comercio que poseían unos parientes en el principal mercado de la capital. Transcurrió su infancia con penurias, pero ella creció hasta convertirse en una jovencita muy agraciada, no sólo en el físico sino también en el temperamento, siempre alegre, cariñosa y muy independiente.
- Sigue siendo muy atractiva –interrumpí de nuevo–, pero ahora tiende a exteriorizar un carácter adusto y sombrío.
- Déjame continuar –dijo con determinación, dejando patente que deseaba concluir cuanto antes con la historia–. Tenía un novio, o, mejor dicho, un pretendiente que conoció en el mercado de Biskek, pero a quien después rehuyó porque él había elegido relacionarse con el ambiente de delincuencia. Ella soñaba con escapar del agobio y la miseria donde había crecido y vivir en algún lugar del extranjero. Por desgracia, en aquellas fechas, todavía se toleraba, sobre todo en los estratos sociales más débiles, la vieja y bárbara costumbre de raptar a las novias. En la mayoría de las ocasiones, existía un tácito acuerdo entre las parejas y sus respectivas familias, aunque aquí la situación era distinta, ya que tanto a Rima como a sus padres les desagradaba sobremanera un enlace con aquel hombre: un elemento pendenciero y sin escrúpulos que pertenecía a los Shestiorka, el escalón más ínfimo del hampa. Ellos se encargaban de ejecutar los trabajos más infames y violentos para alguna de las innumerables bandas de la Organizatsja, la mafia rusa. Un día, en definitiva, Rima fue secuestrada y la arrastraron hasta un desguace de automóviles abandonado, casualmente en las inmediaciones del área que yo tenía previsto inspeccionar para construir mis almacenes. En ese lugar, el que se pretendía novio de Rima la instó a que se fuera a vivir con él. Ante la obstinada negativa de ella, y con ayuda de varios compinches, la violó. Rima opuso feroz resistencia y le mordió en un brazo, desgarrándole la carne justo donde aquel monstruo lucía con vil orgullo el tatuaje de una cabeza de tigre.
Me oprimí con los dedos el entrecejo y pestañeé con rabia, truncando con mi ademán el relato de Sight.
- Perdona –me excusé ante su brusco silencio–. Conforme te escuchaba estaba temiendo ese desenlace… ¿Lo del tigre tiene alguna relevancia?
- Lo tiene para esa gentuza: significa que el poseedor no se detiene ante nada y exhibe un desmedido grado de crueldad. Es muy popular y valorado entre ellos.
- De acuerdo… ¿Qué sucedió después?
- Una vez que aquel depravado satisfizo su deseo, continuó maltratándola e injuriándola, enloquecido por el rechazo de Rima y el dolor de la mordedura. Dados los orígenes zíngaros de Rima y que ella había mostrado desde pequeña ciertas facultades extraordinarias –que no sabía aún controlar–, la ataron mientras la llamaban bruja, vampiro y un sin fin de barbaridades hasta que decidieron quemarla viva.
- ¡Por Dios, es espantoso! –exclamé
- No hay palabras…
Sight se enderezó en el sofá e inclinó la cabeza hacia atrás, deslizando su cabellera en el vacío como una ola de espumas doradas y carmesíes. Hizo una pausa, reclamándose un último esfuerzo, y reanudó la descripción de la trágica escena.
- La ciñeron el cuerpo con una llanta de neumático, rociándola con gasolina…
- ¡Salvajes!
- Quiso la fortuna que Sergei, el portero del Dukh a quien habrás conocido, y yo pasáramos cerca en ese instante en un vehículo todoterreno. Escuchamos los gritos desesperados de Rima y nos lanzamos en su auxilio.
Sight enmudeció como si el retorno de aquellas imágenes hubiera paralizado su respiración.
- ¿Cómo terminó todo? –urgí, impaciente–. ¿Tuvisteis Sergei y tú dificultades para parar a los criminales?
- Ninguna –pronunció ya con voz serena, mientras sus labios dibujaban una sonrisa desprovista de humanidad.
- Me lo imaginaba. ¿Cómo acabó el sádico pretendiente de Rima?
- Perdió la vista –respondió escuetamente.
- ¿La vista?
- Sí. Acabó ciego.
- ¿Qué le pasó?
- Es posible que alguno de los golpes que recibió…
- Es posible –aprobé, sin convencimiento–. ¿Y Rima?
