jueves, 15 de abril de 2010

ESPEJOS EN LA NOCHE (I de III)

-    Número 19, pase a ventanilla 3.
No había tenido que esperar demasiado en las ventanillas de reclamación de la Oficina de la Delegación de Hacienda. Los malos tragos, cuanto antes mejor.
-    Buenos días, señorita. Vengo a ver cómo está mi expediente. Este es el resguardo con la referencia.
La mencionada señorita, era una mujer de unos cuarenta y cinco años, con pelo rubio y corto y facciones agradables. Había coincidido con ella en mis dos anteriores gestiones, y cuando extrajo una carpeta del  archivador sus ojos brillaron con una señal de reconocimiento.
-    Sí, ya parece que con los documentos que aportó en su anterior visita están  justificadas las irregularidades.
-    ¿Entonces es todo? ¿Queda arreglado el asunto?
-    No. Mire, formalmente usted aporta datos que indican que cometió un error en la cumplimentación de los distintos apartados, pero que no hubo ocultaciones en la declaración. De todas formas, la interpretación final y la posible sanción si la hubiera depende del inspector.
“Me he caído con todo el equipo –pensé para mis adentros– La verdad es que no he tenido intención de defraudar, sólo me equivocado en la forma. Pero con la mala suerte que tengo yo con estas cosas…”.
La administrativa de la ventanilla número 3 captó las sombras de preocupación que se pasearon por mi semblante.
-    No se apure. En principio, todo está aclarado. Ahora mismo puede usted ver al inspector, en este caso inspectora, Doña Rosa, y queda solucionado el expediente. Siéntese, voy a llamar por teléfono y le hago una seña cuando pueda pasar. Es la segunda puerta a la derecha por ese pasillo.
-    Gracias, señorita.
-    Y no se preocupe. Doña Rosa es muy buena persona.
-    Gracias, otra vez. Es usted muy amable.
-    De nada.
No había llegado ni siquiera a sentarme, cuando me percaté de que la señorita de la ventanilla número 3 me indicaba con la mano que podía ir al despacho de la inspectora.


Toc, toc, toc.
-    ¿Se puede?
-    Adelante.
-    Buenos días.
Una mujer se hallaba de espaldas a la entrada. En apariencia, escudriñando algo que sucedía en la calle a través de la ventana. Vestía un traje de chaqueta gris perla con pantalones estrechos. Contemplé su melena oscura que caía un poco por debajo de los hombros. Era esbelta y se diría que estaba en buena forma física.
-    Buenos días –repetí–. Me han indicado de la ventanilla que pase a este despacho a formalizar un expediente.
-    Eso será si se puede, JM; es decir, si está correcto –dijo la inspectora de Hacienda, dándose la vuelta y encarándome.
-    ¡Joder! ¡Rosi!
-    ¡Eh! Aquí nada de palabrotas. Y para ti soy Doña Rosa –añadió sentándose detrás de la mesa del despacho.
-    Claro, Rosi. Perdón, digo, Doña Rosa, Doña Rosa. Es que así, de pronto. ¿Puedo sentarme?
-    No.
-    ¿Cómo has adivinado que era yo antes de mirarme a la cara? Que yo era, JM. No conocías mis apellidos.
-    Al pasarme tu expediente, venía una fotocopia del DNI. Me ha bastado ver la fotografía de la fotocopia para reconocerte. Ya te dije que era muy observadora.
-    Sí, ya recuerdo.
-    ¿Y recuerdas también que después de acostarte conmigo me dijiste que me llamarías muy pronto? Aunque quizás sea un poco impaciente. Total, sólo ha pasado un mes. Y recuerda también que yo no te comenté nada, que no te exigí nada. Fuiste tú quien me pidió el número de teléfono y me prometiste con voz melosa que me llamarías. Quisiste quedar bien y lo que hiciste fue quedar como un cerdo –concluyó Rosa, contundente, mientras las paredes de la habitación empezaban a dar vueltas a mi alrededor.


Aquella noche de jueves en El Kraken no faltaba público. Mucha gente de cualquier edad se pasaba a tomar una copa después de cenar fuera, aunque al día siguiente tuvieran que trabajar. Cuando llegaba el fin de semana, los locales de copas se ponían hasta los topes.
Pero el principal factor que contribuía a la concurrencia de clientes en esa noche de entre semana se debía al  espectáculo de música en vivo gracias al grupo Los Escopetas. Eran cinco, cuatro hombres con pinta de viejos rockeros y una chica, jovencilla, pero de opulentos pechos. Con todo, interpretaban unas decentes recopilaciones de pasados éxitos, en especial de conjuntos de habla española.
En El Kraken había pocos asientos, así que estábamos todos de pie, apiñados, viendo la actuación. Aprovechando que los camareros me conocían, me colé por dentro de la barra para situarme en primera fila. El personal se movía al compás de un tema de Muchachito Bombo Infierno, coreando el estribillo de “Ojalá no te hubiera conocido nunca”.
Me fijé en el tipo de color que tocaba con soltura y ganas la batería, pero enseguida desvié la mirada. Hacia algo que mi instinto reclamaba como más interesante: una morena de unos treinta y tantos, flexible, algo delgada para mi gusto, pero con una sensualidad primaria, natural, capaz de remover en el acto mariposas en mi estómago. Llevaba encima unos simples vaqueros desgastados y una camisa blanca suelta por fuera. Fijé mis ojos buscando su mirada y ella, al advertirlo, dudó un instante y me dio la espalda. Me encantó su silueta bañada por las luces amarillentas y violetas de El Kraken, la ondulación de su cabellera oscura, el sesgo sinuoso que vertía el movimiento de sus caderas. Dándome otra oportunidad, me acerqué hasta colocarme detrás de ella. Sin dejar de bailar, la mujer cuya silueta me trasladaba al recuerdo de otra figura, se dio la vuelta. Esta vez me sostuvo la mirada un buen rato.