- La recogimos y nos encargamos de que sanaran sus heridas… externas. Después, persuadimos a los padres de que, para evitar alguna eventual represalia, sería preferible salir del país. Así que acogí a Rima y me ocupé de trasladarla a Inglaterra donde ingresó en una escuela privada que sustenta mi organización…, mi compañía, quiero decir. Allí permaneció muchos años, durante los cuales la visité a menudo, hasta que se mudó a España. Ahora vive en la playa, como ya sabes.
- Sí, ya sé. Es evidente que ahora no tiene nada que ver con aquella jovencita ingenua e indefensa.
- Rima desplegó sus facultades naturales y aprendió a protegerse. Pero su pasaje por el infierno le dejó amargas secuelas. Durante mucho tiempo no soportó la proximidad de un hombre y fue desarrollando una insana tendencia a recrearse en el dolor, incluso físico.
- Cuando la conocí, bueno, fue en un bar de copas de la playa, el Brutus, a lo mejor has estado ahí, aunque no te pega…
- Alguna vez.
- Pues, me gustó, no, vamos, que me cayó bien, ¿entiendes? Admito que me invadió una sensación de morbosidad… pero que no pasó nada entre nosotros, bobadas…
- Estoy al tanto –atajó con expresión severa.
- ¿Sí?
- No te preocupes. Tú también le caíste bien a Rima. Y eso no es frecuente.
- Me alegro, es estupenda… una buena chica, vaya.
- O sea, que te hubieras acostado con ella…
- ¿Eh? ¡Qué va, Sight! Ni se me pasó por la cabeza…
- ¡No me lo digas!: ibas a su casa a escuchar su colección de manele y heavy metal.
Al traer a colación aquella turbulenta noche con Rima, estaba dispuesto a aprovechar la oportunidad para exigir algunas aclaraciones, puesto que en gran medida Sight era la responsable del incidente con el intruso al haber entregado la bolsa con el cofre y el misterioso libro a la rumana. Por el contrario, me hallaba atrapado en una encerrona, empujado a justificar mi conducta. Decidí imprimir un ligero sesgo al asunto.
Apenas unos minutos antes, habíamos salido del Dukh, en dirección al domicilio de Sight, por una puerta lateral que daba acceso a una estrecha calzada antes de desembocar en un cruce.
- Tú no te mueves o será peor –me había amenazado el cómplice de la pistola en un pésimo español–. Sólo queremos dar un consejo a la chica.
No me gustó nada la manera de transmitir el consejo.
Mi aspecto formal, con mi pulcra blazer azul y los voluminosos tomos del Gnosis de Mouravieff apuntalados entre mis brazos, me infundía el aire inofensivo de un bibliotecario y aumentaba la confianza del asaltante.
Parecía mentira que en unos instantes hubiéramos pasado de la conversación reposada que manteníamos Sight y yo caminando sin prisa desde la salida del Dukh a la sórdida crudeza de esta coyuntura. Las luces de las farolas fijadas a los muros de las viviendas habían empezado a dar vueltas en mi cabeza al pasear al lado de la mujer que, de distintas formas y maneras, habitaba mis sueños desde la adolescencia. Nervioso, había apartado con premeditación de nuestra charla los temas que apuntaran a mis sentimientos personales.
- Creo que aquí cerca están las excavaciones donde dicen haber descubierto restos de un altar dedicado al dios Moloch –había comentado, a sabiendas de la devoción de Sight por la Antigüedad.
- Así es –asintió Sight–, pero el término Moloch se suele interpretar de modo inexacto: no es el nombre de un dios, sino que significa rito o sacrificio. En realidad, el lugar era un tofhet, un recinto consagrado a Tanit, la diosa Madre, diosa cartaginesa de la Muerte y de la Magia. Lo más interesante es que, según las últimas excavaciones, hay indicios de que debajo existe un santuario aún más remoto dedicado a divinidades ctónicas, es decir, a los dioses o espíritus del inframundo.
- No tenía noticias de ello. ¿Cómo estás tan bien informada?
- Porque colaboro en la financiación de las investigaciones arqueológicas – replicó Sight, dándolo por sentado–. Además, he realizado por mi cuenta estudios que…
Sight se había detenido de improviso.
Sus facciones, dulces hasta hacía un momento, se habían crispado en un rictus agresivo, sus pupilas dilatadas al máximo y la boca entreabierta como un felino preparado para lanzarse sobre la presa. Un segundo más tarde, su rostro se había suavizado de nuevo y me susurró: “Tranquilo, JM. Todo va a ir bien”.