Y sonrió.
Seguimos con ese tira y afloja durante unos minutos, hasta que apareció otra chica que debía de ser amiga suya y la arrastró hasta la barra. Para mi consuelo, volvieron sin tardanza con sendas copas. Volvimos a reemprender el ritual que habíamos iniciado: el lenguaje velado de los deseos.
Estaba claro que yo le gustaba.
Y ella a mí también.
-    ¿Cómo te llamas? –pregunté, sin dejar de bailar.
-    Rosa. ¿Y tú? –replicó ella, acercándose a mi oído.
-    JM
-    Te voy a presentar a mi amiga, Aurora.
-    Como quieras.
-    Aurora –dijo, dándole un toquecito a su amiga que estaba trotando a su aire– .  Este es JM.
-    Pareces una marca de tabaco, tío, ja, ja –soltó la tal Aurora, ocurrente.
-    Perdona a Aurora –intervino Rosa– es que tiene un carácter que siempre está de broma.
-    No importa –dije ignorando a la amiga y colocándome más cerca de Rosa–. A mí me gusta mucho tu nombre. Voy a llamarte Rosi. Porque eres como una pequeña flor de porcelana.
-    Se nota que la poesía no es lo tuyo. Y como me llames Rosi te mato –replicó ella con fingida seriedad–.  Además, de pequeña tengo poco.
-    A ver, vamos a comprobar hasta dónde me llegas.
La tomé con delicadeza de la cintura y la atraje hacia mí. Era alta. Me hubiera bastado una ligera inclinación de la cabeza para rozar sus labios. La tentación pasó por mi cabeza. Sus labios se me antojaron pétalos frescos, gruesos, húmedos, llamándome con el ímpetu irresistible de un remolino en el vacío.
Pero sabía que era un error.

2 comentarios:

  1. Hola croki croki. Como estás? porque para Rosi eres un cerdo ja ja, pero para mí eres un lindo sapito (todo es según con el cristal con que se mire)
    Justo la inspectora, es ella, mira que hay que tener mala pata (suerte), y tu también Intimis como le prometes que la vas a llamar y luego nada. Nooo, nooo esas cosas no se hacen (tirón de orejas). Menos mal que no me ves la cara de piedra jaja, pero estoy roja y culposa, porque entre nosotros, shuuuuu! no le digas a nadie, top secret de amiguitos (también lo he hecho, y perdón, pero fue para zafar, de alguien que no entendía, no quedaba otra)
    Muy bien armado el pasaje de los tiempos, del presente al pasado.Y la descripción de las mujeres es insuperable, tienes un talento especial para describirlas; algo que no puede lograrlo cualquiera, por muchas experiencias que haya tenido, o lo bien que escriba.
    Finalmente el desenlace, vuelve a retrotraernos al presente (al porque JM decidió dejar esa relación allí) con una frase justa y poética.
    Y lo del grupo Los Escopetas existen? o son de tu invención??
    Y eres tan alto?? no me digas que 2 metros.
    Ya sabes soy curiosita.
    Y no te involucres con mujeres policías, mira si terminas en cana (preso) ja ja.
    Vuelves a entretenerme Intimis,gracias, por eso me abalanzo hacia ti sapito, con un besito en la trompa.
    Plumita turquesa está vez para que te acompañe el finde.

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  2. Hola, princesa. Gracias por hacerme sentir siempre tu compañía, aunque sea a unas horas que aquí, en España, yo estoy soñando con los angelitos (o angelitas, ja, ja).
    Y sobre todo gracias por esos besitos aéreos que me han vuelto a transformar de sapo a JM. Uf, menos mal.
    El personaje de Rosa no es el de una policía; ella es inspectora de hacienda, no sé cómo se llamará en Argentina, en inglés sería "tax inspector". Y, desde luego, impone mucho respeto. Qué mala suerte.
    Me encanta describir los personajes femeninos. Hasta parece que conozco bien a las mujeres... pero en la vida real sigo sin poder entenderos... aunque lo intento, lo intento, ja, ja. Lo que trato es de luchar a mi manera contra machismos y discriminaciones de género. Creo en la absoluta igualdad y respeto entre hombres y mujeres. Por si tenía motivos para luchar contra los abusos, mi estancia en Afganistán me marcó mucho en ese sentido. Es muy interesante echar un vistazo al vínculo que he puesto en mi página de "Poems for Afghan women".
    Volviendo al relato, ésta es la primera de 3 partes de parecido tamaño. Enseguida pondré la segunda parte. De lo que se trata es de pasar un rato con buen sentido de humor.
    Ah, no sé qué te habías imaginado. No soy tan alto como para medir 2 metros. Mido 1,83. Pero si en el relato comento que Rosa se acercaba a mi estatura, me parece a mí que para una mujer es ser alta, por término medio, ¿no? .
    Besitos mágicos.

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