“¡Maldita sea! –pensé con fastidio–. Siempre que oigo esas palabras es que a continuación ni voy a estar tranquilo ni nada va a ir bien”.
Una típica sacudida dolorosa en la cabeza y un ardor en la boca del estómago me alertaron sin equívocos de la inminencia de una situación peligrosa.
Fue entonces cuando dos ominosas sombras habían surgido velozmente de la esquina.
Ahora, Sight estaba retrocediendo unos pasos, forzada por el filo dentado del cuchillo.
- ¿Qué es esto? –me interrogó el individuo del arma de fuego.
- ¿Esto? –repetí, señalando con la mirada los tres volúmenes que sostenía.
- Da. Esto –insistió, extrayendo algo más la pistola, una semiautomática, de su funda.
- Esto, es el peso del conocimiento –dije, arrojando con fuerza los libros a sus pies.
La distracción provocada por mi maniobra fue fugaz, pero suficiente para que pudiera inmovilizar el arma con una mano, adoptar con la otra la forma de una horquilla y golpearle en la garganta. Tomando ventaja de la inercia del movimiento, le derribé con una zancadilla, montándome a horcajadas encima de él. Con un breve vistazo, observé que Sight había aprovechado también el momentáneo desconcierto de su agresor al escuchar el estrépito para encajarle una patada en el abdomen. En tanto, el matón que tenía inmovilizado se revolvió alcanzándome con un puñetazo en las costillas e intentó empuñar la pistola. Absorbí el dolor y procuré dispersarlo mentalmente como una mancha de aceite. Desde mi posición sobre su torso, me incliné para asestarle un codazo en la sien que le hundió en la inconsciencia.
“¡Sight! “
El pensamiento de que hubiera resultado herida me atravesó como el impacto de un disparo.
Me apropié del arma y de un salto me puse en pie temiendo lo peor.
Para mi asombro, el cuadro que contemplaba era propio de una coreografía musical: Sight apresaba la muñeca del hombre que blandía el cuchillo y mantenía su brazo estirado y retorcido. Con este agarre, le bandeaba como una marioneta de un lado para otro, parodiando un grotesco tango. Por fin, le obligó a voltear sobre su cuerpo, que se estrelló contra el pavimento. El cuchillo salió despedido, produciendo un repiqueteo metálico al rodar por el empedrado. Sin dar lugar a que se recuperase, Sight propinó al matón un puñetazo descendente en el pecho –una técnica típica del elegante y eficaz arte marcial ruso Systema, creado por Vladimir Vasiliev– que terminó con la confrontación.
El mismo Vasiliev había sentenciado en cierta ocasión: “En una pelea con cuchillos no hay vencedores, sólo supervivientes”. ¡Y ella se había impuesto a su atacante con las manos desnudas!
La actuación de Sight había sido formidable, pero no excepcional para una persona entrenada con rigor. Mi inquietud venía de la intuición de que esos no eran los únicos recursos que ella guardaba para enfrentarse a agresiones como la que acabábamos de sufrir.
Recursos más sutiles.
O, por el contrario, más salvajes…
La mirada de Sight se cruzó de súbito con la mía.
- ¿Estás bien? –gritamos a la par.
Ninguno de los dos presentábamos heridas.
- Vámonos de aquí –dijo Sight, con serenidad–. Odio las encrucijadas. ¿Puedes recoger los libros?
- Claro. ¿Qué hacemos con la pistola?
- No me gustan las armas de fuego.
- Es una Gurzá rusa de 9 mm.
- Gurzá es el nombre de una serpiente venenosa de Asia Central.
- Pues los proyectiles que dispara esta serpiente son capaces de perforar el kevlar de un chaleco blindado como la mantequilla.
- ¿Tú la necesitas para algo?
Sin demorarme en responder, arrojé por un desagüe la semiautomática, reuní los tomos abandonados en el suelo y emprendimos raudos la marcha.
- Trae, dame algún libro –se ofreció Sight.
- No, no, tú sigue, que puedo con ellos –contesté con sacrificada cortesía.
Tras doblar un par de esquinas, una cuesta bordeada por sendas hileras de pinos mediterráneos nos condujo a una impresionante mansión de dos plantas. Varios focos encastrados en los muros del perímetro alumbraban con luz opaca la fachada modernista, con herrerías que recreaban círculos y espirales. Franqueamos la puerta enrejada del jardín y nos recibió un sendero que zigzagueaba entre setos de adelfas. A un lado y otro, se adivinaban las siluetas temblorosas de los sauces y abundantes macizos de rosales. Sin embargo, mirando hacia arriba, cautivaba un panorama aún más deslumbrante: el de una frondosa vegetación que excedía la balaustrada de la azotea para colgar fantasmalmente hacia la calle.
- ¿Qué buscarían esos hombres? –dije, con el aliento quebrado, mientras trotábamos hacia el edificio y aferraba los textos iniciáticos de Mouravieff para evitar que resbalaran.
- Supongo que atracarnos –repuso Sight sin detenerse.
- No tenían mucha facha de ladrones. Creí entender a uno de ellos que su cometido era darte un recado o algo así.
- Hay gente muy rara hoy día.
- Y que lo digas –farfullé–. Menos mal que era un barrio pacífico.
- Lo es.
Por fin, alcanzamos el portal. Junto al margen derecho se leía en una placa metálica “Sight. Sargon Europe Co. Ltd.”. En la picuda parte superior del marco figuraba la inscripción de un indescifrable signo o ideograma.
- Cabe la posibilidad de que todo el jaleo sea porque estás en una lista de morosos y te han enviado una modalidad más agresiva del cobrador del frac.
La ironía es a menudo el último recurso de la desesperación y con mi puya pretendía sonsacar a Sight la razón de nuestro desagradable encontronazo. Tenía todas las trazas de ser un encargo efectuado por sicarios y estaba convencido de que Sight conocía la verdad.
- Eres muy chistoso, ¿no te lo han dicho? Entremos y ya hablamos luego.
Sight tecleó una combinación en el panel de una cerradura de combinación electrónica y nos introdujimos en la seguridad del recinto.
O eso esperaba.
También podría haberse mentado aquello de “meterse en la boca del lobo”.
Por fortuna, la boca del lobo no tenía nada de siniestra: rebasada la entrada, se abría en la planta inferior un gigantesco salón de acabado minimalista, con paredes agrisadas tirando a un granito claro. Un sofá de tres plazas junto a una lámpara Fortuny me atrajo como un oasis en el desierto. Mi gesto no le pasó desapercibido a Sight.
- Deja los libros en cualquier sitio y ponte cómodo, por favor. ¿Te apetece tomar algo?
- Por ahora no, gracias –decliné, colocando a Mouravieff sobre una suntuosa consola revestida con un estilo oriental–. De todos modos, tendré que irme pronto.
- ¿Tienes que trabajar mañana domingo?
- Hoy domingo –precisé, echando un vistazo al reloj–. Pero no, no tengo que ir al hospital.
- En tal caso, si no te importa, hazme compañía un rato.
Se sentó a mi lado, estirando los músculos de la espalda, suspiró con desahogo y se recompuso la blusa. Recordé el borde del tatuaje que había atisbado en su pecho cuando estábamos en el despacho del Dukh y faltó poco para que volviera a poner fervor en el empeño de vislumbrarlo con mayor claridad. Antes de que Sight tomase mi actitud como una grosería, desvié mi atención hacia el perfil de su rostro.
Captando mi turbación, Sitght giró la cabeza y me miró con una leve suspicacia, pero risueña y confortadora. En sus ojos resplandecía la resurrección de un mundo extinguido, la oscuridad rasgada por el reflejo de un espejo, la niebla aguamarina que penetraba en mis entrañas. “¡Oh –pensé– moriría, moriría en esa mirada!”
- No tardará mucho en amanecer, me quedaré hasta comprobar que todo sigue en calma –musité.
- Te lo agradezco. Si no fuera por ti, no podría haberme enfrentado a los dos matones.
- Lo peor es que estaban bien armados. Pero, bueno, tengo la impresión de que hubieras hallado un medio de deshacerte de ellos.
- Sé defenderme…
- Desde luego.
- …pero creo que sobrevaloras mis capacidades. De cualquier manera, estabas allí. Y ya son, en realidad, varias cosas las que debo agradecerte.
- ¿Ah, sí? ¿Cuáles?
- No te lo he mencionado en el Dukh, pero también estoy en deuda por haber ayudado a Rima cuando robaron en su casa. Aunque es palpable la confianza que tienes con Mónica, dudaba de si era acertado sacar a relucir la incidencia delante de ella. Rima me lo contó todo y, desde entonces, deseaba tener una ocasión para conversar con su caballero andante y darle las gracias. Ella es como una hermana pequeña para mí.
- Rima te admira, yo diría que te adora. Precisamente, hablando de deudas, me reveló que ella tenía contigo una de esas que no son fáciles de saldar.
- Exagera. Sin embargo, es cierto que las circunstancias en que nos reunió la vida fueron muy dramáticas.
- Rima no quiso entrar en pormenores…
- Es comprensible, fueron sucesos tan terribles como la más pavorosa de las pesadillas.
- ¿Cómo coincidiste con ella? Si no es indiscreción…
- No importa –murmuró Sight con una débil exhalación–. El caso –prosiguió en un tono más firme– no pasó inadvertido, corrió de voz en voz entre los habitantes de la región, al menos los datos superficiales. Sucedió en una época en que yo había regresado a Kirguizistán por motivos de negocios, después de largos años de ausencia. Me hallaba en una zona despoblada entre Biskek, la capital, y el aeropuerto de Manás, buscando solares para instalar una nave industrial.
- ¿Rima vivía allí? –inquirí, en mi ansia de no perderme ningún extremo.
- Los padres de Rima habían emigrado a Kirguizistán desde Rumania, siendo ella aún una niña, para trabajar en un modesto comercio que poseían unos parientes en el principal mercado de la capital. Transcurrió su infancia con penurias, pero ella creció hasta convertirse en una jovencita muy agraciada, no sólo en el físico sino también en el temperamento, siempre alegre, cariñosa y muy independiente.
- Sigue siendo muy atractiva –interrumpí de nuevo–, pero ahora tiende a exteriorizar un carácter adusto y sombrío.
- Déjame continuar –dijo con determinación, dejando patente que deseaba concluir cuanto antes con la historia–. Tenía un novio, o, mejor dicho, un pretendiente que conoció en el mercado de Biskek, pero a quien después rehuyó porque él había elegido relacionarse con el ambiente de delincuencia. Ella soñaba con escapar del agobio y la miseria donde había crecido y vivir en algún lugar del extranjero. Por desgracia, en aquellas fechas, todavía se toleraba, sobre todo en los estratos sociales más débiles, la vieja y bárbara costumbre de raptar a las novias. En la mayoría de las ocasiones, existía un tácito acuerdo entre las parejas y sus respectivas familias, aunque aquí la situación era distinta, ya que tanto a Rima como a sus padres les desagradaba sobremanera un enlace con aquel hombre: un elemento pendenciero y sin escrúpulos que pertenecía a los Shestiorka, el escalón más ínfimo del hampa. Ellos se encargaban de ejecutar los trabajos más infames y violentos para alguna de las innumerables bandas de la Organizatsja, la mafia rusa. Un día, en definitiva, Rima fue secuestrada y la arrastraron hasta un desguace de automóviles abandonado, casualmente en las inmediaciones del área que yo tenía previsto inspeccionar para construir mis almacenes. En ese lugar, el que se pretendía novio de Rima la instó a que se fuera a vivir con él. Ante la obstinada negativa de ella, y con ayuda de varios compinches, la violó. Rima opuso feroz resistencia y le mordió en un brazo, desgarrándole la carne justo donde aquel monstruo lucía con vil orgullo el tatuaje de una cabeza de tigre.
Me oprimí con los dedos el entrecejo y pestañeé con rabia, truncando con mi ademán el relato de Sight.
- Perdona –me excusé ante su brusco silencio–. Conforme te escuchaba estaba temiendo ese desenlace… ¿Lo del tigre tiene alguna relevancia?
- Lo tiene para esa gentuza: significa que el poseedor no se detiene ante nada y exhibe un desmedido grado de crueldad. Es muy popular y valorado entre ellos.
- De acuerdo… ¿Qué sucedió después?
- Una vez que aquel depravado satisfizo su deseo, continuó maltratándola e injuriándola, enloquecido por el rechazo de Rima y el dolor de la mordedura. Dados los orígenes zíngaros de Rima y que ella había mostrado desde pequeña ciertas facultades extraordinarias –que no sabía aún controlar–, la ataron mientras la llamaban bruja, vampiro y un sin fin de barbaridades hasta que decidieron quemarla viva.
- ¡Por Dios, es espantoso! –exclamé
- No hay palabras…
Sight se enderezó en el sofá e inclinó la cabeza hacia atrás, deslizando su cabellera en el vacío como una ola de espumas doradas y carmesíes. Hizo una pausa, reclamándose un último esfuerzo, y reanudó la descripción de la trágica escena.
- La ciñeron el cuerpo con una llanta de neumático, rociándola con gasolina…
- ¡Salvajes!
- Quiso la fortuna que Sergei, el portero del Dukh a quien habrás conocido, y yo pasáramos cerca en ese instante en un vehículo todoterreno. Escuchamos los gritos desesperados de Rima y nos lanzamos en su auxilio.
Sight enmudeció como si el retorno de aquellas imágenes hubiera paralizado su respiración.
- ¿Cómo terminó todo? –urgí, impaciente–. ¿Tuvisteis Sergei y tú dificultades para parar a los criminales?
- Ninguna –pronunció ya con voz serena, mientras sus labios dibujaban una sonrisa desprovista de humanidad.
- Me lo imaginaba. ¿Cómo acabó el sádico pretendiente de Rima?
- Perdió la vista –respondió escuetamente.
- ¿La vista?
- Sí. Acabó ciego.
- ¿Qué le pasó?
- Es posible que alguno de los golpes que recibió…
- Es posible –aprobé, sin convencimiento–. ¿Y Rima?
- La recogimos y nos encargamos de que sanaran sus heridas… externas. Después, persuadimos a los padres de que, para evitar alguna eventual represalia, sería preferible salir del país. Así que acogí a Rima y me ocupé de trasladarla a Inglaterra donde ingresó en una escuela privada que sustenta mi organización…, mi compañía, quiero decir. Allí permaneció muchos años, durante los cuales la visité a menudo, hasta que se mudó a España. Ahora vive en la playa, como ya sabes.
- Sí, ya sé. Es evidente que ahora no tiene nada que ver con aquella jovencita ingenua e indefensa.
- Rima desplegó sus facultades naturales y aprendió a protegerse. Pero su pasaje por el infierno le dejó amargas secuelas. Durante mucho tiempo no soportó la proximidad de un hombre y fue desarrollando una insana tendencia a recrearse en el dolor, incluso físico.
- Cuando la conocí, bueno, fue en un bar de copas de la playa, el Brutus, a lo mejor has estado ahí, aunque no te pega…
- Alguna vez.
- Pues, me gustó, no, vamos, que me cayó bien, ¿entiendes? Admito que me invadió una sensación de morbosidad… pero que no pasó nada entre nosotros, bobadas…
- Estoy al tanto –atajó con expresión severa.
- ¿Sí?
- No te preocupes. Tú también le caíste bien a Rima. Y eso no es frecuente.
- Me alegro, es estupenda… una buena chica, vaya.
- O sea, que te hubieras acostado con ella…
- ¿Eh? ¡Qué va, Sight! Ni se me pasó por la cabeza…
- ¡No me lo digas!: ibas a su casa a escuchar su colección de manele y heavy metal.
Al traer a colación aquella turbulenta noche con Rima, estaba dispuesto a aprovechar la oportunidad para exigir algunas aclaraciones, puesto que en gran medida Sight era la responsable del incidente con el intruso al haber entregado la bolsa con el cofre y el misterioso libro a la rumana. Por el contrario, me hallaba atrapado en una encerrona, empujado a justificar mi conducta. Decidí imprimir un ligero sesgo al asunto.
JM,me enganchas con tus historias oscuras,lo sabes,y ésta promete y mucho.
ResponderEliminarMe apasiona la canción "She wolf"será porque adoro a los lobos.
El lunes te dedicaré una entrada que se titula "Mariposas"espero que te guste.
Millones de besos desde un lugar perdido en la oscuridad.
Estaba pendiente de tu publicación. ¡Vaya faena! Espero que las "mariposas" vuelvan pronto a tus oscuras y deseadas páginas. Pero, para mí, que ha sido cosa de Fata, la malvada hechicera.
EliminarBesotes.
Hola JM, la verdad te felicito por el estilo, me gustan este tipo de historias, pero te confieso que mucho más me agrada tu poesía.
ResponderEliminarAbrazos infinitos, buen fin de semana!
Gracias por acompañarme, Cristina. Me gusta cambiar de cuando en cuando: poesía, entradas cortas, narrativas, en fin, variar un poco.
EliminarBesos.
Emotivo, dentro de la violencia surgen los sentimientos, lo sucedido a Rima es terrible y las secuelas entendibles, me ha gustado Intimista
ResponderEliminarUn beso y un abrazo para ti, hasta luego
Dicen que en las situaciones más dramáticas surgen también los sentimientos más intensos.
EliminarBesos.
Ah!, veo que los recortes llegan también hasta aquí, ya no nos contestas a los comentarios,(lo digo por los del anterior post),
ResponderEliminarhabrá que hacer una huelga, o una sentada...mmmmmm...ya sé:
me encadenaré a la pata de tu cama !!
Hablaré con tu tío para que sepa lo que estás haciendo (seguro que no le gusta nada).
Besito reivindicativo, darkman
ana
Eres muy graciosa, a quién se le ocurre contárselo a mi tío. Vaya bronca que me ha echado.
EliminarEstaba viendo que la moda últimamente era no responder a los comentarios, pero claro eso es en las páginas que reciben un montonazo de comentarios y me imagino que no tendrán tiempo de contestar a todo el mundo. La verdad, creo que prefiero dejar unas palabras en las páginas de cada una o uno, pero, por otra parte, pienso que el contestar al comentario crea una mayor sensación de cercanía, de que no somos robots escribiendo. Se dice que alguien escribía en la red y respondía a comentarios sobre emociones, sentimientos, etc, como un humano, pero en realidad era una máquina de Turing (un ordenador) programada para
ello; espero que sea una leyenda urbana y que no esté escribiendo a máquinas de Turing, glub.
Besitos, amiga mía.
;
Hala ya hay dos súper-invencibles por Madrid, tu y Sight, yo con vosotros al lado me sentiría mas que protegida. Pobre Rima que crueldad ha tenido que pasar menos mal que la recogió la “organización… compañía” de Sight (que estoy deseando saber cual es).
ResponderEliminar…Y no seas mentirosillo, si que querías acostarte con Rima pero solo has podido comprobar que besaba bien… :)
A ver si los recortes (como bien dice Ana) no afectan a esta entrada y contestas a los comentarios que quiero saber si atiné en algo… :) :)
Besitos.
Esa escena del relato no es de Madrid, es en una ciudad de la costa. Y lo que pasa allí no es nada en comparación de otras cosas que han sido realidad y no como esa escena que es pura ficción. Pero de todo lo vivido se inspira uno para después escribir. En el fondo se trata de entretener, primero a uno mismo (me lo paso bomba escribiendo esas cosas) y luego también (si hay suerte) a los posibles lectores.
EliminarEn cuanto a los recortes, como diría mi tío, yo estoy aquí para complaceros...así que ya estoy escribiendo.
A mandar.
Besitos.
Inti,El relato que te iba a dedicar
ResponderEliminar"Mariposas",lo he eliminado sin darme cuenta y he de escribir otro de nuevo...¡¡Vaya gracia!!
Te aviso cuando lo tenga.
Besazos.
Ya está respondiendo como es debido, esto de no devolver los comentarios es como no devolver los buenos días. ¡Para eso te dimos una educación! Feo es con los caballeros, pero con las damas, vamos, es que hay que ser tonto.
ResponderEliminarEl tío del Intimista.
Te leí hace un par de días, volví para leerte nuevamente y ahora estoy a comentar, mezclas realidad con fantasía?, es mi duda, creo que si, Sight es fuerte quién no quisiera tenerle cerca, prefiero la seguridad que ofrece JM, centrado, pensante, detallado y valiente, Rima será una excelente pareja, si se llega a dar el encuentro
ResponderEliminarTe he dejado un comentario en mi espacio, gracias por ser de los pocos valientes y sinceros en comentar.
Mi beso mi Intimista secreto
Gracias por leer esta entrada, sé que es larga, es un esfuerzo, lo sé, y gracias además por dejar tu comentario. Sí, como tú supones, se mezclan realidad (recuerdos de experiencias vividas, de personas conocidas) con la ficción pura. Yo no he vivido exactamente una escena como la que aquí se cuenta, pero, hace tiempo, estuve metido sin quererlo en situaciones peores.
EliminarBesos.
La leí varias veces, aún no te conozco bien y trato de leer entre líneas las huellas de tu alma, el relato más largo se hace corto cuando es bueno, las situaciones vividas espero las hayas asiimilado y sólo las veas como recuerdos lejanos.
EliminarMi beso
Muy bine relato entre realidad y fantasía, con una intensa intriga.... espero la continuacion
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias, no sólo por haberme leído sino porque veo que te quedan fuerzas para seguir leyendo estas narraciones que aunque son mucha ficción también tienen muchas cosas (incluidos sentimientos) de mí.
EliminarBesos.
Mi querido Inti!!!
ResponderEliminarSospecho que mi comentario va a ser largo, así que acomódate, prepárate algo de beber(yo estoy tomando un zumo de naranja) y escucha mis palabras, si,escucha, porque te estoy hablando bajito, ya que no quiero despertar a los vecinos dada la hora que es,jajaja, ¿cómo estás JM?, hace mucho que no vengo, ya sabes que me fuí de vacaciones por Sevilla,bendita ciudad cómo me gusta!!!!,es apasionante pisarla,contemplarla,admirarla...bueno,que me salgo del tema, quería decirte que me alegro de volver por fin y así poder retomar mi vida para continuar en este mundo bloguero que tanto necesito y me "alimenta" tanto el alma y tú eres uno de los "culpables" de mi enganche a la red, ya te echaba de menos sabes JM?, quería darte las gracias por venir a verme, tenía ganas de leerte y saber de ti.
Te escribo unas palabras, espero que te gusten:
"En esta noche, en que la escasa lluvia
deja brillos sobre el asfalto
y donde las nubes se tiñen
de un gris plomizo
no dejando ver el cielo,
es en esta noche
cuando siento en esta oscuridad
que me rodea,
la soledad de tu ausencia,
no puedo ver la luna
no puedo ver las estrellas...
pero es a tí a quién
más echo de menos".
Tu relato es inquietante y cálido, porque a pesar del misterio que rodea a Sight,que ya desvelarás cuanto tú quieras, está claro que se atraen y quizás en el trascurso de esa noche, pueda suceder algo entre ambos.
Ya sabemos porqué Rima idolatra a Sight y porqué se comporta de esa manera siempre a la defensiva y desconfiada, quienes serían esos tipos y qué es lo que querrían??, muchos misterios para que se resuelvan pronto, pero cada vez vamos sabiendo un poquito más de la historia.
Narras y llevas muy bien la historia, dosificándola y entreteniéndote en los personajes y su entorno, lo escribes de maravilla JM.
Me alegro como ya he comprobado, que tras un breve descanso sin comentarnos, vuelves a hacerlo,es cierto lo que dices, de que al contestar nos sentimos más cercanos, siempre que uno pueda claro,pero yo siempre he vuelto para leer lo que nos decías, así también vas completando la historia, las dudas y te expones algo más para conocerte, que eso es lo más importante, así que si puedes hazlo, responde a nuestros comentarios que a todos nos gusta leer lo que tienes que decir.
Te dejo ya que no quiero acapararte,jaja,bueno si quisiera pero no puedo,jajaja!!
Con mi cariño te doy un abrazo a tu personaje y...a tu persona!!!!
Estrella, veo que tu estancia en Sevilla ha sido muy fructífera, veo que vienes con mucha energía y optimismo, y, a la vez, te noto más relajada, más segura de ti. Ay, es que Sevilla tiene mucha magia, es verdad.
EliminarHas conseguido una vez más ponerme colorado, gracias por dedicarme esos versos tan bellos y cargados de emoción.
En cuanto a la entrada, todo lo que comentas es muy acertado. Tengo especial cariño a estas "Crónicas de la MN" porque cuando las escribí acababa de regresar de Afganistán después de..., bueno, después de aquello me sirvió mucho para luchar contra la oscuridad y el vacío que sentía. Y, claro, tiene muchas emociones que son mías propias.
Estos días pasados (cuando no estuvo nublado) pude ver a la luna llena, Júpiter y Aldebarán brillando con intensidad en la madrugada. Y claro que me acordé de ti.
Cuídate mucho.
Besos.
Hola amigo, he descubierto tu blog por casualidad y esta casualidad me gusta. Es un lugar interesante donde perderse y vivir esas emocionantes historias que tan maravillosamente describes en tus relatos.Un placer aterrizar en tu campo y disfrutar lo que tan generosamente compartes con los que tenemos la suerte conocer tu blog como en este caso yo.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Josep, gracias por el ánimo de tus palabras, me alegro de que hayas encontrado interesante esta página.
EliminarSaludos.
Hola JM
ResponderEliminarTe confieso que me he pasaso un buen rato leyendote, y lo de "buen" es en la amplitud de la palabra, porque aunque a primera vista, se hace largo, la lectura es aména y pide más... Se nota que te trabajas y bien porque cualquier relato o micronovela, requiere una labor de investigación, con referencias a lugares y tu lo logras
Te felicito, y te agradezco mucho tus comentarios, siempre amables
Un besito.
(No tardes mucho en regalarlos la continuación)
:)
Capri, estoy muy contento con tu regreso, no vuelvas a marcharse así de golpe, sin decir ni adiós. Bueno, ahora podré disfrutar de tus palabras y por mi parte me alegra saber que no te ha parecido demasiado "rollo" esta entrada,ja, ja, gracias.
ResponderEliminarBesitos.